No todo son las ganaderías de la élite ni los toreros de la parte alta del escalafón. En nuestra piel de toro existen un gran número de divisas que buscan seguir caminando en este difícil mundo del ganado bravo. Hombres y mujeres que invierten su dinero y su tiempo por llegar a conseguir su sueño. Este es el caso de José Manuel Galán, un ganadero que en 2012 cumplió ese sueño que tenía desde niño.
En las cercanías de Sonseca, Toledo, se encuentra la finca donde da cobijo a su proyecto ganadero, un proyecto que con el paso de los años está intentando consolidar a base de buenas decisiones. José Manuel tiene muy claro el tipo de toro que quiere criar, tanto en sus hechuras como en su comportamiento, por ello, no duda en desechar animales si no están dentro de los parámetros que él cree correctos.
Una ganadería no muy larga en número de animales, pero con una genealogía muy definid; Galán, sabe que para no caer en la consanguinidad es necesario tener las líneas muy abiertas, más si cabe cuando el número de vacas no es alto. Por todo ello, camina con pies de plomo disfrutando de este sueño que en 2012 logró convertirlo en realidad. Ahora, con la temporada de 2023 a la vuelta de la esquina, prepara a sus novillos a conciencia para los compromisos venideros, esos que servirán de piedra de toque para ver dónde se encuentra actualmente esta divisa toledana.
Por todo ello queríamos hablar con José Manuel, conocer un poco más como nació este proyecto ganadero y hacia dónde quiere llevarlo. En una época donde la competencia es feroz es de alabar que un ganadero modesto siga luchando por sobrevivir en un mundo donde nadie dispara con balas de fogueo. Nos adentramos en La Olivilla para conocer una nueva ganadería de bravo de sangre Osborne-Domecq, un proyecto apasionante en plena Castilla la Mancha.
«La Olivilla nace en 2012. Mi ilusión siempre había sido ser ganadero de bravo y siempre me ha gustado el encaste Domecq, por lo que lo conseguí. En primer lugar, me fui a los Hermanos Valenzuela en Marmolejo (Jaén), de donde me traje un lote de vacas viejas, varias eralas y utreras sin tentar, además de un semental. Cuando llegué aquí, retentamos todas las vacas viejas, tenté las eralas y con eso comencé a funcionar junto con un semental de Bellos Montes», nos relataba José Manuel Galán nada más comenzar la entrevista.
Pero la ganadería se compone de más sangres, de otros hierros que le dieron un sello muy particular a esta vacada de nuevo cuño: «Ese fue el comienzo de la ganadería y, a los dos años, metí otro lote de Núñez del Cuvillo y refresqué con un lote de vacas de ese encaste. También he comprado algún semental a Conde de Mayalde y, el año de la pandemia, compré un semental a Bellos Montes, además de algún semental que he traído de él también».
Con el paso de los años, poco a poco se fueron puliendo los defectos, afinando la ganadería e intentando conseguir vacas y sementales con el fenotipo y el comportamiento que José Manuel tenía en la cabeza. Fueron años de tentar y retentar animales, de buscar esa embestida soñada, de ahondar en una sangre proveniente de ganaderías con caracteres muy fijados. Poco a poco se fue consiguiendo, algo que, sin duda, ayudaba a no perder la fe.
Un trabajo de La Olivilla que se vio recompensado en el ruedo, ahí donde la exigencia no es baladí. Un novillo de la casa se ganaba la vida gracias a su bravura y su nobleza. A partir de ahí se abrieron más puertas y nuevos triunfos para este hierro: «La mayor satisfacción y la repercusión que tuvo y me dio a conocer fue el novillo “Ferianto”, que se indultó en una novillada de Promesas de Nuestra Tierra en Sonseca (Toledo). Tuvo mucha repercusión y fue una gran satisfacción y alegría. También he tenido novillos de premio, como otro el año pasado que se llevó el premio en Villaseca al mejor animal. Eso te da fuerzas para seguir luchando».
Una ganadería no excesivamente larga, de momento el proyecto no tiene visos de aumentar respecto al número de reproductoras. Un proyecto que busca la calidad antes que la cantidad, la estabilidad dentro de un circuito de novilladas donde también cuesta meter la cabeza: «Ahora mismo hay 80 vacas, que es el número que quiero tener. Además, son las vacas que me caben en la cabeza: no soy ni de ordenadores ni de papeles, sino que me gusta ir por la finca y saber qué vaca es cada cual, lo que ha hecho en el tentadero, los hijos que tiene… por lo que, para mí, 80 vacas es el número ideal. Tengo seis sementales. Con esos mimbres vamos peleando».
Con ese número de vacas de vientre en La Olivilla nacen anualmente unos 30 machos, dado que la paridera no llega a más del 90%. Con ese número de animales, José Manuel es consciente que su rango de acción no pasa de los cuatro o cinco festejos a lo sumo, de ahí que cuide con mimo a esos machos que van destino a la plaza: «Este año hay para lidiar 22 erales, hay muchas cosas hechas y colocadas, y con ilusión de que salgan cosas buenas».
Un ganadero con los pies en el suelo, el cual sabe que su futuro -de momento- pasa por las novilladas sin caballos y alguna con caballos. Los pasos tienen que ser cortos, pero seguros, en el mundo del toro las prisas no conducen a nada bueno: «De momento no me planteo dejar corridas de toros, porque es una ganadería nueva, a la que le voy dando carácter, pero ahora mismo no me lo planteo. A lo mejor, dentro de unos años, sí, es la ilusión que tengo, pero de momento mi meta son los erales, que salgan con una regularidad, y lidiar en novilladas y festivales», señala el representante de La Olivilla.
FOTOGALERÍA: PABLO RAMOS