ENFERMERÍA

Anatomía de Manzanares: un calvario desde el denge de 2007 hasta la cornada envainada de Fallas


jueves 27 marzo, 2025

El alicantino, a sus 43 años, ha sufrido un formidable calvario de lesiones óseas que han lastrado, en ocasiones, su evolución

Lesiones Manzanares
José María Manzanares ha sufrido un auténtico calvario de lesiones en su carrera. © Eduardo Porcuna

A muy pocos toreros -sólo se me ocurre Antonio Barrera- les ha golpeado el toro, sin llegar a calarles, tan duro como a José María Manzanares. El alicantino ha sufrido, desde 2007, un cúmulo de lesiones, operaciones, recuperaciones y reapariciones que han lastrado mucho, en ocasiones, la evolución lógica de un torero que, aún así, ha llegado a cotas artísticas al alcance sólo de los elegidos. Podemos situar el cénit de su carrera en aquella faena al toro ‘Dalia’, de Victoriano del Río, en una corrida de Beneficencia en Madrid, el día que comenzaba el mes de junio de 2016, pero tanto antes como después, Josemari ha sufrido físicamente lo que muchos no imaginan para alcanzar esos momentos.

Manzanares
Manzanares cita a un toro. © Eduardo Porcuna

Y es que el inicio de su calvario podríamos situarlo al regreso de su temporada americana de 2006, cuando ya estábamos tan inmersos en la rueda que no había hecho caso a los mareos, la fiebre intermitente, los dolores en las articulaciones y las erupciones en la piel, además de los vómitos ocasionales, que se atribuyeron entonces al ritmo frenético de la campaña. Pero cuando sufrió un desvanecimiento en el callejón de la plaza de Linares, saltaron todas las alarmas; tras pasar diez días ingresado en el Hospital Universitario de Navarra, se confirmaron dos cosas: la primera, que su dolencia, diagnosticada como hipoglucemia reactiva, se agravaba con Denge, una enfermedad tropical contagiada en América por un mosquito. La segunda, que el hecho de no cesar en su actividad, por no poseer diagnóstico, le hizo desarrollar un citomegalovirus. Y se acabó la temporada.

Pero no se habían acabado sus males con la recuperación, porque no pasaría mucho tiempo hasta que su espalda, maltrecha por volteretas y golpes, comenzó a ‘dar guerra’. Era verdad que Manzanares no sufría en exceso las heridas del pitón, pero padecía, tal vez, otras mucho más dolorosas y, sobre todo, difíciles de superar. Sin embargo, fue en Utrera, el 3 de septiembre de 2010, donde llegó el percance más visible y escandaloso de cuantos ha sufrido el torero. A la hora de entrar a matar, sufrió un accidente que le seccionó completamente los tendones de su mano izquierda, lo que dio paso a un sinfín de intervenciones -hasta 11- para darle funcionalidad a una muñeca que se había quedado con el 50 por ciento de movilidad y un dedo pulgar que se había quedado únicamente en el 20 por ciento.

El desafortunado accidente, que lo tendría más de un año entrando y saliendo del quirófano -y que le dejó de forma permanente una muñequera para tapar las terribles cicatrices que le quedaron-, no sería el fin de sus males, porque entonces fue la espalda la que dijo basta. En 2012, en Aranjuez, Josemari sufrió otra lesión de importancia en su muñeca. Esta vez, en la derecha, donde padeció una rotura del ligamento colateral del pulgar. Hasta en nueve corridas de toros participó el alicantino, en un plazo de seis semanas, antes de entrar a quirófano de nuevo y someterse a la subsiguiente intervención.

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José María Manzanares. © Eduardo Porcuna

Este comenzar de nuevo y parar otra vez lo acompañaría ya por siempre, ya que en 2015 sufrió la primera de sus numerosas operaciones para tratar de corregir la discopatía lumbar que sufría Manzanares por partida doble: por un lado, entre las vértebras L4 y L5 y, por otro, entre la L5 y la S1. La sucesión de paseíllos al quirófano por la nueva lesión se extendió hasta 2019, pero aún quedaba uno más. Tras someterse a una terapia llamada rizolisis -consistente en la aplicación de calor por radiofrecuencia en las raíces nerviosas-, terminaron fijándole las vértebras L4 y L5 con titanio. Fue en 2020, pero antes había superado el episodio realmente preocupante de toda una serie de vicisitudes.

Fue en 2017 y fue a raíz de una hernia cervical. José María Manzanares sufrió entonces un desplazamiento severo de los discos C5 y C6 que comprometió la médula hasta el punto de amenazar una lesión irreversible -lo hubiera sido de haber contusionado la mielina-. Salió indemne, por fortuna, de aquel trance, pero sus problemas de espalda estaban lejos de terminar. En esta ocasión fue una hernia cervical, que preocupó sobremanera en 2023 por su pasada intervención en zona análoga. Esa, la de hace dos años, fue la última de una larga serie de operaciones que le han dejado la espalda a Manzanares ‘hecha un ovillo’.

Las lesiones referidas son las más importantes de una ristra enorme de percances en los que ha sufrido problemas de escasa relevancia, pero problemas al fin y al cabo. Esguinces como el sufrido en la Goyesca de Ronda de 2023, o la neumonía vírica que le obligó a parar en mayo de 2024 son ejemplos de una carrera marcada por el dolor. Tanto que Josemari ha tenido que aprender a convivir con él para seguir desempeñando su profesión durante casi veinte años, lo que añade un extra de dificultad a su logro de ser uno de los toreros ‘mandones’ de los últimos tiempos.

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José María Manzanares en un patio de cuadrillas © Silvia Olmedo