De espectacular arboladura, como se esperaba de la vuelta de Samuel Flores a la plaza de toros de Las Ventas. Así era el encierro del ganadero albaceteño con el que se presentaba en Madrid -y confirmaba, por tanto, su alternativa- el charro Damián Castaño. Como padrino, Fernando Robleño y Jesús Martínez ‘Morenito de Aranda’ como testigo de la ceremonia.
Digno esfuerzo de Castaño en su confirmación
La sola presencia de «Peinanovias», nº 15, el toro con el que Damián Castaño confirma la alternativa, ya generó la primera ovación en los tendidos, más por la longitud de sus acodados pitones, que por la suelta distribución de sus 603 kilos de peso. Y mucho menos por ese trote cochinero con el que acudió al capote del salmantino, que después certificó la mansa condición dejándose pegar en el caballo y echando la cara arriba en banderillas. Sabía Damián que su único momento de tranquilidad sería la misma ceremonia, porque después se tenía que apretar los machos para intentar amarrar la suelta cara del toro al piso y, la verdad, es que se plantó con firmeza, a pesar del viento, para jugar su papel. Sin embargo, ese andar rebrincado, nunca humillado, del toro y los violentos puñetazos que soltaba en la muleta con su descarada cuerna, hicieron imposible el temple y, con ello, el dominio de las embestidas, tan sueltas, tan mansas… Castaño porfió y ni un par de desarmes afearon su esfuerzo. Si lo hizo el acero tan bajo, pero el público agradeció su actitud con respetuoso silencio tras el descabello y el aviso.
El oficio de Robleño supera la prueba del segundo
Si al primero lo ovacionaron de salida, con el segundo se produjeron varios micro infartos en el callejón, cuando quiso saltar la barrera en el burladero de matadores. Instalado el miedo en la plaza, Fernando Robleño aparecía como David contra Goliath. Tan menudo y tan valiente… Y tan inteligente para lidiarlo por pies con el capote, salvando cada agresivo envite son presteza hasta que llegó el toro al peto, donde evidenció su falta de fuerza, la misma que se acentuó en banderillas. Muleta en mano, Fernando quiso imponerse por bajo desde el principio, más allá de la dificultad del viento y ese revolverse pronto del toro, que le obligaba a corregir la colocación. Tuvo siempre las ideas claras Robleño y, con el toro más aplomado y el viaje corto, acertó en quedarse en el tercio, por donde robó algún muletazo de mérito con la mano izquierda, ayudado con la espada por el constante viento, muy templados y tensos, por la lentitud del viaje y la incertidumbre del derrote. Lamentablemente, el acero no le funcionó al madrileño le silenciaron su más que digna actuación.
Ovacionado un sincero Morenito con el sobrero de José Cruz
La alegre movilidad del sobrero de José Cruz permitió que Morenito de Aranda se estirara a la verónica, aunque el ímpetu del toro y el inoportuno viento impidieron que salieran completamente limpias, salvo la buena media al final del saludo y otra más para dejar al toro en el caballo, de donde salió siempre suelto. Sin embargo, ese galope alegre bien valía la apuesta que hizo Morenito, que se fue a los medios para citar en la distancia ofreciendo el pecho en derechazos intensos, que fueron ganando en emotiva profundidad cuando la mano volaba baja, pero cuando la temperatura apuntaba a elevarse con fuerza, el toro doblaba las manos apagando el conato. Una pena, por que la prontitud y la fijeza con la que acudió a las telas hacían presagiar algo grande, pero la obligada media altura a la que debió torear Morenito hacian que el toro respondiera con un molesto derrote al final que lo afeaba todo. Aún así, el burgalés dejó varios momentos de verdadera calidad, tanto por la firmeza y la sinceridad con la que se plantó en la arena, como por el gusto en varios muletazos sueltos que fueron buenos de verdad, como un natural hondo y templado, un trincherazo que fue una pintura y un pase de pecho eterno, que hicieron que la faena tuviera interés y duración por el buen fondo de toro y torero. De haber caído la espada certera, pudo haber sido de premio, que al final quedó en una merecida ovación.
