La ganadería de Dolores Aguirre tiene una historia muy particular, una divisa que pese al tiempo no ha perdido esa seña de identidad que le dar el toro bravo. Su historia data de 1941 al comprarle José Castellano Duque a don Eustaquio Parrilla la ganadería que este poseía. Posteriormente pasó a sus hijos y de ahí a Dña. Pilar Cobaleda, la cual la anunció como Campocerrado, variando el hierro y la divisa primitiva y formándola con reses de Atanasio Fernández.
Más adelante en 1971 fue adquirida por la Condesa de Donadío, que varió el hierro adquiriendo un lote de hembras de Atanasio Fernández para aumentar la ganadería, llegando finalmente a manos de Dolores Aguirre Ybarra en 1977 por consejo de Antonio Ordoñez. Al no convencerle de toda esta sangre le añadió simiente del Conde de la Corte, la cual con el tiempo le dio grandes satisfacciones. La adquisición de los sementales ‘Aris’ y ‘Tamaris’ fueron claves para el devenir de la ganadería. Tras fallecer en el 2013 tomó las riendas de su vacada María Isabel Lipperheide Aguirre, hija de la ganadera vasca.
Aquí pese a seguir a rajatabla ciertas tradiciones no impera el inmovilismo, es decir, si algo es beneficioso para el toro bravo se hace, independientemente que obligue a cambiar una forma de trabajar. Eso sucedió con el corredero, una forma de tener al toro en forma y evitar las peleas en los momentos más complicados del año. Aquí los animales recorren seis kilómetros varias veces en semana. Unos toros que una vez cogen la forma galopan por el corredero a una velocidad importante.
Unos toros que gracias a estas carreras cogen el fondo necesario para su lidia en la plaza, unos animales que al estar siempre juntos tanto en el cercado como en el corredero se conocen a la perfección, algo que hace que se hermanen mucho más. Ellos se conocen por el olor, visualmente también, pero el olor es fundamental. El correr uno al lado del otro, el revolverse entre ellos, el echarse las babas unos a otros ayudará a que esos toros hagan buenas migas entre ellos y formen una piña como se suele decir.
Éste es un corredero que está adaptado al toro bravo, el terreno es arenoso y blando, algo que ayuda a no desgastar las pezuñas de los toros. Un corredero ondulado donde los toros se regulan en la carrera, de ahí que la labor del vaquero y el mayoral sea esencial a la hora de arrearlos para que no se frenen. Una carrera de fondo que ayuda a los toros a coger fondo para su posterior lidia en la plaza.