A todos nos supo a poco. La tarde del penúltimo ‘no hay billetes’ de San Isidro, la del tardío debut de Borja Jiménez en esta feria, debió acabar con un triunfo rotundo, que era lo que buscaba la plaza entera –empezando por el propio torero–, pero se quedó a las puertas por varios motivos, entre los que sobresale la escasa duración de un jabonero de Jandilla que no fue uno de los tres toros extraordinarios que echó Borja Domecq en Las Ventas. Pero hasta que se le acabó el gas a ese sexto, demasiado pronto para la ambición de Borja, la esperanza estaba puesta en ver salir de nuevo al sevillano caminito de Alcalá. Quedó emplazado para ello cuando abandonaba el ruedo y hacía el célebre gesto con la mano derecha. «A la próxima», quería decir sin palabras. Y así quedó emplazada también la afición de Madrid, para reclamarse el domingo las cuentas pendientes.
Las de hoy, con una corrida de toros que lucía el remate justo para Madrid, sin estridencias ni exageraciones, con trapío pero sin pregones, las había saldado Borja toreando con mucha profundidad a ese gran toro castaño que saltó tercero. Codicioso y entregado desde que salió, quiso comerse el percal en el manojo de verónicas deletreadas con que lo saludó Jiménez, entre las rayas del tercio, rematando el recibo con una media que murió desangrada, a cámara lenta. Y no fue mayor la velocidad de las cuatro chicuelinas y media que sirvieron para el quite, convirtiendo en mayor una suerte tan manoseada en el toreo de hoy que habría que pedir credenciales a los toreros para saber quién está legitimado para ejecutarla. Uno de ellos es Borja.
Cuando brindó a la concurrencia y se echó de rodillas, debajo del tendido 7, se sentía en la plaza el runrún de faena grande. Mucho más cuando se lió a derramar su bravura el de Jandilla en los doblones de Borja, muy empujados, muy cosidos a la tela, con la clase extraordinaria de ese Vid empujando con las puntas la franela. ¡Qué espectáculo! Y qué peligro de engolosinarse y exigir demasiado pronto a un toro que podía quedarse a mitad de camino si no respondía al apretarle. Por eso anduvo inteligente Borja para traer y llevar con mucho gusto, con sinceridad, con el ritmo justo para que rompiese el animal cuando llegaba lo gordo. Eso vino en una serie al natural que comenzó con un cambio de mano por la espalda y concluyó un desdén torerísimo, con cuatro naturales de máxima entrega entre medias y con una serie más, a modo de traca final, que terminó con la plaza en pie. Paseó una oreja tras la estocada desprendida, pero Madrid quería más, como el aficionado cabal. Y quedaba un toro dentro.
Pero el jabonero sucio de más de seis quintales que salió sexto ya avisó con el capote de que no andaba boyante, y se paró en las verónicas, y echó la carita arriba, avisando de su escasez. Por eso lo tenía picado un magistral Tito Sandoval un metro antes de que llegase al peto, y levantó el palo incluso sabiendo que iba a apretar al llegar al jaco. Aún tenía fe Borja, por aquel entonces, en que podía terminar sacando fondo, y le sopló un quite sin apreturas de delantales muy saboreados. Ahí ya se había percatado –formidable de reflejos y frescura– de que tenía que ser pronto y en la mano, como solía decir el maestro Antoñete. De rodillas, en los medios, esperó al animal para que luciera su buen tranco y, al llegar, lo cosió al trapo inmisericorde para no soltarlo ya hasta que no había embestido sin remedio en los doblones templadísimos con que se impuso el sevillano a como diera lugar. Berreó Madrid el inicio, pero no sabía entonces que sería también el final. Porque fue tan complejo el de Jandilla que soltaba la cara si lo aliviaba y se paraba si lo apretaba, sí que buscando el justo medio se pasó la ocasión. Aunque ya había quedado emplazado en la cita del domingo, donde le espera Madrid para saldar las cuentas.
Tampoco Sebastián Castella pudo terminar de hacerlo porque una estocada defectuosa puso un colofón indigno a lo que había sido un recital de ejecución del toreo. Lo hizo con el Zafio que hizo cuarto, serio y con cuajo para Madrid, con longitud de pitón pero con la sien estrecha, humillado y alegre en el saludo a la verónica que murió en los mismos medios. Fue también allí donde quiso ver Castella si había perdido empuje tras cumplir en el caballo, y se plantó como un poste para que le pasase muy cerca en un quite por chicuelinas que quisieron enseñar valor hasta la larga, muy larga, que mostró mucha torería. Esa fue, en definitiva, la mezcla que luego se vio, porque de todo hubo en un inicio de estatuarios, justo debajo del tenido 8, donde llegó en forma de trincheras la emoción que le puso Sebastián a la que ya traía el toro.
Bastaron ese inicio y la tremenda facilidad que tiene el francés para calar en las plazas, porque tres minutos más tarde la plaza ya era suya. Y eso que no había llegado aún el toreo al natural, que lo fue lo más caro de su trasteo, aunque lo más aplaudido fue un toque con la mano izquierda, que volvió a fijar la atención del toro en la muleta cuando ya le amenazaba el pecho con el pitón choto. Fue emocionante el arrimón, cuando Castella le quitó la muleta y se dejó venir las puntas hasta el mismísimo chaleco, pero no fue nada que no le hubiésemos visto ya, y con toros con más disparo. Quizá por eso no fue suficiente la petición de oreja. Por eso, y porque él no está emplazado para más citas cómo lo está el sevillano. Se marchó, eso sí, con el crédito intacto y el cariño de Madrid.
No se puede decir lo mismo de Josemari Manzanares, al que se le vio desdibujado, incómodo, lejos de su mejor versión. Como si le estuviese pasando algo que no lo deja fluir. Porque no fue el cuarto toro para muchas ternuras, es verdad, pero tuvo clase el segundo para que hubiera echado a volar un vuelo de tela roja que en otra época hubiera enamorado y hoy ni siquiera embaucó. Y hace mucho tiempo ya de su último triunfo en esta plaza, por muy bonito que sea –que lo es– el terno azul noche y cobre con el que se presentó hoy en Madrid.
Emplazado quedó Borja, que no los compañeros de cartel, porque es el que tiene por delante la semanita de Pasión, que empieza por convencer a Las Ventas el domingo de que está llamado a ser su torero.
FICHA DEL FESTEJO
Jueves, 5 de junio de 2025. Plaza de Toros de Las Ventas, Madrid. Vigesimocuarta de la Feria de San Isidro 2025. Corrida de toros. Lleno de ‘no hay billetes’.
Toros de Jandilla, parejos en la presencia, subiendo el último. Con nervio y movilidad el primero; embistió largo y profundo por el izquierdo el segundo; bravo y codicioso el tercero; de bravura boyante el gran cuarto; se defendió por su precaria fortaleza el quinto bis; con movilidad el sexto, que no terminó de entregarse.
Sebastián Castella, de negro y plata: Silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso.
José María Manzanares, de azul noche y cobre: Silencio y silencio.
Borja Jiménez, de vainilla y oro: Oreja tras petición y silencio.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
