LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

De Justo y la tarde injusta


viernes 17 mayo, 2024

El extremeño acaricia la Puerta Grande y se va sin premio por una estocada sin muerte; Perera rubrica un San Isidro para el recuerdo

Lso4628 (1)
Emilio de Justo regala una reverencia a Las Ventas © Luis Sánchez Olmedo

Pudo haberse ido por la calle de Alcalá, en volandas hasta la furgoneta. Vino vestido para ello, aunque entonces no conociera el punto de inflexión de una tarde que se empeñó en no hacer justicia a cuanto pasó en el ruedo. Emilio de Justo se reencontró con una afición que nunca lo echó en el olvido, pero necesitaba reverdecer, y se llevó esa comunión a pie a la espera de otra tarde. No tendrá otra Perera, al que tampoco acompañó la justicia después de una vuelta al ruedo por toda valoración a una tarde tan maciza como el San Isidro que ha echado. Pero es que la corrida de La Quinta no fue la esperábamos ansiosos.

En primer lugar, por las hechuras; un ecierro cárdeno entero que ronda los seis quintales o no es de Santa Coloma o no es paradigma de su estirpe. Toros hechos a retazos, con una pinta en la cabeza y otra distinta por detrás, como si no pertenecieran al mismo bicho. Con el cúlmen de esa vaca vieja de más de 600 kilos que cerró plaza pasando y pasando por la muleta de un Ginés ausente, como si aquello no fuera con él. Pero vayamos por partes.

El hito de la tarde se produjo cuando De Justo, muy correcto hasta entonces, sufrió una fea voltereta mientras toreaba al natural al reponedor quinto -con el morro de Albaserrada y la trana de Pablo Romero-. Fue dramático, pero no hubo consecuencias trágicas. Sólo que algo despertó el orgullo, el arrojo y el valor del extremeño para ponerse a torear de una vez. Porque comprendió que lo había perdonado el de La Quinta una vez, pero no lo haría dos. Tal era su exigencia, a pesar de obedecer, porque no perdonaba un error con la muleta en la mano. Y eso le exigió a De Justo ponerse con el pecho al frente, los pies juntos, la sarga en la zurda y vamos, que nos vamos. Terso y hasta inmaculado le voló el trapo al natural mientras arrastraba en la arena la mano de los billetes. Fue entonces cuando rugió Madrid.

Y Madrid no ruge de esa forma si no hay un tipo entregado delante del toro, en la arena. Emilio, que se había pasado su actuación con el segundo intentando reencontrar su sitio desde ese etéreo lugar del limbo entre la gloria y la realidad, necesitaba un toque de atención que le sacudiera fantasmas. Ese se lo dio ese quinto, que fue exigente e importante, pero no un toro especialmente bravo. Fue levantarse de la voltereta y rehacerse a base de enterrar las plantas, comprender la embestida y aplicarle soluciones. Ya estaba más fresco Emilio, más rabioso, más ansioso por ganar esa pelea. Berreaba la plaza cada natural macizo, cada trazo comprometido con el toro por dentro, cada vez que este Emilio, convencido, miraba al tendido, Pero cuando llegaba a los mismos medios para terminar con ese quinto, la estocada, que pareció soberbia, se mostro tendida y suelta, con poca muerte, por un lado, y escasa justicia, por el otro. Pero nadie dijo jamás que el toreo fuera justo.

Que se lo digan a Perera, que dio una vuelta al ruedo esta tarde como compendio a un festejo en el que su quietud, su tremendo poder y su pasmosa capacidad para templar los toros volvieron a mostrarlo justo entre Dios y los hombres, con todo lo fácil que parezca hacer lo que hace este señor. Al abreplaza, mansurrón desde que salió -con Miguel esperándolo de rodillas en la puerta-, lo obligó a firmar el armisticio nada más concluir la primera tanda. Luego pasó por allí, pero le dejó debiendo entrega a un Perera que jamás la escatimó. Porque esos veinte años de alternativa parecen no haber pasado para su ambición.

Ambición mostró poca, sin embargo, un Ginés Marín al que no se le vio metido en la tarde, a pesar de haberse ido a la puerta de chiqueros a esperar al tercero. Faltó el acople con dos animales; al anodino tercero le pegó muchos muletazos pero ninguno para el recuerdo. Al larguirucho, degollado, manialto y zancudo sexto lo fue pasando y pasando hasta que ya no fue nadie, pero tampoco lo fue Ginés mientras el toro lo deslucía. Ya habrá tiempo de volver con circunstancias más propicia.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Feria de San Isidro, octava de abono. Corrida de toros. Lleno de No Hay Billetes.

Toros de La Quinta. Fuera de tipo y peso por la exigencia de la plaza. Manso y desentendido el primero, rendido; tontorrón pero por dentro el insulso segundo, aplaudido; noblón, obediente y fijo el anodino tercero; zapatillero y exigente, el mentiroso cuarto; obediente pero muy exigente el importante quinto, ovacionado en el arrastre; con hechuras y ademanes de vaca vieja el pasador sexto.

Miguel Ángel Perera (berenjena y azabache): ovación tras dos avisos y vuelta al ruedo tras aviso.

Emilio de Justo (blanco y azabache): ovación y vuelta al ruedo tras dos avisos.

Ginés Marín (soralla y oro): silencio tras aviso y silencio tras aviso.

CUADRILLAS: Se desmonteró por sus pares al segundo Abraham Neiro “El Algabeño” y Morenito de Arles tras parear al quinto.

https://twitter.com/OneToroTV/status/1791567840207659359

FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Fotogaleria Madrid 17 5 2024