Si hay un personaje romántico de verdad en el toreo ese es el matador madrileño Carlos Escolar ‘Frascuelo‘. Más de siete décadas de vida y esencia torera en sus venas y decenas de faenas en Las Ventas con la enjundia de lo castizo impresa en ellas. Así lo recuerda la afición y así sigue proclamando él, en la soledad del campo segoviano, su toreo personal. La última vez que trenzó el paseíllo en Madrid fue hace algo más de un lustro. Desde entonces, no ha vuelto a la primera plaza del mundo, un coso en el que Frascuelo pretende aún escribir las últimas líneas de su carrera, como así confiesa en palabras para Cultoro.
«Yo me encuentro con ilusión y esperanzado. Estoy entrenando a diario, voy al campo, estoy haciendo lo que me gusta, que es torear, y disfrutando de este mundo tan maravilloso”, explica a este medio. «Sobre todo, afronto con ilusión y sin desfallecer el día a día. Creo que esto se tiene que arreglar, y si no se arregla será malo para todos y para un mundo del toro tan acosado», denuncia sobre los ataques externos que sufre la tauromaquia.
«Pero los toreros somos gente positiva, espero que esto se arregle, se den más festejos y podamos seguir haciendo disfrutar al tendido, que aunque está esto difícil, la afición está muy ilusionada, va a los toros y la que no va es porque está asustada por la pandemia, la política y la desesperación que a veces le puede», expone el diestro madrileño.
Así ha pasado la pandemia Carlos Escolar Frascuelo
¿Quién no recuerda alguna tarde de Madrid de Frascuelo? Un cambio de mano, un desmayo en un desdén, un inicio de faena -el último de hace un lustro aún ruge en la calle de Alcalá-, un trincherazo o una trincherilla, una media verónica, la enjundia de sus derechazos o el sabor de sus naturales… todo eso ha sido lo que ha recordado Frascuelo durante los duros meses de la pandemia.
Pero, sobre todo, lo más importante es que no ha perdido la torería, eso que Luis Miguel decía que no era chulería, sino un concepto indescriptible pero fácilmente perceptible a la vista: «He luchado mentalmente día a día, y la he pasado con la esperanza de que esto pueda parar alguna vez», señala. Y con la mente y el corazón en Madrid, su plaza, a la que quiere volver la próxima temporada.
Frascuelo quiere volver a torear en Las Ventas
Y piensa en Madrid, su plaza, el ruedo de sus sueños, por el que cruzó hace veinte años el umbral de la Puerta Grande allá por el cambio de milenio. Y lo hizo tirando de la autenticidad y la pureza castiza que atesora su concepto frente a una corrida de Valverde. «Ya estoy pensando en la vuelta a Madrid y a los sitios donde me contraten. Ahora mismo las empresas no están por la labor de poner a gente más mayor en el toreo, porque piensan que tienen hecho todo, pero aquí siempre queda la ilusión de disfrutar», expone.
La última vez que toreó en este ruedo fue en agosto de 2015, trenzando el paseo frente a un encierro de Salvador Domecq remendado, «y no me tocó ningún toro para hacer el toreo que uno quiere conseguir«, se lamenta. «Sí hice a la afición disfrutar en Céret el mismo año, un mes antes», en una tarde en la que paseó una oreja.
Frascuelo tiene en la retina «muchos toros en Madrid«, y también de otras ocasiones en las que ha rozado la gloria pero no ha llegado a alcanzarla: «Unas veces porque no los he matado; otras veces porque me han cogido, pero ese es el dilema de los toreros cuando nos desquitamos un triunfo importante». Señala que la empresa Plaza 1 no ha querido escucharlo: «No me quiere poner. Si uno es capaz de ponerse delante de un toro e ilusionarse, hay que decir la verdad le pese a quien le pese. Y esta es la pura realidad», expone.
¿La tarde de su vida?
Por último, le preguntamos por tantas tardes que Frascuelo ha ofrecido en Madrid y si alguna de ellas fue la de su vida: «No, la de mi vida es la que me falta por hacer en Madrid«, sentencia.
Texto: Javier Fernández-Caballero / Fotogalería: Jaime Bravo