En los últimos meses, algunos cosos taurinos están siendo testigos de un fenómeno preocupante: la creciente falta de respeto y educación por parte de ciertos aficionados que entorpecen el normal desarrollo de los espectáculos. Gritos fuera de lugar, comentarios irrespetuosos, abucheos sin criterio e incluso escenas de jaleo impropio están empañando la liturgia de la corrida. No se trata de casos aislados: plazas tan significativas como Madrid, Santander o Astorga han vivido episodios recientes que deberían encender todas las alarmas.
La falta de valores que se percibe en otros ámbitos de la sociedad está encontrando también su hueco en el toreo, contaminando un espacio que siempre ha exigido silencio, atención y respeto. En un espectáculo donde la vida del torero está en juego cada tarde, cualquier elemento que altere la concentración del hombre o del animal puede tener consecuencias fatales. Una distracción provocada por un grito inoportuno o una discusión en las gradas puede hacer que el animal reaccione de forma inesperada, exponiendo al torero a un percance evitable. En muchas ocasiones, estos comportamientos vienen acompañados de consumo excesivo de alcohol, lo que multiplica la irresponsabilidad y agrava el problema.
La tauromaquia, como expresión cultural, no puede permitirse caer en la banalidad ni en el desorden. Es responsabilidad de todos —aficionados, autoridades y empresarios— cortar de raíz esta deriva antes de que se convierta en costumbre. Las plazas deben recuperar su carácter sagrado, donde se acude a sentir y a entender, no a desahogar frustraciones o a protagonizar espectáculos dantescos. Si no se actúa con firmeza, corremos el riesgo de que esta falta de civismo se instale y manche la Fiesta de los toros.
Santander ha sido protagonista recientemente de esta corriente que antes mencionábamos: “Ha tenido que intervenir la policía al término del cuarto novillo. Cuando Diego Bastos arrancaba en la suerte suprema, un espectador gritó: ‘¡Como si fuera Sánchez!’, malogrando la estocada de Bastos, que pinchó. Al parecer, fue el caballero del polo amarillo. Ha sido expulsado”. No es la primera vez que, desde el tendido, molestan a quienes se están jugando la vida. Sin ir más lejos, el pasado jueves en Las Ventas, El Mene sufrió en primera persona la falta de educación de un espectador que vociferó justo cuando el aragonés estaba enfilado para estoquear al primer utrero de su lote.
Ha tenido que intervenir la policía al término del cuarto novillo. Cuando Diego Bastos arrancaba en la suerte suprema un espectador gritó: “¡Como si fuera Sánchez!”, malogrando la estocada de Bastos, que pinchó. Al parecer fue el caballero del polo amarillo. Ha sido expulsado. pic.twitter.com/d0YaRwSGUP
— Gonzalo (@GomezGuadalupeG) July 19, 2025
Da igual el mensaje o la consigna: en una plaza de toros no se va a gritar, y menos aún en un momento tan delicado como la suerte suprema. En Madrid, el individuo en cuestión no fue expulsado de la plaza, algo que sí ocurrió en Santander. Hasta ese lugar del tendido se personaron tanto la seguridad del coso como la policía, invitando a esta persona a abandonar su ubicación y marcharse.
Mucha gente aplaudió el gesto de poner “de patitas en la calle” a quienes no respetan la liturgia de la lidia. Un acto vergonzoso que, al igual que ocurre en el deporte, debería obligar a sus propios compañeros de localidad a avisar a la autoridad correspondiente para que ese individuo sea identificado y expulsado del recinto. Por desgracia, esta corriente se está repitiendo más de la cuenta en los cosos españoles: “Esta tarde en Astorga alguno también ha hecho la misma tontería. Una de las piedras angulares de la Fiesta es el respeto y la educación, y se está perdiendo. Aunque no me sorprende, porque en la sociedad en general ya se ha perdido hace mucho”, comentaba un usuario en X.