Una ovación premio el notable esfuerzo de Robleño con el cuarto
Cuando asomó la descarada leña del cuarto la plaza entera exclamó de asombro y mucho más cuando tomó el capote de Robleño con un salto que expuso toda su animalidad delante de Fernando. Impactante. Eos también dejó ver el mal estilo que después sacaría en la muleta, sobre todo cuando repetía, sin terminar de pasar, sacado la cara por arriba y girando el cuello con prontitud. Sin embargo, la inercia del primer viaje en cada serie hacia que fuera más potable. Por eso Fernando intentó torear de uno en uno, pero pronto se paró el toro y cualquier lucimiento fue imposible, más allá del esfuerzo de un torero que se la jugó con sinceridad y que metió la espada con una habilidad pasmosa, cuando todos se preguntaban por dónde iba a pasar.
Otra ovación reconoce la firme tarde de Morenito
Más armónica fueron las hechuras del quinto, que en sus 629 kilos tuvo las manos cortas y descolgó bien después de un buen ouyazo de Héctor Piña, que vio como su caballo resultó herido en el cuarto delantero derecho. Luego la ovación sería para Fernando Sánchez, después de un soberbio par de banderillas, esperando al toro con chulería y saliendo tan torero como suele después de clavar arriba. Pero en la muleta el toro fue otra cosa, porque en su pronta embestida rebrincaba y soltaba díscolo la cara, enviando cornadas a diestra y siniestra unas veces por dentro con el pitón de afuera y otra aveces de forma desordenada descomponiéndolo todo. Como si no fuera poco, el viento volvió importunar con su presencia. Aún así, Morenito volvió a apostar con mucha seguridad y paciencia para ir limando esas asperezas poco a poco, siempre en el sitio, siempre con la muleta por delante, con los talones hundidos en la arena. Así consiguió, no sin esfuerzo, cambiar los «Uy» por los «Olés» aislados, cuando el temple conseguía limpiar la embestida con poder y ese templado gusto del burgalés. Por eso la faena se extendió, pues poco a poco, tanto picar piedra fue dando resultado y una meritoria tanda de naturales de cierre de faena, en la que sonó un aviso, sirvió colofón a su sólida actuación. Más tarde caería otro aviso, tras un pinchazo y la estocada, que necesitó un golpe de descabello antes de saludar la ovación de reconocimiento.
Damián se estrelló con la imposibilidad del sexto
Tampoco valió el sexto, que sacó genio en sus desclasadas arrancadas y que, además, pronto se volvió andarín. Damián tuvo actitud, aunque se le notó algo precipitado en esta ocasión, quizás por esas ansias de un triunfo en Madrid que le pueda poner a funcionar, aunque sea en ese circuito de encadtes singulares. Por eso se puso con intención, quiso mandar las embestidas, pero las complicaciones siempre fueron mayores a las soluciones. Además, tampoco le funcionó la espada y se marchó en silencio.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Décima tercera de la Feria de San Isidro. Tres cuartos de entrada en los tendidos.
Toros de Isabel Flores y Samuel Flores (cuarto y sexto), espectaculares sus caras. Descarado de pitones y suelto de carnes, manso y sin clase fue el primero; de más a menos por su falta de fuerza y recorrido el segundo; devuelto el tercero por cojo; le faltó fuerza al buen sobrero de José Cruz que hizo tercero, de alegre galope, fijeza y prontitud; no tuvo clase el manso cuarto, de pavorosa cara, que además se paró; sin clase el emotivo quinto; genio sin clase fue lo que sacó el sexto.
Fernando Robleño (verde botella y oro): silencio y ovación.
Morenito de Aranda (gris perla y azabache): ovación y palmas.
Damián Castaño, que confirma alternativa (grana y oro): silencio tras aviso y silencio.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO