PAMPLONA

¿Por qué está rodeando la polémica a la corrida de Miura este año en Pamplona? Todo lo ocurrido, paso a paso


sábado 12 julio, 2025

Se trata de una corrida que no acabó de entrarle por el ojo a los aficionados al verla justa de remate y sin esa seriedad en los toros que solía traer este hierro

Miura Gas
Los toros de Miura en los corrales del Gas. © Feria del Toro

Cada mes de julio, la ciudad navarra de Pamplona se transforma en un mar rojo y blanco con motivo de los Sanfermines, una de las celebraciones más icónicas de nuestra piel de toro. En medio de la música, la devoción y el bullicio, los toros siguen siendo el alma del festejo dentro de su Feria del Toro. Durante más de una semana, las calles se estremecen al paso de los astados y de unos corredores que, cada mañana, se juegan el tipo corriendo junto a estos animales. Entre todas las ganaderías, una sobresale por historia, tradición y respeto: Miura, la vacada sevillana que, año tras año, pone el broche final a la feria.

Los toros de Miura ya descansan desde hace días en los Corrales del Gas, donde aguardan su cita con la historia. Como es habitual, han sido los últimos en llegar a Pamplona y serán también los últimos en correr el encierro, previsto para la mañana del lunes 14 de julio. Luminario, Chinelo, Lunares, Embajador, Divorciado y Andaluz son los nombres de los seis ejemplares que protagonizarán este esperado cierre. Todos ellos son cuatreños, salvo Lunares —nacido en enero de 2020 —, ejemplares que serán lidiados por Manuel Escribano, Damián Castaño y Jesús Enrique Colombo.

Con más de 175 años de existencia, la ganadería Miura —fundada en 1849 y afincada en el término municipal de Lora del Río (Sevilla)— es una de las vacadas más emblemáticas del campo bravo. Sus toros mantienen un tipo morfológico muy definido y un carácter singular que los convierte en protagonistas indiscutibles cada vez que pisan una plaza. En Pamplona, el paso de estos astados por el casco histórico de la ciudad es mucho más que un encierro: es una tradición cargada de emoción y respeto.

Este 2025, sin embargo, la presencia del hierro sevillano ha generado cierto debate entre los aficionados. La corrida, de pelaje mayoritariamente negro y cárdeno oscuro, ha despertado comentarios por la ausencia de esa variedad cromática que tanto ha caracterizado a esta divisa a lo largo de su historia. No se han visto sardos, coloraos o castaños como en otras ediciones, algo que algunos han lamentado en redes sociales. Esto se debe únicamente al capricho de la genética, ya que recientemente se ha lidiado un sardo coletero en Sevilla, y hay más toros en el campo —reseñados para Cuatro Caminos, en Santander, o El Pino, en Sanlúcar de Barrameda— con ese pelaje que tanto gusta al aficionado.

De los seis astados presentados en Pamplona, cinco continúan en los Corrales del Gas, tras regresar al campo uno de los toros que inicialmente formaban parte de la corrida. En las últimas horas han llegado otros dos ejemplares para completar el encierro. Desde la finca de Zahariche llegaron a la capital navarra Luminario, Chinelo, Lunares, Embajador, Divorciado y Andaluz, todos cuatreños, excepto Lunares, que sufrió un desperfecto en el pitón izquierdo. Aunque no se trataba de un problema grave, tanto la autoridad como los ganaderos y la empresa decidieron devolverlo al campo y, en lugar de traer un solo sustituto, optaron por enviar dos toros para garantizar la celebración del encierro sin contratiempos.

Además, la presentación de la corrida ha sido objeto de análisis: parte de la afición considera que es desigual y que algunos ejemplares muestran falta de remate y lejos de esas temibles caras que llevaban hasta no hace mucho. Aunque este tipo de observaciones se han extendido también a otras ganaderías durante la feria, la exigencia siempre se incrementa cuando se trata de Miura. No es solo una ganadería más: es un símbolo de la Feria del Toro, y eso eleva el nivel de escrutinio. La mirada del buen aficionado, conocedor y respetuoso, se posa con especial atención sobre esta divisa, afincada en la legendaria finca de Zahariche, un hierro que este año ha lidiado ejemplares interesantes pese a no andar sus corridas sobradas de fortaleza.

Con premios en los años 1965, 1974, 1977, 1984, 1999 y 2008, Miura vuelve a afrontar su cita con la historia. Y lo hace, como siempre, con la seriedad de quien lleva más de medio siglo encarnando la esencia del toro bravo en San Fermín. Pese a las críticas sobre su presentación, el hierro hispalense se ha ganado el respeto de una afición que vivirá con expectación todo lo que hagan los astados loreños, tanto en las calles como en el ruedo.