Los últimos días de Morante de la Puebla han sido el retrato más fiel de un torero que trasciende lo taurino; un espada que compartió portadas —en prensa y medios generalistas— con Alcaraz (ganador de Roland Garros en tenis) y Marc Márquez (vencedor del GP de Aragón de motociclismo). El pasado domingo, en una de esas tardes que el aficionado guardará en la memoria, José Antonio firmó una actuación colosal en la Corrida de la Beneficencia en Madrid, paseando una oreja de cada astado de Juan Pedro Domecq que le cupo en suerte. Una tarde histórica en la que alcanzó, por primera vez en su carrera, la ansiada puerta grande de Las Ventas.

Tras sus faenas, el eco del triunfo se trasladó de la calle de Alcalá al hotel Wellington, donde numerosos aficionados aguardaban para rendirle homenaje. Morante, aún con la emoción en los ojos y ya desprendido de ese traje confeccionado para la ocasión, atendió con cercanía a quienes se acercaron a felicitarlo, llegando incluso a saludar desde el balcón de su habitación. En entrevistas posteriores confesó que aquella salida a hombros fue caótica pero inolvidable, marcada por la pasión desbordada de una afición que lo idolatra. Fue la imagen de un torero en estado de gracia, dueño absoluto de la escena y del corazón de Madrid.
El lunes, ya de regreso a Sevilla, la estación de Santa Justa se convirtió en un nuevo escenario de reconocimiento. Allí lo esperaba un ramillete de aficionados que quisieron estar cerca de su torero y felicitarlo por ese reciente triunfo en la primera plaza del mundo. Hubo abrazos, fotos y palabras de agradecimiento. En su tierra, Morante volvió a ser recibido no solo como artista, sino como hijo predilecto; como un hombre que lleva el nombre de Sevilla —y de La Puebla del Río— más allá de sus fronteras.

Y como epílogo a estos días memorables, Morante protagonizó un gesto que desvela la nobleza de su espíritu. El martes por la noche, cenó en la popular cafetería Donald de Sevilla, en una jornada en la que todo lo recaudado fue destinado íntegramente a Cáritas, en beneficio de la parroquia de la Magdalena. Allí, en un rincón cotidiano de su ciudad, el torero compartió charla con varios aficionados y parroquianos del barrio. Junto a él estuvo su inseparable amigo y apoderado Pedro Marques, una de las personas clave en la recuperación del hombre y, cómo no, del torero.
«Muchas gracias a todos los que hoy habéis puesto vuestro granito de arena en la cafetería-restaurante Donald para ayudar a Cáritas de la Magdalena. Y gracias también al maestro Morante de la Puebla y a su apoderado Pedro Márquez por esta colaboración tan importante que han hecho con nosotros y con esta obra de caridad», se podía leer en las redes sociales de este establecimiento señero de la capital hispalense. Un mensaje de agradecimiento a un espada que, con gestos desinteresados como este, engrandece su figura más allá de los ruedos.
Muchas gracias a todos los que habéis puesto ese granito de arena en la cafetería Donald hoy día 10 martes y en especial orante de la Puebla, Pedro Márquez, su apoderado por ese detalle de colaborar también con nosotros pic.twitter.com/PAhmrUrin8
— cafeteria donald (@marianogarciar2) June 10, 2025