CAMPO BRAVO

José María Manzanares: ¿Dónde están sus fincas y qué encaste son los animales que cría?


jueves 25 julio, 2024

Se trata de una vacada impulsada por su padre a finales del pasado siglo, que nunca tuvo visos comerciales y que cambiaría la sangre adquirida a Juan Andrés Garzón Durán en 1993 por otra procedente de la rama Domecq

Manzanares
José María Manzanares tras un paseíllo y, a la derecha, una vaca con un becerro. © Luis Sánchez Olmedo

Como ya contamos en varias ocasiones, un buen número de matadores de toros se hicieron con una punta de vacas para llevar a cabo el sueño de ser ganaderos de bravo, un paso adelante que muchos dieron estando en activo y que otros hicieron cuando su faceta como matador de toros le dejó el tiempo necesario para dedicarse al 100% a la ganadería. Desde Juan Belmonte pasando por Antonio Ordóñez hasta llegar a Espartaco o Alejandro Talavante, muchos han sido esos espadas que decidieron emprender una aventura que no siempre se mantuvo en el tiempo.

Una lista de diestros que le devolvieron a animal bravo todo aquello que este les había entregado. Toreros como Antonio Chenel ‘Antoñete’ o José María Manzanares probaron con encastes tan personales como el de Murube y Atanasio/Lisardo; ambos pensaron que la vacada le debía servir para su preparación, esa donde el verle la cara al de los rizos era fundamental. Sería en 1993, mismo año de su última salida en hombros de Las Ventas, cuando el alicantino se haría ganadero de bravo tras adquirir la vacada de Juan Andrés Garzón Durán, divisa que a su vez había sido formada con reses de Santiago Martín “El Viti”, cuñado de éste.

Ganadería que pastó durante varios años en las fincas cacereñas de ‘Cerro Teresa’ y ‘Majadas Altas’ propiedad de Manzanares, heredada a su muerte por sus hijos. Un lugar donde actualmente Manzanares pasa gran parte del año, ese donde reúne a su cuadrilla una vez que finalizan las Navidades de cara a la preparación de la temporada. Un hierro de gran solera, ese que tomaría la antigüedad el 12 de octubre de 1882; en esos años, en manos de Ildefonso Sánchez Tabernero.

Poco a poco el alicantino fue dándole un toque personal a un ganado que sirvió -como citábamos antes- para su entrenamiento personal de cara a los compromisos de la temporada, una vacada que con el tiempo fue menguando tras una serie de ventas a otros compañeros ganaderos hasta quedarse en un número testimonial de vacas para que este no quedase vacío. Se trataba de una divisa con personalidad propia, un hierro que pese a lidiarse todo prácticamente a puerta cerrada le dio grandes satisfacciones a su propietario.

Aquí conviven desde vacas mansas -hay más de 250-, pasando por las yeguas, potros y caballos de su hermano Manuel, amén de una pequeña punta de vacas bravas que le regaló su apoderado, Jorge Matilla, del hierro de Hermanos García Jiménez -procedencia Domecq- sin más aspiraciones que tener un lote algo mayor para disfrute personal. Este es un lugar muy especial para un torero que vivió grandes momentos en estas fincas junto a su padre y sus hermanos, esos que siguen sintiendo especial devoción por un torero grandioso como fue su padre, ese que puso los cimientos de una vacada que en la actualidad no conserva la familia.