Vamos a dar el dato, para que no tengan que hacer mucha memoria: hace exactamente quince años que la ganadería de Victorino Martín no pisa la arena de la Monumental de Pamplona, lo que significa, obviamente, que tampoco ha recorrido sus calles a la carrera. Tres lustros en los que no sólo no está presente el hierro de la A coronada en los carteles de Iruña, sino que tampoco se la espera. Ni siquiera se la echa de menos. Y eso es una rara avis en el mundo del toro, donde la vacada que creó el genial Paleto de Galapagar no puede faltar de vez en cuando -porque tampoco es tan barata como para ponerla siempre-.
Pero caer en esta cuenta es tanto como percatarse de que la primera ganadería que a cualquiera le viene a la mente cuando le preguntan por una ganadería es la que falta en la feria de las ganaderías por excelencia; el toro referencia para la mayoría de las personas es el que falta en la Feria del Toro, y es un contrasentido, pero tiene su explicación.
Victorino Martín debutó muy tarde en el ciclo sanferminero. No hace tanto tiempo que los grises de Moraleja corrieron su primer encierro en la capital navarra: fue el 14 de julio de 2007 cuando, por fin, los toros de Victorino se anunciaron en la feria del Patrón, con una terna compuesta por Pepín Liria, Luis Miguel Encabo y Manuel Jesús ‘El Cid’ que marcó un récord de velocidad en aquella feria, al realizar el recorrido del encierro en dos minutos y quince segundos, en una carrera limpia y sin heridos por asta de toro.
Victorino hijo, pastor en el debut de su hierro en el encierro
A aquella primera carrera, en la que Victorino Martín hijo participó como pastor -y tuvo que ser atendido por una torcedura en un tobillo- sólo la sucedieron dos más; las de los años 2006 y 2007, ambas en el último festejo de las fiestas -el 14 de julio- y en ambas estuvo presente el murciano Pepín Liria, único matador que ha estoqueado las tres corridas que Victorino ha lidiado en Pamplona. Aquella primera tarde, en la que Liria escuchó palmas, igual que El Cid, fue Luis Miguel Encabo el único que pudo saludar una ovación.
En 2006 se produjo el gran triunfo de Victorino en Pamplona, porque fue aquella tarde cuando Antonio Ferrera le cortó las dos orejas y el rabo al que cerraba plaza, que fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre y que lo hirió en el tercio de banderillas. Es fue el único toro que destacó de una corrida con mucho peligro y el que provocó la vuelta de la vacada en 2007, la última tarde en Pamplona hasta el momento en un coso que respeta mucho la repetición al año siguiente de quien triunfa una tarde.
La presencia de Escolar, clave para el desinterés por el hierro de la A Coronada
Sin embargo, acertó a pasar por allí una ganadería del mismo encaste, cuya sola mención causaba pavor a profesionales y aficionados y que, además, era más barata que los del Paleto. Bastante más barata. De hecho, el propio José Escolar, ganadero al que se refería la anterior alusión, presume en público de que los Martín -tanto Victorino como Adolfo- se han ocupado de defender la economía y que él ha optado «por defender el encaste». Tal vez por eso su nombre aparezca en los carteles pamploneses desde hace ya varios años y volverá a estar -como clásico ya del encierro- en 2023, a pesar de la desastrosa corrida de toros que lidió el pasado año el la capital navarra.
Al tener una ganadería más aparatosa, más barata, más pavorosa para vender en el encierro -donde tuvieron la suerte de que los grises de Ávila sembraron el pánico varios años seguidos- y con un ganadero que defendía del discurso del encierro, por encima del de la corrida de por la tarde, Victorino pasó a un plano mucho más secundario, arrastrando desde entonces una maldición: ni Pamplona necesita a Victorino para ser Pamplona, ni Victorino necesita plaza alguna para ser quien es.