ANECDOTARIO

Alonso Pérez, el picador que ingresó en la orden de San Francisco de Paúl y le obligaron a dejar su profesión


sábado 4 marzo, 2023

El amor por Dios de este fraile no quebrantó su pasión por el mundo de los toros, pero sí fue obligado a dejar su profesión de picador.

Valdemorillo
Detalle en la plaza de toros de Valdemorillo. © Luis Sánchez Olmedo

La historia del toreo se escribe en torno a lo que sucede cada tarde en el ruedo de una plaza . Toro y torero brindan un espectáculo único en el que la gloria y el drama pasean de la mano. Muchas han sido las historias que se han trasmitido por el boca a boca, esas que se engrandecían según se iban contando, una época donde no existían esas redes sociales que hoy lo inundan todo, años en los que la sociedad iba a otro ritmo.

El saber contarlo también era muy importante, ¿cuántas faenas se han engrandecido tras pasar de unos a otros? Pues algo así ocurría en el siglo pasado con esas anécdotas que tenían relación con aquello que pasaba alrededor de un festejo taurino. Eran tiempos donde no existían imágenes, donde tenías que creerte de la palabra del otro, por tanto, había que fiarse a pies juntillas de aquel que había presenciado ese momento y que te contaba la historia según le parecía.

Pero la tauromaquia va más allá y la Fiesta no sería fiesta sin multitud de curiosidades y anécdotas que giran a su alrededor. Unas son simples chascarrillos que no pasan de ahí, pero otras trascienden llegando a cobrar notoriedad por el trasfondo de las mismas. De aventuras rocambolescas a manías, rarezas, dimes y diretes, secretos… todo ello para darle algo de salsa a la fiesta de los toros, esa que siempre ha tenido un halo diferente al resto.

Una de esas historias curiosas tiene que ver con un fraile de la orden de San Francisco de Paúl, un gran aficionado al mundo del toro que se cortó la coleta por motivos relacionados con su profesión como ‘hombre de Dios’. En este caso, más que la coleta, se quitó el castoreño tras ir siempre a lomos de un caballo. Esa que hoy contamos para que los aficionados sigan empapándose de esa tauromaquia tan rica y que antaño no tenía la espada de Damocles sobre la cabeza.

Una historia que conocíamos por el boca a boca de los aficionados de Sevilla y Jerez, pero que gracias a los compañeros de El Diario de Jerez podemos ponerla en contexto: «Hubo un fraile mínimo de la orden de San Francisco de Paúl, en el convento de La Victoria, en la calle Porvera -donde hoy está la Escuela de Arte-, llamado Alonso Pérez, natural de Medina Sidonia, que antes que fraile había sido picador de toros y que, aun vistiendo los hábitos, continuaba ejerciendo su profesión, tanto en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, como en otras plazas; hasta que sus superiores se lo prohibieron. No obstante, el buen hombre siguió con su afición, no perdiéndose ninguna de las corridas que se daban en el Arenal, las que presenciaba desde el palco de sus amigos los franciscanos, con su correspondiente escupidera, debajo del asiento».

Sin duda una anécdota curiosa que ocurrió en la baja Andalucía, un lugar donde la Fiesta de los toros tiene un gran arraigo popular por la idiosincrasia de esta zona, algo que también ocurre en gran parte de nuestra piel de toro, esa que no cuenta con el beneplácito de ciertos sectores de una sociedad demasiado centrada en mirarse el ombligo. Ahora miramos hacia atrás para conocer esa España donde la tauromaquia sentía un gran respeto por todo aquel que de una forma u otra se ponía delante de un animal bravo.