La tauromaquia es un espectáculo del pueblo, y como tal, éste tiene la potestad de valorar a un torero con un criterio muy personal. Unos son más vehementes ante la crítica y otros simplemente la demuestran con un silencio. Muchos profesionales contaron a lo largo de los años que pesa mucho más el silencio sepulcral de La Maestranza que los pitos de Las Ventas.
De toda la vida las broncas han formado parte de la historia de la tauromaquia, era una forma de expresar la disconformidad con la actuación del torero. Con los años se han dejado de ver situaciones que eran más usuales de un campo de fútbol que de una plaza de toros. Si echamos la vista atrás podemos recordar aquel aficionado que quiso agredir a Curro Romero en Las Ventas, o aquella salida amparada por los escudos de la policía en las tardes en las que Romero o Rafael de Paula, por poner dos ejemplos, habían tenido una tarde aciaga.
Con los años la crítica se fue suavizando, las broncas fueron menguando debido a una evolución en los distintos tipos de público y aficionados que acudían a las plazas de toros. Vivimos una época en la que la evolución del toreo ha ido encaminada hacia una perfección mayor en el toreo, muchas veces en contra de un espectáculo en el que la pulcritud nos ha llevado demasiadas veces al aburrimiento.
Ya hay pocos toreros que aguanten una bronca, que no intenten justificarse ante un toro que por su concepto no vale para el triunfo. Uno de esos toreros puede ser José Antonio Morante de la Puebla, uno de los últimos románticos de la Fiesta. No hay un torero que lleve una bronca con más dignidad que el sevillano. Porque te llevas una gran bronca cuando esperan mucho de ti, y Morante juega a eso aún sabiendo que el aficionado se le puede echar encima.
Esta es una temporada en la que José Antonio ha tenido broncas sonadas. Linares o Albacete han sido dos de las más importantes: en ambas el público se sintió decepcionado y cargó las tintas contra él. Un torero sabe mejor que nadie como estuvo en el ruedo; Morante, al igual que sus compañeros, tiene tardes mejores y tardes peores, la diferencia con muchos de ellos es que a él no le importa que se enfaden por ello.
Decía Rafael El Gallo en alusión a las airadas protestas del público: «Las broncas se las lleva el viento; las cornadas se las queda uno». Hay toreros que han sido firmes defensores de la siguiente teoría «El toro malo nunca debe cogerte, si lo hace que sea con uno con el que te abandones toreándolo«
A esas sonadas broncas comentadas de Linares con un toro de Miura y en Albacete tras tener delante un toro imposible del segundo hierro de Samuel Flores hay que añadirle otra en Dax el pasado 12 de agosto, así como las acaecidas en Mont de Marsan, Cuenca, Palencia, Aranjuez lo la Monumental Plaza de Toros de Las Ventas con la decepcionante corrida de Juan Pedro Domecq.
Pero en esta temporada en la que José Antonio quiere sobrepasar el centenar de festejos, el sevillano ha cosechado grandes triunfos, faenas para la historia que hicieron que los aficionados la recordarán de por vida. Quizás una de ellas, la más importante no fue rubricada con la espada, una faena de ensueño a un colorado de Alcurrucén cuando la bocina del final de San Isidro estaba a punto de sonar.
Broncas y triunfos de Morante en la temporada de sus 100 tardes
Hablamos de broncas y triunfos, de tardes en los que todo se tornaba en oscuridad y que finalmente acabó en apoteosis. Una de esas tardes fue la del pasado 22 de mayo en Sanlúcar de Barrameda. Salía abroncado tras no verlo claro con el primero de su lote, cortándole las dos orejas al cuarto con el hierro de Santiago Domecq tras una magna obra. La cara y la cruz de la fiesta en una misma tarde. Pero este año 2022 en el que el centenar de festejos están a la vuelta de la esquina, ha podido ser la temporada más redonda del sevillano. Sus grandes faenas en Sevilla, Madrid o Pamplona han demostrado que tiene la capacidad suficiente para triunfar en las plazas más exigentes.
16 son las plazas europeas que hasta el momento le han visto salir en volandas, de las cuales en 16 desorejó a uno de sus toros, siendo únicamente Granada la plaza en la que paseó una oreja de cada toro de su lote. Esto deja a las claras que han sido triunfos incontestables, cimentados por faenas de gran peso. Arnedo, Añover de Tajo, Sevilla, Baeza, Sanlúcar de Barrameda, Granada, Burgos en dos ocasiones, Zamora, Estepona, Roquetas de Mar, Santander, Huelva, Estella, Guijuelo y Alcázar de San Juan son aquellos ruedos en los que José Antonio ha salido en volandas en una temporada de cinco tardes en Sevilla y cuatro en Madrid, ¡ahí es ná!
Un año en ha conseguido triunfar con todo tipo de animales viéndose reflejado el momento por el que pasa en muchas de las plazas en las que toreó. Una temporada que se le hizo algo cuesta arriba cuando el verano apretaba y los festejos se solapaban, algo que ha conseguido reconducir en un final de temporada en el que le quedan plazas de gran responsabilidad como Sevilla, Madrid o Zaragoza.
Altibajos en una muy larga temporada
En una temporada tan larga es lógico que los altibajos se den en más de una ocasión. Siempre se le achacó al de La Puebla que era un torero conformista, que le valía con las pinceladas que iba dejando durante la temporada. Es un torero que necesita sentir la competencia en el cogote, esa que le sirve para espolearse, para rebelarse y levantar la mano. Es evidente el paso adelante que ha dado desde aquel 2019 en el que irrumpió Aguado, ese que ha llevado más allá si cabe en un 2021 y un 2022 en el que ha dado un golpe sobre la mesa para reivindicar su posición como máxima figura del toreo
Las broncas siempre han existido, son hasta necesarias porque la exigencia del tendido está siempre presente y Morante lo sabe; nunca va a rehuir a ellas porque son parte de la esencia del toreo, esa que nunca debe perderse y con la que el sevillano está plenamente identificado. Aún le quedan un buen número de festejos por delante en los cuales seguramente volverá a verse sumido en alguna bronca que otra. Un final de temporada en el que pese a todo ello el aficionado le espera expectante, porque la chispa puede hacer que prenda la mecha del toreo y cuando esto pasa todos sabemos lo que sucede.