Llueve por fin sobre Pedro Llen, el agua bendita que alimenta y esponja los campos de Salamanca, abrillanta los símbolos del solar ganadero de los Sánchez Fabrés. El agua empapa la tierra y resbala sobre los muros de la casa solariega, donde destaca la cerrajería que enseña tres hierros emblemáticos: el titular, el de Santa Coloma y el de Coquilla. Son tres señales que quemaron las pieles de una raza de lidia singular, tres marbetes que identifican a las reses bravas que recalaron hace casi un siglo en las anchas praderas de las Veguillas junto a Sierra de Frabrés, un poco más al norte de los enclaves ganaderos de Coquilla y los Terrones.
Tierras del campo bravo salmantino donde se encierran fincas que cedieron el nombre a sus propietarios, de tal suerte que ganó en popularidad a sus apellidos, incorporando una nueva denominación a la ganadería de lidia en función de su ubicación geográfica. Los toros bravos que se dejan ver su breve anatomía sobre las suaves laderas que se integran en el ecosistema de la dehesa salmantina. Son toros de pieles grises, carofoscos y chatos, cornicortos y bajos, de mirada brillante y expresiva, toritos portadores de la sangre brava que se forjara en las llanuras y marismas andaluzas, para ser implantada en las tierras abruptas y boscosas de la Castilla que mira hacia el poniente.
La historia de una ganadería emblema del campo charro
Todo comienza en 1934 cuando Justo Sánchez Tabernero, hijo del Marqués de Llén adquiere el lote principal de los cuatro en los que se dividió la ganadería santacolomeña de Paco Coquilla, un célebre ganadero salmantino que tras arruinarse tuvo que poner a la venta ese proyecto ganadero que había iniciado en 1915 tras adquirir una punta de vacas y el semental ‘Jabato’ provenientes de El Conde de Santa Coloma. Una adquisición por parte de Justo Sánchez Tabernero que no vino acompañada de hierro y divisa, haciendo de la cruz de Malta su seña de identidad y anunciado su ganadería a nombre de sus hijos.
Dentro de la familia Sánchez Fabrés, el miembro con mayor afición al campo bravo fue Alfonso, padre de los ganaderos actuales y artífice de los grandes triunfos de toros de este singular encaste habitual en los grandes escenarios taurinos cuando no imperaba la moda de la desmesura en volumen y cornamenta. El tipo de toro que demandan los públicos de nuestro tiempo, seducidos por el falso concepto de la palabra trapío, ha ido apartando de los ruedos a las castas bravas —antaño emblemáticas— sustituyéndolas por las que las definen al toro cornalón y de gran tamaño. Sin duda, un error que acabó orillando a ganaderías con un tipo más reducido.
Un encaste que estuvo a punto de desaparecer en 2013
Con el paso de los años parte de la familia sigue apostando por un hierro y un encaste que estuvo a punto de desaparecer en 2013, pero que por suerte aún sigue sobreviviendo en este lugar tan enigmático del campo charro. En 2016, la ganadería de Sánchez Fabrés, creada en 1997 al amparo del artículo 5 bis b) de los Estatutos, con vacas y sementales de Hros de D. Alfonso Sánchez Fabrés pasó a formar parte de la Asociación de Ganaderos de Reses de Lidia.
FOTOGALERÍA: PABLO RAMOS