Morante de la Puebla no es solo un torero, es una declaración artística y estética. Cada tarde, su presencia en el ruedo evoca una época que parece lejana, pero que él mantiene viva con elegancia y convicción. Desde el corte de su traje de luces hasta el bordado del mismo, todo en él remite a una tauromaquia de otro tiempo, donde el arte y el misterio iban de la mano. El sevillano también ha hecho lo propio calándose monteras usadas por toreros de finales del siglo XIX y comienzos del XX. José Antonio camina despacio y ejecuta las distintas suertes con ese sabor añejo que solo se encuentra en las fotografías en sepia.
Más que un torero, Morante es un símbolo. En cada detalle, en cada gesto, hay una reivindicación del toreo clásico como forma de expresión, y no solo como espectáculo. Ya sea reviviendo suertes olvidadas de capote y muleta, su figura parece arrancada de aquellos carteles que anunciaban corridas hace más de cien años. En tiempos de inmediatez y falta de personalidad, él ofrece un aire fresco: una forma de torear —y de estar en el mundo— que pertenece tanto al pasado como a un presente que no debería renegar jamás de aquel glorioso legado.
Fruto de esa constante búsqueda en el baúl de la Edad de Oro del toreo — de mayo de 1914 hasta el 20 de mayo de 1920— , José Antonio ha recurrido en más de una ocasión a los coches de caballos para llegar a la plaza. Algo que ya hizo anteriormente —como se explicará en el siguiente párrafo— y que volverá a hacer en la corrida del próximo viernes 18 de julio, en La Línea de la Concepción (Cádiz). Un festejo en el que trenzará el paseíllo junto al pacense Alejandro Talavante y el onubense David de Miranda, quien entra por la vía de la sustitución tras la baja del salmantino Marco Pérez.
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«El maestro Morante de la Puebla irá del hotel a la plaza de toros en coche de caballos el próximo viernes 18 de julio.
Dos yeguas de la casa de Francisco Javier Sánchez Lobón, cochero que recorre toda Andalucía con un hermoso vis-à-vis verde, carruaje de la casa Morantes. Todo un lujo para nuestra Velada y Fiestas. No te pierdas la oportunidad de ver al maestro de La Puebla en una de las temporadas más importantes de toda su carrera», se podía leer en la cuenta de Instagram de la plaza de toros de La Línea de la Concepción.
No es la primera vez que Morante de la Puebla llega a un coso taurino en coche de caballos o calesa. Ya en 2022, el diestro oriundo de La Puebla del Río lo hizo tanto el Domingo de Resurrección como posteriormente en San Isidro. En esa edición del abono madrileño, el espada cigarrero recorrió los casi tres kilómetros que separan el Hotel Wellington de la primera plaza del mundo en un carruaje que, según publicó El Cossío en redes sociales, perteneció a ‘La Chata’, la infanta hermana del Rey Alfonso XII. También hizo lo propio en su histórica encerrona con seis astados de Prieto de la Cal en El Puerto de Santa María, en agosto de 2021, entre el revuelo de cientos de aficionados.
Morante de la Puebla acaba de llegar a #LasVentas en coche de caballos para la primera de sus citas de la #FeriadeSanIsidro. Hoy, con toros de La Quinta. pic.twitter.com/u47ytM6Gm8
— Plaza de Las Ventas (@LasVentas) May 11, 2022
Es más habitual ver a los toreros llegar a la Real Maestranza de Caballería de Ronda en coche de caballos, pero no ocurre lo mismo en otros cosos, donde José Antonio ha sorprendido a los aficionados con su manera de presentarse. El sevillano también ha optado en varias ocasiones por coches clásicos de comienzos del siglo XX. Hace unas semanas, eligió un Ford A —sucesor del mítico Ford T, en el que Joselito y Belmonte acudieron juntos a un mano a mano— para su cita en Salamanca. También en 2021 llegó al Coso de La Glorieta montado en un vehículo descapotable clásico, de los que se utilizaban hace unos cien años.
Como un torero salido de otra época, Morante volvió a rendir homenaje a la tradición, llegando en varias ocasiones a la plaza con estampas que parecían olvidadas. Su forma de entender la tauromaquia trasciende el ruedo y se manifiesta también en los detalles. En un tiempo donde la vulgaridad se ha vuelto norma, él hace tiempo que eligió rendir tributo a la época dorada del toreo. Cada uno de sus gestos parece pensado para detener el tiempo. Y ahí, precisamente, reside gran parte de su magnetismo.