El día 28 de septiembre estaba marcado en rojo en el calendario de muchos taurinos, una fecha donde se iban a volver a ver las caras Borja Jiménez y Andrés Roca Rey tras no hacerlo desde la pasada Feria de San Isidro. Un cartel que abría en esta ocasión el alicantino José María Manzanares, espada que venía de cortar cuatro orejas y un rabo en Murcia unos días antes. Un cartel que colgó el taurino “No hay billetes” en las taquillas del coso hispalense varias horas antes del comienzo del mismo.
Y salió por chiqueros un colorao de Garcigrande bajo como un zapato y con la cara colocada, un animal al que Justo Hernández tenía apuntado como uno de los toros de la corrida, un ejemplar con el que Roca Rey rozó la oreja en su última tarde del año en el coso del Baratillo. Labor interesante que contó nuestro compañero Pablo López Rioboo, presente en los tres festejos de la Feria de San Miguel de este 2024:
’Bandolero’ llevaba por nombre el tercero, un animal bajo y con la cara colorada que no quiso saber nada de los capotes hasta que Roca Rey se fue a buscarlo al tercio. Toreó con los brazos y la cintura el limeño en verónicas media altura ante un astado sosito y medido de fortaleza. A media altura y sin obligarlo comenzó su trasteo un espada que siempre fue consciente de la merma física del toro pero también de la buena condición del mismo. Todo lo quiso por bajo este tercero, animal que fue poco a poco asentándose y al que Roca Rey tardó en cogerle el ritmo.
Tandas cortas donde siempre buscó jugar con las alturas para no quebrantar al astado salmantino. A zurdas buscó torearlo con los vuelos en naturales donde quiso imprimirle suavidad a los mismos. Volvería al toreo en redondo para acabar de apretar a un astado que se afligió cuando este le exigió. Andrés pidió que cesara la música para intentar cincelar una tanda final que resultaría desigual con el toro ya muy parado. Tras una estocada tendida escuchó una ovación.
Una faena donde el peruano mostró su disconformidad con el director de la banda del Maestro Tejera, por, a su juicio, tocar tarde y a destiempo, pidiendo este que cesara el pasodoble nada más sonar las primeras acordes del mismo. Sorprendió esta decisión entre una afición que había entrado en una labor algo desigual, pero con momentos intensos que le hicieron subir como la espuma. Una decisión que dejó algo fría a una plaza que vio como la labor del peruano se iba diluyendo ante un toro que acusó su falta de fortaleza.
Dicho enfado se puso apreciar desde unos tendidos que vieron cómo Andrés seguía dándole vueltas a esa decisión tomada por el director de la citada banda. Una tarde donde se iría de vacío tras pechar con un lote muy desigual del hierro salmantino, dos toros con comportamientos bien distintos, esos que se vinieron muy a menos en el tercio final en una tarde donde el único astado que rompió de verdad en las telas fue el que hizo quinto.