Cuando llegue la feria de septiembre en la capital salmantina, y se festeje a la Virgen de la Vega por la orilla del Tormes, habrán pasado 25 años desde que José Miguel Arroyo ‘Joselito’ le diese la alternativa a Domingo López Chaves en una soleada tarde a la que Enrique Ponce asistió como testigo. Prometían las tres orejas que paseó aquel día el chaval de Ledesma, que ya arrastraba una Puerta Grande de Madrid como novillero y una aureola de torero valiente que jamás lo ha abandonado. Nunca. Ni siquiera ahora, cuando ha comprendido que llegaba el final de su ciclo y ha decidido que ese adiós será en La Glorieta, junto a los suyos, arropado por ese público que nunca ha renegado de él.
De hecho, Domingo ya ha dado instrucciones a su apoderado, Andrés Sánchez, de que no le haga ningún festejo a partir de Salamanca. Su trayectoria, honrada, digna y llena de sangre, sudor, lágrimas y gloria bien puede exhibirse en las escuelas para explicar cómo se gana un torero el respeto de toda la profesión. Y ésta se acabará -para siempre- arropado por sus paisanos. Mingo no volverá, según aseguran sus más cercanos, porque le tiene demasiado respeto a esta profesión a la que se lo ha dado todo. Es fácil suponer que ese respeto incluye no arriesgarse a -como decía su padrino de alternativa- ser «una caricatura de lo que fue».
La petición de López Chaves para San Isidro
Pero eso pone sobre la mesa una situación que debería darse sin problema alguno si el toreo siguiera despidiendo con honores la entrega depositada por sus artistas, pero hace tiempo que los valores a la hora de contratar cambiaron radicalmente. Y no está mal que así sea, porque debemos amoldarnos a las nuevas circunstancias, pero sin perder la esencia que nos hace distintos de todas las demás artes -donde la vida no se apuesta-. El problema tiene que ver con Madrid y su movimiento de carteles, donde todos quieren matar las de más regularidad en la embestida profunda. Esos carteles de la discordia están cerrados, es verdad, pero Domingo ha sido tan consciente, tan honrado y tan cabal que ha pedido a los Reyes Magos despedirse de Las Ventas con la de José Escolar. «Ojalá te lo traigan», ha sido la respuesta de Simón Casas.
Y ojalá así sea, porque no habrá más oportunidad de decirle adiós a la primera plaza del mundo. La Feria de Otoño llegará después de que Domingo se haya retirado en Salamanca, y un torero como él no va a venir a despedirse de Las Ventas en una dominguera, matando la del Tío Picardías, o en los desafíos de septiembre, festejos todos ellos que deberían encaminarse a darles oportunidades a los que quieren funcionar. No tiene ningún sentido.
Por eso podemos decir que, en el año de su retirada -donde habrá sorpresas que se desvelarán en su debido momento– Domingo López Chaves se despedirá de Madrid en San Isidro o no se despedirá. Y no hará falta que lo saquen a hombros ni lo colmen de parabienes -ridículos cuando el torero decide volver a vestirse de luces-; a Chaves, que se va en el momento más maduro de su carrera y cuando mejor hace el toreo, le basta con que la afición -y las empresas- le tenga el mismo respeto que él se tiene a sí mismo.