El pasado sábado 3 de mayo tuvo lugar en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla la 7ª corrida de abono. Un festejo que contó con la siempre interesante vacada de Victorino Martín, legendario hierro que volvía a Sevilla tras la interesante corrida de 2024. Pasadas las siete de la tarde trenzaron el paseíllo Manuel Jesús ‘El Cid’, Manuel Escribano y Daniel Luque, espadas sevillanos que volvían al Coso del Baratillo tras sus interesantes actuaciones del pasado año.
Pero la lidia del primero se demoró en el tiempo al tardar más de tres minutos en salir el serio primero. Fue un toro de la casa cacereña que, una vez salió de su chiquero, no quiso ir hacia la luz que le conducía al dorado albero hispalense. Ni los allí presentes ni aquellos que lo veían a través de la pequeña pantalla se percataron de donde se encontraba el animal al estar totalmente a oscuras el pasillo que da acceso al ruedo: se encontraba aculado en el mismo toril, haciendo caso omiso a los cites de los torileros y de incluso un subalterno que se acercó hasta la puerta para llamarlo con su capote.

El toro le tocó en suerte a Manuel Jesús El Cid; el torero oriundo de Salteras volvía a su plaza tras una temporada donde trenzó el paseíllo un total de ocho tardes: Sevilla, Zaragoza (dos tardes), Moraleja, Almendralejo, Roa de Duero, Sanlúcar de Barrameda y Écija. Una temporada corta, pero con tres compromisos de altura en plazas de primera, amén de tardes con hierros tan exigentes como La Quinta, Ana Romero, Miura o Juan Luis Fraile.
Una tarde, esta de 2025, donde lidió en primer lugar a un animal de aviesa y orientada embestida, astado que humilló pero que nunca ir hacia adelante. Una prenda -como se dice en el argot taurino- marcada a fuego con el hierro cacereño, y con la que El Cid no pudo ahormar faena, siendo este silenciado tras pasaportar a Planetario de tres pinchazos y una estocada. Así te lo contamos en nuestro toro a toro el pasado 3 de mayo en una de las tardes con mayor expectación del abono. Así narramos la lidia del animal:
Le costó de salir de chiqueros al primero, un astado de nombre Planetario serio y fino de cabos que se emplazó en el tercio quedándose muy corto en el capote de un valentísimo Juan Sierra -hombre de confianza de Manuel- que tragó una enormidad con el toro quedándose muy abajo. Tuvo la virtud de la humillación un toro que tampoco se rebosó en el capote del de Salteras y al que le costó un mundo acudir al jaco. Su pelea en varas fue desigual en un tercio donde Ignacio Rodríguez se encargó de administrarle castigo. Ya en banderillas esperó un mundo a unos hombres de plata que se las vieron y se las desearon para cumplimentar el tercio con dignidad. Muy inteligente volvió a estar Sierra cerrando el animal antes de tomar la muleta su jefe de filas. A la condición de animal se sumó el molesto viento que reinaba a esa hora de la tarde en la plaza. Una prenda el astado de Victorino, toro que esperó una enormidad tendiendo este a cambiar su velocidad cuando llegaba al embroque. Viendo la imposibilidad de ahormar faena se fue a por la espada. Tras tres pinchazos y una estocada algo tendida y perpendicular fue silenciado.

