El campo bravo es el laboratorio donde los ganaderos pulen ese tesoro genético que tienen entre manos. La tienta de machos y hembras es junto a la elección de los lotes de vacas el momento clave de una ganadería. El conseguir mezclar y unificar caracteres es algo sumamente complicado, no saliendo siempre aquello que el propio ganadero tiene en la cabeza. Las labores de tientas permiten comprobar la transmisión de esos caracteres que un determinado semental tiene con las vacas, algo que te indica el camino por donde transitar.
Uno de los ganaderos más activos en redes sociales es Javier Núñez, criador de bravo que no duda en compartir con sus seguidores el día a día en su explotación de bravo. Javier es un hombre que poco a poco ha conseguido dotar de regularidad a un proyecto que está supeditado al capricho de la genética. Pese a ello ha ido encontrando ese tipo de embestida que le apasiona como aficionado, un toro que reúne las características para que se puedan ver grandes faenas en el ruedo.
Fruto de esa regularidad y de las virtudes que aúnan sus ejemplares en la plaza, son muchos los matadores de toros que eligen sus animales para anunciarse durante la temporada. Para que esto se lleve a cabo es importantísimo que los toreros conozcan la ganadería en profundidad, es decir, que entiendan a la perfección aquello que piden los animales en cada momento. Por eso es fundamental que se hayan puesto delante de machos y hembras en el campo, el tener la máxima información posible te hace confiar en ellos, saber que van a sacar ese fondo que necesita el torero para entregarse plenamente.
Javier tiene un sin fin de anécdotas vividas con una importante amalgama de toreros, espadas con los que vivió momentos que siempre tendrá guardados en la memoria. Uno de ellas tiene que ver con José Tomás y un toro de la casa de nombre Navegante, ejemplar que no se quemó (torear en el campo) ni tampoco se lidió en ninguna Feria importante. Fue a puerta cerrada en el coso madrileño de Valdemorillo: allí el diestro de Galapagar se disponía a torear, como si de un festejo de luces se tratase, varios animales de cara a su reaparición en Jaén tras la pandemia.
Tras repasar la camada se acabó eligiendo un animal de unas hechuras primorosas, un ejemplar hijo del 17 Abandonado, semental que había dejado tras de sí 9 sementales, 66 hijos vivos, 48 vacas madres, amén de esos becerros y becerras que debían nacer a partir de mes de octubre del pasado año. Un toro con el que José Tomás se sintió pleno, un astado que no falló, ese que acabaría ganándose la vida tras la negativa del de Galapagar de darle muerte.
Volvió al campo y Javier le asignó un lote de vacas con el que estaría varios meses antes de finalizar la cubrición. Un ejemplar que mercó profundamente a un diestro que desconocía su historia, esa que el propio Javier Núñez quiso contar en sus redes tras la muerte del citado Abandonado: “Una vez que conseguimos meter al toro en los corrales para curarlo este volvió al campo. Un día me di cuenta del nombre y se lo dije al maestro y me dijo “un Navegante, casi me quita la vida y yo se la he dado a otro navegante”. Historias bonitas”.
Pero este no fue el único astado con ese nombre que marcó la vida de un torero irrepetible. Como ya escribió Carlos Loret de Mola para El País en mayo del 2014: “Navegante estuvo cerca de convertirse en verdugo de José Tomás, el último mesías de los ruedos. El madrileño lleva grabada a fuego aquella descomunal herida de aquel astado convertido en icono literario”.
El 30- navegante lo compró el maestro de cara a su preparación para la corrida de Jaén. Lo disfrutó tanto que cuando llegó la hora de matarlo le dijo a mi padre que no lo mataba, que un toro así no se podía morir. Tardaron más de tres horas en meterlo en los corrales. Volvió al…
— La_Palmosilla,Oficial (@palmosilla) June 5, 2023