El toreo ha despedido, este domingo, a Pepe Luis Vázquez. Numerosos rostros conocidos de la tauromaquia han dado el último adiós al maestro con una misa en el tanatorio de la SE-30 este domingo; posteriormente, ha sido incinerado.
El matador de toros sevillano era hijo de Pepe Luis Vázquez Garcés y sobrino de Manolo Vázquez, dos espadas con los que la afición de Sevilla siempre se sintió muy identificada.
La sensibilidad de un torero honesto
Sus amigos decían de él que ante todo era un hombre bueno, una persona sencilla, un torero que nunca fue capaz de engañar a ese público que acudía a los tendidos para verle. Pepe Luis era en el ruedo como más tarde demostraba en la calle, su mirada noble y su voz templada nunca tuvieron dobleces, era un hombre intachable, una persona querida por todo aquel que estaba a su lado. En más de una ocasión declaró lo siguiente: “Para mí el toreo es cabeza y muñecas después alma claro está. Si tú eres capaz de ponérsela y llevarla con suavidad se templan también con tu temple”.
Su última entrevista se la concedió a Eduardo Dávila Miura, torero con el que siempre tuvo una muy buena relación. “Es más fácil mentir con la palabra que con la muleta. Con la muleta no podía mentir se me veía desde muy lejos. Para estar regular prefiero no estar” declaró en esa citada entrevista. Una máxima que siempre llevó a gala, no podía ser de otra forma, Pepe Luis Vázquez era fiel a una forma de hacer el toreo, sabía que podía acarrearle broncas y desencanto por parte de la crítica, pero así era él.
De los Vázquez todavía queda Manuel, novillero con formas muy toreras y con un camino largo por recorrer. Pepe Luis no podrá verle tomar esa alternativa en la plaza de toros de Cortegana, sin duda alguna la verá, Si Dios Quiere, desde al cielo junto a su padre y su tío, dos toreros que como él nunca quisieron engañar al toro, sino convencerlo con esa mirada bondadosa con la que trataba a todo aquel que se le acercaba.
Ya lo dijo el recordado Pepe Alameda, “Y el torero plegó el capote como una dama cuando cierra el abanico”, y a mí me viene a la cabeza esa media al toro de Núñez en Sevilla. “Pepe Luis hijo mío, ve terminando de recoger el capote que el torito está cansao de seguir el vuelo tras tu cintura”. Se fue otro torero irrepetible, un hombre cauto, ese que convencía a los animales con la caricia y el sutil con la que embarcaba su embestida. Se ha ido y ya se le echa de menos, Descanse en Paz, Maestro.
Pepe Luis, el (pen)último eslabón de la saga de los Vázquez
Pepe Luis tomó la alternativa en el mismo coso donde tenzó por última vez el paseíllo, fue un 19 de abril de 1981 y ante toros de la divisa de Jandilla. Una corrida muy especial a hacer las veces de padrino su tío Manolo Vázquez y de testigo otra de las figuras icónicas de la ciudad, Curro Romero. Confirmaría en Madrid el 23 de mayo de ese mismo año anunciándose también en el cartel su tío Manolo en un cartel donde se lidió una corrida de la familia González y en la que hizo las veces de testigo Curro Vázquez.
Pese a no alcanzar las cotas artísticas de su padre y su tío, Pepe Luis siempre fue un torero que gustó a la afición hispalense, un espada que dejó su sello en el dorado albero maestrante. Una carrera llena de cimas y de simas que no emborronó para nada la figura de un espada que ha sido referente para muchos que compañeros, espadas que bebieron de sus fuentes para seguir evolucionando como toreros. Uno de ellos fue Morante de la Puebla, espada que compartió tardes junto a Pepe Luis en cosos como Utrera, Illescas o Granada, plaza esta donde realizó su última gran obra, esa que los aficionados todavía guardan en su memoria pese al paso de los años.