En un rincón estratégico de la provincia de Cádiz, donde la tierra es generosa en pastos y agua, se levanta El Taramal. Esta finca, situada en San José del Valle y a tan solo treinta minutos de Jerez de la Frontera, no es una simple explotación ganadera: es un proyecto con alma de un aragonés que también tiene ganado manso, caballar y coto de caza. Son más de 600 hectáreas de terreno fértil, un entorno privilegiado que combina el vigor del toro bravo con una apuesta por el campo andaluz en toda su riqueza.
Quien está detrás de la compra de esta finca es Juan José Vera, un empresario aragonés que jamás imaginó terminar vinculado al mundo del toro. La idea inicial era más sencilla: encontrar un lugar para retirarse en el sur, en la provincia de Cádiz. Sin embargo, el azar y la afición hicieron el resto. “No era esto lo que buscaba, pero al ver la finca sentí que era el sitio”, confesaba a este medio. Esa chispa inicial se avivó con el tiempo, alimentada por amistades como la que mantiene con Borja Domecq y la cercanía de ganaderos como Ricardo Gallardo y Santiago Domecq, referentes en la zona.
Aunque el aragonés ya ha pasado los setenta, el empuje generacional ha sido clave para que este proyecto no se quede solo en una ilusión personal. La verdadera fuerza motriz está en su nieto, un apasionado del toro desde niño. “Él fue uno de los motivos por los que decidí lanzarme”, admite. Su hijo, por su parte, tardó más en conectar con la idea, pero fue el contacto directo con el toro bravo en el campo lo que acabó por convencerlo.
El núcleo ganadero de El Taramal se cimenta sobre una base muy concreta. Juan José decidió apostar por una línea que conocía bien y que tenía a escasos metros: la de Fuente Ymbro. “Me traje una treintena de vacas con sus respectivas rastras y un semental. Es un toro con empuje, raza y al mismo tiempo nobleza, capaz de dejar faenas importantes”, explica. Tener como vecino a Ricardo Gallardo facilitó mucho la operación y la posterior adaptación del ganado.
En cuanto a la gestión genética, Vera es claro: no ha querido mezclar procedencias. “Con las vacas marcadas con el hierro de Fuente Ymbro, lo lógico era mantener la línea tal cual, sin introducir elementos externos, de ahí que por el momento la lleve en pureza junto a un semental venido de Los Romerales”, nos cuenta. Esa coherencia también se extiende a otros lotes que mantiene en la finca: uno también en pureza de Núñez del Cuvillo y otros donde las vacas llevan la sangre antes mencionada, siendo los sementales de Santiago Domecq.
El Taramal no es solo un terreno, ni una colección de reses de prestigio bajo un nuevo hierro: es el resultado de una pasión tardía que ha encontrado continuidad en las siguientes generaciones. En ese equilibrio entre tradición y futuro, entre el capricho personal y el proyecto familiar, se entiende el verdadero sentido de esta finca gaditana. Una historia nacida del azar, pero que ya avanza con rumbo claro por el campo bravo.