La relación del torero francés Sebastián Castella con la televisión, fuente de polémica por el artículo publicado por Cultoro en el día de ayer, ha provocado una reacción entre el círculo cercano al matador, quienes aseguran que las circunstancias por las que no se televisará en Arles se circunscriben a la estrategia comunicativa de Arles, y no van más allá. «No interesó televisar en Arles porque no se puso sobre la mesa en el momento de la contratación», aseguran, «pero no hay ningún problema en que Onetoro o cualquier otra cadena televise a Sebastián. De hecho, ocurrirá este mismo año en alguna que otra plaza, seguro».
De esta forma, se zanja la polémica surgida entre el matador y la plataforma Onetoro a raíz de las declaraciones de Castella en el festival de Vistalegre, lo que pudo ser una reacción demasiado explosiva del torero que no se ajusta a la realidad de las relaciones. Lo cierto es que Castella -por lo que ha podido averiguar este medio- ha percibido su liquidación correspondiente a los derechos de imagen en casi todas las plazas donde actuó el pasado año, y estará presente en varias de las corridas de toros que tiene previsto ofertar la plataforma audiovisual a sus clientes este año.
El problema de los derechos de imagen
Sin embargo, no deja de ser cierto que son demasiados actores de una corrida de toros los que se arrogan el papel de protagonista para cobrar sus derechos de imagen. Como ya quedó explicado en el artículo anterior, son únicamente dos los que sufren un perjuicio económico con las retransmisiones en directo: el empresario -que experimenta una disminución de las entradas vendidas cuando la corrida se puede ver por televisión- y el torero, cuyos emolumentos se cifran, en muchas ocasiones, según la gente que arrastran al tendido.
Los van a cobrar lo mismo -un sueldo- haya o no haya gente; haga frío, calor o una extraordinaria temperatura; se televise o no se televise el festejo; incluso cuando se produce una suspensión, tienen estipulada una compensación que no se le asegura a los matadores. Por eso la cantidad a abonar por parte de las cadenas de televisión tendría que revisarse, al igual que el reparto de los dineros que compensan las posibles pérdidas.