Ser torero es una profesión, pues como tal cotizan a la Seguridad Social (la misma, por cierto, que dejó al pairo a muchos en lo peor de la pandemia). Una profesión de riesgo, además: en ella se pone la vida en juego. Pero ser torero es mucho más, claro.
En ese mucho más va la condición de últimos héroes románticos, capaces además de gestas y gestos que los trascienden. También solidarios.
La historia del toreo da cuenta de infinidad de gestas y gestos de toda índole de los toreros. Una sola vocal, la a, los diferencia, pero en ocasiones los unen. Y gesta y gesto van de la mano, a lo grande, con los seis toros de Miura que Antonio Ferrera lidiará en solitario en la próxima Feria de San Fermín.
El propio torero explica en un comunicado los motivos que le llevan a afrontar tal desafío, así como la finalidad benéfica del mismo: nada menos que la integridad de sus honorarios en donación a la Casa de Misericordia y su ejemplar labor, tan condicionada por los dos años de pandemia y sin toros en Pamplona, fuente de su financiación.
Antonio Ferrera ante seis miuras en Pamplona, una gesta. Ferrera sin cobrar, para que gane la Casa de Misericordia, un gesto. Y viceversa.
Antonio Ferrera, en sus veinticinco temporadas como matador de toros, las ha visto de todos los colores y su tauromaquia, más que evolucionar, se ha convulsionado hasta llegar ahora a un punto de imprevisibilidad, que a veces choca y siempre interesa.
No debería- creo- caer la gesta y el gesto de Antonio Ferrera en un suma y sigue de tantos festejos como los que últimamente se anuncian de un solo torero, a veces sin mayor justificación. Lo suyo es un gesto y una gesta de proporciones mayúsculas. Y como tal, quien esto firma se lo reconoce y aplaude.
