El matador de toros colombiano Sebastián Ritter, anunciado el pasado sábado en Alalpardo en la primera corrida de toros correspondiente a la Copa Chenel, ha estallado contra la «tendencia del aficionado a no valorar los méritos de un torero si no sucede una desgracia», de forma que parece que un torero «tiene la obligación de permanecer en el ruedo cuando lo coge un toro por vergüenza a los comentarios y al qué dirán».
Las declaraciones, realizadas a CULTORO, vienen a colación del dramático percance que sufrió David Galván en Alalpardo, que dejó sobrecogida a la concurrencia y marcó el devenir final de la competición en la que se enmarcaba el evento. «He permanecido callado mucho tiempo porque siempre piensas que es lo que debe hacer un torero, que no hay más remedio y que lo contrario es una señal de cobardía, pero no es así. Nosotros nos jugamos la vida en la plaza para crear una obra artística en la que apostamos lo más valioso que tenemos. Y el percance es un accidente. Que te deja helado, por supuesto. Y que te asusta, faltaría más. Pero yo prefiero acordarme de cómo estuvo David con su primero -al que pinchó y no le cortó nada- que no valorarlo por una desgracia. Ese tío es un pedazo de torero y lo que menos puede causar un torero es lástima. De hecho, él era el más sereno y el más tranquilo de cuantos estábamos allí», apunta Ritter.
Era un desafío ganadero entre El Retamar y José Escolar. Era la primera de la Copa Chenel, y en juego estaba una plaza en la semifinal del certamen. Sebastián se las veía con Francisco José Palazón, que abría cartel, y con un David Galván que suponía «el enemigo a batir», en palabras del colombiano. «Tengo muy buena relación con él fuera de los ruedos y una admiración por él fuera de lo común dentro de ellos», señala Ritter. «Es un pedazo de torero y yo sabía que era uno de los gallos de esta competición. Y salí arreado por cómo había estado con su primero, de Escolar, al que tuvo la mala fortuna de pinchar».
Dos orejas de dos toros con muy pocas posibilidades
También Sebastián tuvo mala fortuna con su primero -tercero de corrida-. Él echó por delante al de El Retamar, que se había emberronado en chiqueros y se había destrozado las vainas de los pitones. «Un sector de los aficionados lo pitó y lo protestó por estar afeitado, pero yo te digo una cosa, Marco: si a los 18 que participamos en la Copa Chenel nos dicen que le van a soldar dos puñales en los pitones a los toros, vamos palante igual», sentencia el colombiano. Sin embargo, un asentado y sabio Ritter supo mantenerlo vivo y en servicio para que le embistiera lo suficiente para cortarle una oreja. Otra le cortaría al sexto, cuando ya había ocurrido el percance en un toro de Escolar con el que Ritter se echó el capote a la espalda para pegarle gaoneras y obligó -por el propio orgullo torero y la competencia- a Galván a replicar el quite.
«Esas son las cosas que a mí me enseñaron a valorar desde chico y las que sigo considerando imprescindibles en el toreo», explica Sebastián. «Esas son las cosas que hacen gigante a un torerazo como David y que engrandecen a todo el que tiene pelotas para meterse en un vestido de torear. Por eso me molesta mucho que todo se pierda entre el frío de no ocurrir una desgracia. De verdad que me reveló cuando llegué al hotel y vi que sólo se hablaba del percance y no de todas estas cosas, que fueron las que construyeron una tarde como esa. No podemos olvidar que estábamos en una competencia y que había un premio en juego. Ojalá que pudiésemos vernos los dos en la final, porque creo que será bonita esa competencia. Y en una tarde en la que has cortado dos orejas y hasta ves en algunos medios que te quitan una, no puedes permitir que esto ocurra».
Arnedo, un día clave que pudo ser funesto para Sebastián Ritter
Lamentablemente, esto no es nuevo para Sebastián. Ya le sucedió en Arnedo, cuando era novillero y pugnaba por el Zapato de Oro. «Allí fue donde me apoderó Corbacho porque me quedé en el ruedo con una cornada que me llegaba casi al estómago. Aguanté allí toda la lidia y la de mis compañeros, y la gente se pensaba que no tenía nada porque no cambié ni el gesto. Y al día siguiente, de hecho, vi en los medios de comunicación que Ritter había sufrido una cornada en el escroto, cuando aquello me tuvo quince días en el hospital y casi pierdo un testículo. Eso no puede ser, y veo que el toreo se está yendo por ahí», explica el matador.
Era su oportunidad de abandonar el banquillo, es verdad. Fue capaz de pasear dos orejas de mucha brega, y aún así se quedó fuera. «Tampoco eso es nuevo para toreros en mi situación. Yo sé que tengo que ir a jugarme la vida a Alés, a Francia, con una del Cura de Valverde que es la más amplia que he visto en mi vida, pero no puedo protestar, porque es peor quedarse en casa. Y esa es la única bala que tiene en la recámara un tío como yo, que encima no tengo apoderado en este momento. Pero es lo que hay y es lo que me transmitieron: un torero puede dar muchas cosas, pero nunca lástima», espeta Sebastián.
Porque lo que está en juego es la vida que él mismo pone.