Los ganaderos de bravo son los auténticos sufridores de estos dos años que llevamos de pandemia. Cargan sobre sus espaldas todo el peso de una crisis que está afectando de forma directa a nuestros criadores de lidia. Desde que en 2020 nos sacudiera esta crisis sanitaria, han sido ellos los que siguen apretando los dientes para no tener que bajar la persiana de sus explotaciones.
2020 fue un año durísimo, los festejos cayeron en un porcentaje altísimo y los ganaderos se vieron obligados a mandar gran parte de sus camadas al matadero. Nunca, ni en periodo de guerras ni en Gripe de 1918, dejaron de celebrarse festejos taurinos en España como en ese terrorífico 2020. El toro bravo es especial, ya que es a partir de los cuatro años, y como máximo hasta los seis, cuando alcanza el potencial de bravura que se requiere para la lidia. Además de la ruina económica, hay otro desastre en ciernes, el ecológico. El toro es un elemento que conserva la naturaleza. En la dehesa favorece la convivencia con otras especies, mucho más que el ganado manso. Por todo ello si desaparecen las ganaderías de bravo tendríamos un grave problema ecológico que afectaría de forma directa a nuestro entorno.
Los ganaderos son los auténticos héroes, subsisten a duras penas, pelean por seguir adelante, muchos de ellos con grandes agujeros económicos que difícilmente cerrarán. Por si fuera poco, tras un 2020 letal muchos ganaderos vieron como hace un año tuvieron que luchar contra Filomena, un temporal que sacudió con grandes nevadas y temperaturas bajo cero a gran parte de la península. Un temporal siempre es buena señal para una ganadería brava, ya que el agua es una buena noticia porque con ella trae el crecimiento del pasto y, por ende, que el ganadero gaste menos en pienso. Pero también trajo consecuencias trágicas.
Así puso Filomena entre la espada y la pared a los ganaderos de lidia
Unas nevadas que en un primer momento pintaban de blanco nuestros campos, le daban un toque distinto a las dehesas, pero que más tarde se convirtieron en un quebradero de cabeza para los ganaderos. A partir de 20 centímetros ya no se podía entrar con los coches, lo que sin duda dificultaba poder localizar a los animales. Los tractores eran el único medio para salir a repasar a los animales. Uno de los mayores problemas era como alimentar al ganado, los animales con el frío no podían pasar mucho tiempo sin comer, esto unido a las dificultades para acceder a ellos ponía en jaque a los ganaderos.
Pienso en helicópteros en ganaderos como el de Los Eulogios
En lugares como la ganadería de Los Eulogios, en la Comunidad de Madrid, se optó por llevar la paja mediante helicópteros hasta zonas de difícil acceso; en otros lugares las explotaciones se pusieron de acuerdo para arrimar el hombro. Toda ayuda era poca para salvar del frío y el hambre al ganado. Pero en muchos casos la tragedia fue inevitable. Sobre todo en el caso de becerros de corta edad, los cuales no superaron el temporal y fallecieron. También hubo vacas que no superaron el temporal, un golpe durísimo para unos ganaderos que ya estaban extenuados por culpa de la pandemia.
El caso de la ganadería de El Uno
Uno de esos casos dramáticos fue el de la ganadería de El Uno. Más de cien animales murieron esa semana congelados en la nieve de esta finca, ubicada en la provincia de Guadalajara. Los últimos coletazos de Filomena se cobraron la vida de un centenar de reses bravas en esta ganadería, arruinando el futuro de José María López, torero y ganadero de este hierro.
También recordamos la dura imagen de tres becerros muertos de Aurelio Hernando en la nieve.
A pesar de ser el año más duro, tras un 2020 en el que la pandemia los atizó por completo, a pesar de no haber vendido prácticamente ningún toro, a pesar de estar coartados por un Gobierno que maltrataba a la tauromaquia, los ganaderos seguían dando una lección de ecologismo. Esos ganaderos que hace un año vivieron es sus carnes el olvido de muchos de esos que enarbolan la bandera del animalismo, de esos que supuestamente velan por los intereses de los animales, esos que no asomaron la cabeza, que no arrimaron el hombro para ayudar a ganaderos que dan su vida por el toro bravo.
Se cumple un año desde que Filomena hiciera acto de presencia y aún muchos ganaderos no se han recuperado. Salvo las ayudas que han recibido de algunas Comunidades Autónomas aún andan esperando que el gobierno les ayude. Pero son conscientes de que esa ayuda no va a llegar. Ahora que parece que se ve la luz tras el túnel y que las cosas poco a poco mejoran no hay que olvidar el trabajo titánico que están haciendo las gentes del campo, esos que si se pueden considerar ecologistas y animalistas.