MADRID

El detalle de Morante con José María Amores, más allá de un detalle: un gesto torero con el que salvó la vida de su compañero


domingo 1 junio, 2025

Un quite a cuerpo limpio que efectuó el pasado miércoles cuyo vídeo corrió como la pólvora por redes sociales

Morante
Morante de la Puebla, el pasado miércoles en Las Ventas. © Luis Sánchez Olmedo

El pasado miércoles, la primera plaza del mundo volvía a abrir sus puertas para la celebración de un nuevo festejo enclavado en la Feria de San Isidro. En esta ocasión, se trataba de la tradicional Corrida de la Prensa, un espectáculo taurino donde trenzaban el paseíllo el sevillano Morante de la Puebla, el pacense Alejandro Talavante y el toledano Tomás Rufo. Un cartel marcado en rojo para el aficionado que acabó con el boletaje varios días antes de la celebración del mismo.

El espada oriundo de la Puebla del Río, amén de torear como todos sueñan al primero de la tarde, también tuvo tiempo para dejar una de las instantáneas de lo que llevamos de temporada al salir a hacerle un quite a cuerpo limpio a su tercero. Se trataba de José María Amores, quien quedó a merced del animal a la salida de un par de banderillas: un quiebro con reminiscencias gallistas. Esa capacidad para romper la dinámica y retar al toro sin más ayuda que su cintura y el valor preciso asombró a unos tendidos sorprendidos con el gesto del sevillano.

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Morante de la Puebla, durante su genial faena al toro de Garcigrande. © Luis Sánchez Olmedo

Ya contamos en más de una ocasión que aquello que distingue a Morante del resto de sus compañeros es su continua mirada al pasado para rescatar suertes antiguas que parecían condenadas al olvido. En una tauromaquia muchas veces monótona y plana, él apuesta por devolver al toreo su dimensión artística y simbólica, buscando la belleza y la emoción en el riesgo medido. Ese recorte en Madrid fue un gesto cargado de significado, una reafirmación del toreo como arte vivo y legado histórico.

Cada movimiento que realiza en el ruedo lleva impregnado el aroma de tiempos pasados, donde el toreo estaba menos encorsetado y donde el aficionado vivía con mayor pasión las faenas, pese a tener estas una mayor imperfección. Así, en una plaza como Madrid, Morante recordó que el toreo es también un viaje al pasado. A través de ese quiebro componiendo la figura —fruto de la improvisación al ver a su banderillero en serio peligro—, el sevillano fue capaz de enroscarse al cuerpo de un toro de ese volumen para, nada más que con su movimiento, cambiarlo de trayectoria.

Por cosas como estas ente el toro de Garcigrande, Morante no es solo un torero de su tiempo, sino un puente entre generaciones, un continuador que rehace y da nuevamente lustre a un ramillete de suertes antiguas, no para estancarse en el pasado, sino para enriquecer el presente y el futuro del toreo. José Antonio entiende que el toreo tiene una rica historia detrás y que ciertas suertes con capote y muleta encarnan una verdad esencial, difícil de imitar pero fundamental para mantener la esencia del arte en estos tiempos donde impera un toreo falto de variedad.

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Morante, minutos más tarde de su obra épica en Madrid. © Luis Sánchez Olmedo