La propia historia ha ido escribiendo la evolución de la tauromaquia y consigo siempre ha llevado la palabra prohibición. Se puede remontar al siglo XIII, cuando comienzan a ser apartados a los clérigos de actividades consideradas impropias para ellos, ya que no se les permitía jugar o divertirse, siendo las corridas de toros una de ellas.
Esto trasciende tres siglos después, en el siglo XVI, en Burgos, Sevilla, Orense u Oviedo compartiendo el mismo trasfondo hacia los clérigos. Los obispos, durante el Concilio de Trento (1545-1563), expresaron su deseo por prohibirlas, pero no se determinó nada al respecto. Las prohibiciones no venían únicamente de parte de la Iglesia, sino que comenzó a haber campañas antitaurinas que llegó incluso a las Cortes de Castilla, Valladolid y Madrid, pero las proposiciones de eliminar que corrieran o que hubiera festejos de toros quedaron en resultado negativo.
De los Austrias, monarcas claramente taurinos, se pasó a los Borbones en el siglo XVIII, predecesores que no compartían la afición. A la par de este momento, comienza la incorporación de la ganadería de bravo tal y como la conocemos hoy en día, seleccionando poco a poco la bravura y con esta evolución también se produce la de las fiestas de los toros. De aquí en adelante se vivieron varias prohibiciones más por parte de los reyes, pero finalmente siempre se reestablecían ya que los reyes celebraban los nacimientos, los matrimonios, las fiestas de los reinos y pueblos y los eventos benéficos, con la celebración de nuestra fiesta, la fiesta brava. Así llegamos poco a poco hasta nuestros días con el mismo debate que se ve en este video.
Vargas Llosa: «Los que quieren acabar con las corridas, ¿saben que la consecuencia inmediata es acabar con el toro bravo?»
Mario Vargas Llosa inicia éste hablando sobre el objetivo que tienen los antitaurinos con respecto a la erradicación de las corridas de toros: «Los que quieren acabar con las corridas, ¿saben que la consecuencia inmediata es acabar con el toro bravo? El toro bravo existe porque existen corridas. El toro bravo es un toro de pelea, de lidia, hay ganaderías en las que se crían y son los animales probablemente más queridos y cuidados de la creación. Y si desaparecieran las corridas nadie va a criarlos y esos animales van a desaparecer». Como bien se ha comentado con anterioridad a finales del siglo XVII y principios del XVIII se comenzó la selección del ganado bravo y a día de hoy se mantiene esta selección, aunque hayan ido cambiando los criterios dentro de cada ganadería. Llegando a crear un ecosistema único, la dehesa, que se mantiene con la crianza de este toro. Si este dejara de existir, desaparecería todo un ecosistema.
La entrevistadora apoya correctamente la parte artística, pero no entiende por qué hay que matar al animal y torturarle, a lo que responde Vargas Llosa: «Torturándolo no se si es la palabra correcta. El toro bravo es un animal que sale a pelear. En su naturaleza, en su esencia y en su condición tienen ese espíritu de pelea».
Le interrumpe la entrevistadora diciendo: «Pero en desventaja». Prosigue Vargas Llosa con su explicación: «Quien se enfrenta a él, es un señor que tiene un trapo rojo y una destreza y técnica que le permite enfrentarse con enormes riesgos y muchas veces jugándose la vida e incluso perdiéndola». Vuelve a interrumpir diciendo la entrevistadora: «Nunca nos vamos a poner de acuerdo». A lo que responde Vargas Llosa con mucha sabiduría y saber estar: «No debemos ponernos de acuerdo. Una persona que goza con los toros no puede contagiar a otros de entusiasmo. Es un espectáculo de una extraordinaria belleza, es un espectáculo artístico que tiene, como el teatro y la danza, esa fugacidad. A nadie se les obliga a ir a los toros». A esto último, la entrevistadora arremete diciendo que «a los toros sí».
Vargas Llosa contesta: «Son toros bravos, se realizan peleando. Quien quiere acabar con las corridas de toros quieren acabar con los toros bravos. Van a desaparecen si no. Si ellos pudieran elegir, ¿qué dirían: no existir o existir peleando?». Se recuerda que el indulto del toro bravo es un hecho único que puede ocurrir durante las corridas de toros y se ganan la vida luchando. Si consiguen demostrar su bravura hasta el final, los aficionados piden dicho indulto y pueden proseguir su vida de nuevo en la dehesa, siendo el único animal que se juega la vida, se la gana y puede seguir viviéndola.
Entonces ella propone una modificación del festejo «Se puede evitar la muerte del animal». Reaccionando inmediatamente Mario Vargas Llosa preguntando: «¿Pero tú comes carne o no? ¿Sabes lo que hay detrás para que tú te comas un churrasco?». La entrevistadora le dice: «Pero yo no me regodeo de si le matan o no y aplaudo». Vargas Llosa le reitera que «cuando comes un cordero o un pescado, ¿sabes qué hay detrás de todo eso». Después de cada corrida de toros, la carne va para consumo humano. Además, la propia tradición está ligada a la gastronomía, este consumo de carne se hace mención en libros del siglo XIV y quedando aún la popular receta del estofado de rabo de toro que se consume al día siguiente de la celebración del festejo.
Finaliza el debate el escritor y Premio Nobel alegando: «Hay que respetar la libertad de la gente, a nadie se le obliga a que vaya a los toros, pero a los que vamos y gozamos con ello deberían dejarnos de realizar esta actividad, que cuenta con una tradición muy antigua. Y que, para mí, forma parte de nuestra cultura. Como es en los pueblos andinos, es algo que está profundamente arraigado. Es una expresión de nuestra cultura».