José Tomás, pese a todo lo que se está escribiendo sobre su persona, es el primero que sabe que las cosas no rodaron como deberían en la tarde de ayer. Su nivel de exigencia está a unos niveles que el triunfo simple o carente de pulso no va con su personalidad. Una tarde en la que se fue calentando poco a poco, en la que fue tomándole el pulso a la misma conforme avanzaban los toros y en la que tras la muerte del último se encontraba ya caliente para afrontar la salida de quinto y sexto. En esta ocasión esa posibilidad no se podía dar debido a que eran cuatro toros los anunciados y no seis.
De ahí que tras la disconformidad del público, primero; no paseara la oreja del tercero de la tarde, y segundo; no saliera en hombros como así le permitían las dos orejas cortadas. Según nos contó nuestro compañero David Jaramillo, «muy cruzado, asentado donde aquello quema, jugó los vuelos al ojo contrario del toro, que tomó la muleta con una calidad pasmosa hasta el final, allá, detrás de la cintura del torero. Que repitió si magia una y otra vez, cuajando dos series rotundas. Quizá tardías para algunos que llegaron a pitar la oreja que se le concedió tras la estocada, y que hicieron que el propio torero dejara el trofeo en la arena antes de dar la vuelta al ruedo. El público esperaba más. Pero esos naturales quedaron ahí»
José Tomás se negó- por tanto- a pasear una oreja cortada al natural al tercero, una obra en la que por momentos recordó a ese torero que lleva a ingente cantidad de aficionados allí donde torea, donde se anuncia. No la paseó por respeto a una afición que se mostró dividida con la concesión, el por dentro sabía el peso que tenía la misma, y ante el barullo generado decidió dar la vuelta al ruedo sin el despojo en la mano.
Un gesto que le da valor a lo que hizo, a como se puso delante de un animal de Victoriano que tuvo virtudes pero casi todas hubo que sacárselas a base de colocación, alturas y mucho compromiso. Fue una faena que a José le debe valer más interiormente que numéricamente, puesto que fue el punto de inflexión de una tarde que caminaba por el alambre. El madrileño sabe que cosas hay que cambiar de cara al próximo 7 de agosto, que no se debe repetir, donde ahondar más para que no se le vuelva a pitar una oreja concedida.
Faltaron muchas cosas ayer, no se redondeó una tarde que estaba diseñada para el disfrute del público y el toreo del espada, una tarde en la que el ganado no estuvo a la altura que se esperaba, entre otras cosas porque faltaba ese hombres que te apagaba un fuego sin despeinarse, ese que entre bambalinas tejía los hilos de la tarde,e se hombre que conocía cada toro, cada reata de esas casa ganaderas de postín. Tenía una enciclopedia en la cabeza llena de reatas, de notas en las que sin mirar una libreta encontraba ese animal idóneo para cada cita. Sin su presencia todo es más difícil porque si José Tomás en un mito delante de la cara del toro, Joaquín Ramos lo era en el campo, y ese tipo de personas por mucho que se busquen no se encuentran en la sede del INEM.