Con la temporada enfilando sus últimas semanas son muchos los toreros que ven cada vez más cerca el merecido descanso antes de ponerse manos a la obra para preparar la campaña de 2025. Atrás quedan esos espadas que solapaban una temporada con otra anunciándose en una amalgama importante de cosos al otro lado del charco. Ahora el camino tomado por muchos espadas consiste en solapar un abanico de festejos en unas semanas y volverse a España, descartando así el pasar algunos meses y hacer temporada por aquellos lares.
Uno de los diestros más queridos y aclamados por la afición americana, y mexicana en particular, es José Antonio Morante de la Puebla, matador de toros sevillano que ha realizado memorables faenas en cosos allende los mares. Su forma de entender e interpretar el toreo va muy en la línea de aquello que busca el aficionado de aquella tierra. Pero José Antonio hace tiempo que no encuentra la estabilidad necesaria para sentirse pleno delante de la cara de los animales, sus problemas de salud le han mermado de tal manera que corre el riesgo de ser un muñeco de trapo delante de un animal bravo.
Si bien es cierto que su reaparición -tras más de cincuenta días fuera de los ruedos- fue fulgurante y llena de obras para el recuerdo, esta entrega absoluta delante de los animales hizo que tuviera que parar nuevamente su temporada al regresar a su cabeza esos fantasmas que parecían haberse esfumado. Por el momento nada se sabe de su estado de salud ni de la evolución de una enfermedad realmente traicionera. José Antonio siempre ha sabido convivir con ella, bien es cierto que ha sufrido episodios que le obligaron a parar y tomarse un tiempo, pero siempre siendo estos no superiores a un año.
El aficionado, y aquí nos incluimos todos, es egoísta por naturaleza y no quiere ni imaginarse no ver en los ruedos a un espada difícilmente calificable por la grandeza de su toreo. Pero el cigarrero debe parar por el bien de su salud y por la del torero, debe descansar el tiempo que crea oportuno sin mirar un calendario que lo único que puede hacer es crearle una presión innecesaria. El intentar forzar una reaparición antes de tiempo conlleva una recaída que, en el caso de un torero que cumplirá este mes de octubre 45 años, no es fácil de sobrellevar.
Por todo ello, debe sentarse con los suyos y poner sobre la mesa como se ve él dentro de unos meses, decidir que camino es el que quiere tomar y como quiere afrontar su futuro a corto y medio plazo. Como lleva haciendo desde hace varios lustros le tocará convivir con esa enfermedad que tanto daño le hizo y le está haciendo, esa que aparece y desaparece sin avisar, pero que ha sabido dominar en muchos tramos de su vida. Un espada que fue capaz de pasear un rabo en Sevilla en un momento de su vida donde esos citados fantasmas merodeaban a su alrededor, de ahí la fortaleza de un torero que pese a ser frágil es capaz de sobreponerse a los malos momentos.
El plantarse una temporada de 2025 con 50 o 60 paseíllos es una utopía, es intentar no afrontar una realidad que ya hicieron otros compañeros en momentos similares de sus carreras. Toca el ir reduciendo sensiblemente el número de paseíllos e ir amoldándose a la realidad que le toca vivir. Como ya hiciera este hace algunos años, el planteamiento correcto sería reducir sus campañas poco a poco sin renunciar a compromisos en plazas de máxima categoría.
Aunque duela toca decir no a esa multitud de llamadas que recibe por temporada para anunciarse en determinadas plazas y ferias, es el momento de mirar por él, por el futuro de una carrera que, aunque nos duela, no le quedan muchos capítulos por escribir. Los años, como es lógico, no pasan en balde y por ello hay que adaptarse a las circunstancias y actuar en consecuencia. Toca vivir el día a día y disfrutar de un torero que pese a todos los problemas sufridos este año sigue siendo capaz de reducir la embestida de un toro y encajarse con este como ya nos ha demostrado esta temporada, sin duda alguna, una de las más difíciles y complejas de su carrera.
Reducir su número de espectáculos no va en detrimento del compromiso por la fiesta, pese a ser una figura insustituible en el escalafón deben ser otros los que tomen el peso de la misma (número de festejos), ya sea por su juventud, por su peso en la fiesta o por la cantidad de espectadores que arrastran cada día. Es el momento de darle la responsabilidad a los Urdiales, Luque, De Justo, Ortega, Fernando Adrián, Jiménez, Aguado, Marín o Rufo, entre otros, esos que deben ser los toreros de las próximas dos décadas junto a aquellos que vienen apretando por detrás, ya sean de reciente alternativa o todavía en el escalafón inferior.
En esas 20-30 tardes José Antonio debe decir sí a arropar a esos espadas que deben ser el relevo generacional, dar al paso en plazas de exigencia junto a esos toreros. Apadrinar a los valores del futuro para que estos sean capaces de labrarse un nombre en la profesión. Morante, al igual que hicieron en su día los Ordóñez, Romero, Manzanares, Capea o Espartaco, Morante debe jugar un papel crucial en la tauromaquia una vez que su carrera lleva años consolidada.
Por todo ello es importante que marque bien los pasos y que tome la decisión que él crea correcta tanto para su persona como para una afición que lo espera como “agua de mayo” pese a salir muchas veces desencantado de la plaza con el sevillano, porque como aquella vez le gritó un aficionado a Curro Romero una tarde de petardo en La Maestranza, “mañana va a venir a verte tu p… madre, y yo”, sin duda alguna vasos comunicantes entre dos toreros con una gran personalidad y a los que pasar de puntillas por una plaza nunca fue con ninguno de los dos.