Dentro de la historia del toreo hay un amplio número de matadores de toros que son protagonistas de geniales obras, ya sean mediante biografías o novelas. Juan Belmonte, matador de toros escrito por Chaves Nogales es una de las mejores biografías escritas en España durante el siglo XX. Otro de los toreros más importante de la historia también tiene su hueco dentro de las librerías de los aficionados: José Gómez Ortega, matador de toros que tiene un libro gracias al empeño de Paco Aguado. El rey de los toreros: Joselito el Gallo es una obra cumbre que coloca en su justo lugar a un espada único.
Amén de ellos otros espadas contemporáneos como José Miguel Arroyo ‘Joselito’, Manuel Jesús ‘El Cid’ o Julián López ‘El Juli’, entre otros, también tienen en el mercado obras donde se narra su vida dentro y fuera de los ruedos. Y a ese se suma recientemente Cristina Sánchez, mujer que rompió moldes y que hizo historia en los ruedos, esa que habla sin tapujos en un libro titulado Mujer y torero, editado por El Paseíllo. Su relato mezcla el mundo de la tauromaquia, la profesión, el éxito, el arte, el espectáculo, su historia, la superación, las mentalidades de cada época con el hecho de ser mujer.
En una entrevista concedida a ABC la pasada semana, Cristina Sánchez habla sin tapujos de todo lo vivido durante su carrera: “Las etiquetas duelen. Me llamaban valiente, pionera, pero también me cuestionaban constantemente. Nadie me enseñó a gestionar eso, así que avancé con una mochila de miedos y responsabilidades desde muy joven”. Pero en esa profunda entrevista también habló de los vetos sufridos por algunos espadas que se negaron a anunciarse con ella.

Si bien es cierto que muchos de ellos no pusieron pega alguna si existieron espadas que se negaron a anunciarse con la espada madrileña. Curro Romero y Manzanares estuvieron presentes el día de su alternativa en Nimes. Curro Vázquez y David Luguillano se la confirmaron en Madrid, muestras que Miguel Espinosa “Armillita Chico” y Alejandro Silveti hicieron lo propio en La México. “No voy a negar una evidencia: los vetos existieron, pero no fueron tantos como la gente cree. Cuando salía un veto, parecía que me habían vetado todos. Algunos toreros, una minoría, no veían bien torear con una mujer, pero el 95% sí quería compartir cartel conmigo”, explicaba en la citada entrevista realizada por Rosario Pérez.
Según se hace constar en el propio libro y explica la propia espada madrileña en la entrevista, “hay dos compañeros que han tenido el valor de reconocerlo y un tercero que no lo ha dicho. Los dos que dieron la cara fueron Joselito y Francisco Rivera Ordóñez, el tercero de ellos, a la chita callando, también se negó rotundamente a torear conmigo, aunque nunca me lo haya querido reconocer” .
Respecto al espada madrileño, Cristina le quitaba algo de hierro al asunto tras varias conversaciones entre ellos: “José, que me imponía tanto y me hacía siempre sentirme pequeña a su lado, me lo reconoció incluso con esa naturalidad propia de un tío tan legal como es él, sin la soberbia y la impostura de otros. Para mí, chapó”, comenta Cristina en este libro que cuenta con la inestimable colaboración de Paco Aguado.
Ya en su día Curro Romero dejó una frase lapidaria que hoy en día toma mayor fuerza si cabe: “Si el toreo es caricia, las mujeres acariciáis mejor”. En pleno 2025 existen un ramillete de mujeres que siguen luchando por un sueño. Rocío Romero, Olga Casado, Carla Otero o Miriam Cabas son algunas de esas toreras que sueñan con poder llegar a alcanzar cotas importantes en el toreo. A caballo anda asentada en la élite Lea Vicens, mujer que prácticamente está acartelada en todas las ferias de postín de España y Francia.