Tras reaparecer el pasado año en la plaza de toros de Almería, Emilio de Justo ha continuado un lógico proceso de adaptación a la embestida del toro y a la exigencia de los públicos. El extremeño, pese a encontrarse apto para volver a la cara del toro tras el terrible percance de Madrid, debía hacer una pretemporada toreando en cosos de menor entidad para llegar a los primeros compromisos de 2023, totalmente recuperado tanto física como mentalmente.
Un Emilio de Justo que siempre ese ha mostrado igual de transparente tanto en el ruedo como fuera de ellos, algo que pueden dar fe sus más allegados. Esa cuadrilla que sigue convencida de estar en el lugar correcto y con el espada indicado para evolucionar como toreros, ya sean de plata o de oro. Sería en el mes de diciembre del pasado año cuando Emilio disipó todos los rumores habidos y por haber con la confirmación de los hombres que irían a su lado en esta campaña.
Juan Bernal y Germán González como varilargueros, Manuel Ángel Gómez Odero y Morenito de Arlés como banderilleros y como banderilleros y Pérez Valcarce como tercero, los cuales conforman una de las cuadrillas más sólidas y engrasadas del escalafón, esa que sigue contando con Alberto García como apoderado y cabeza visible de un proyecto totalmente consolidado. Sin duda un equipo de altura para uno de los toreros más esperados por la afición.
De Justo, tomo, por tanto, la decisión de seguir confiando en aquellos que estuvieron a su lado durante la dura campaña de 2022. El cacereño sigue este 2023 junto a un equipo muy consolidado, una cuadrilla que cuanta con picadores y banderilleros de alto nivel, esos que no dudaron ni un instante en seguir con su jefe de filas pese a verlo todo muy negro tras el grave percance sufrido en Madrid por un toro de Pallarés.
Un torero que por méritos propios se había ganado estar anunciado en las principales ferias de España, Francia y América, así como en los carteles de mayor fuste, algo que no siempre sucedió. Emilio poco a poco iba notando que los aficionados más exigentes le iban mirando con otros ojos, ya no con el que viene de atrás ascendiendo de forma notable, sino con los que da ver a un espada asentado en los puestos de privilegio, esos donde tomar el rebufo no se consiente.
Un año donde ha cosechado triunfos importantes, pero donde también se abrió una breve grieta al palpar ese aficionado venteño que Emilio no había alcanzado —en ocasiones— el nivel que le exigían sus oponentes. Un torero que pese a todo ello ha seguido ahondando en su toreo y buscando volver a subir al carro a los más escépticos, eso que ya no lo ven con los mismos ojos que antaño.