Este viernes se celebraba, en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, la quinta corrida del abono, en el que se lidiaba un encierro de Jandilla y Vegahermosa con Morante de la Puebla, Diego Urdiales y José María Manzanares en el cartel.
Llevábamos varios días reclamando la vuelta del toro de Sevilla a la Maestranza, ese del que nos hablaban los aficionados y que parecía que se había extinguido. Pese al buen resultado que habian dado las primeras corridas del abono nos quedaba ese regusto amargo por no ver a ese toro salir por chuqueros. Hoy con la vuelta de las figuras tuvimos la dicha de ver salir por toriles a seis ejemplares con armonía en sus hechuras, las caras colocadas y la seriedad sin estridencias que debe tener el toro que siempre se ha lidiado en la catedral del toreo. Esta vez se apostó por el toro en tipo ¿Tan difícil era?
Una corrida que pese a no ser de las que serán premiadas al finalizar la feria si tuvo entre sus animales virtudes oscuras que muchas veces no salen a la luz. Dentro de un encierro marcado por la justeza de fuerzas de algunos de sus toros y de la falta de fondo de otros, la corrida de Jandilla y Vegahermosa lidió dos toros que a la hora de analizar la corrida no deben pasar desaparecidos. Primero y sexto fueron dos ejemplares tan distintos como interesantes; uno por su clase, ritmo y calidad, y el otro por su disparo, exigencia y repetición. El primero le valió para que Morante compusiese una sinfonía de capote y una faena de guante de seda, mientras que el segundo era el idóneo para que Manzanares plasmara un trasteo de máxima exigencia en el que ya no valía con componer y acompañar. Dos obras que pusieron sobre la mesa dos formas totalmente distintas de esculpir el toreo.
Morante y su toreo a ralentí salen ovacionados ante un «vegahermosa» de excelsa calidad pero con la fuerza media
Y Morante se durmió a la verónica en unos lances de recibo primorosos al primero de Vegahermosa. Dejó volar el capote para acunar la enclasada embestida de un gran toro venido desde la vecina extremadura. Un astado que siempre le dejó colocarse y con el que deleitó a la afición con un soberbio recibo capotero. Se gustó y gustó Morante galleando por chicuelinas. Empujó con los dos pitones el animal demostrando gran clase en el. Peto. No andaba sobrado de fuerzas pero si de calidad. Rescató ese toreo a la antigua Morante con un quite por alto que llenó de un aroma gallista el dorado albero sevillano. Un quite que comenzó con una ‘Revertina’, recorte que se ejecuta con el capote al brazo y que popularizó el torero sevillano Antonio Reverte allá por el siglo XIX. El mas gracioso y a la vez gallardo y arriesgado. Otro gesto más de Morante por recuperar suertes antiguas en desuso. Con la muleta realizó una faena de guante de seda ante un toro de excelsa calidad, el cual agradecía siempre venir enganchado. Inteligentemente no le apretó en el inicio, toreándolo con la muleta retrasada y en línea. Un toro que pese a su justeza de fuerzas siempre vino entregado, ralentizándose siempre a partir del tercer muletazo. Morante acarició cada embestida, la pulseó buscando dormirse en cada muletazo, el público pese a entrar en la faena no se entregó como debía. La tanda más rotunda vino a zurdas, por ahí el toro gateó buscándola con un ritmo sostenido. Lo toreó con todo el cuerpo, sacando el pecho y llevándose al de Vegahermosa detrás de la cadera. El toro era puro almíbar, de embestidas francas y humilladoras. Muy pinturero fue el cierre de una faena en el volvió a mostrar s personalidad. Tras dejar una estocada casi entera saludó desde el tercio.
Silenciado Urdiales con un segundo Jandilla medido de raza
No tuvo opciones Urdiales con el segundo de la tarde, un toro de Jandilla que acusó su falta de fuerzas. Ya de salida el riojano intentó soltarse a la verónica, pero el animal embestía a salititos y con la cara a media altura, aún así Urdiales dibujó algún lance destacable por su cadencia y ritmo. Un animal que fue protestado por un sector de la plaza al evidenciar falta de fuerzas. Pese a ello siguió en el ruedo. Ya en la muleta embistió siempre haciendo hilo, algo que sin duda dificultaba la ligazón. Tuvo prontitud el animal, pero no armonía en sus momentos. Urdiales porfió en muletazos de uno en uno ante un astado al que le faltaron finales. Siempre perfectamente colocado y dándole las ventajas al de Jandilla. Tras dejar una estocada caída fue silenciado.
Ovacionado Manzanares con un tercero al que le faltó fondo para sostener su noble condición
El tercero fue otro toro de Jandilla con nobleza pero con el motor de la casta algo gripado. Compuso bien la figura a la verónica en un recibo capotero en el que el animal humilló pese a no rebosarse en exceso. Dejó el alicantino un quite por chicuelinas que nos recordó a la figura de su añorado padre. Unas chicuelinas marca de la casa que recordaron a aquel famoso quite de la escoba. Siempre sacando la mano de fuera y toreando con las manos muy bajas. La revolera con la que remató el quite tuvo gran elegancia. Posteriormente fue Morante el que dejó un quite a la verónica de manos altas, el cual volvió a sacar a relucir la figura de Gallito. Un toro al que Manzanares cuidó en el inicio de faena, siempre toreándolo en línea recta y a su altura. El de Jandilla fue agarrando celo, pero le faltaba ese punto de chispa que llega rápidamente al tendido. Con la zurda se gustó en una serie en la que cinceló dos naturales de suma despaciosidad. Muy decidido Josemari, componiendo la figura, pulsando siempre al animal e intentando pulirle los defectos de final del muletazo. Pero el Jandilla pese a tener buena condición no tenía ni la entrega ni la clase del primero de la tarde. Tras la estocada saludó desde el tercio.
Silencio tras aviso para Morante con un cuarto de desrazada condición
De casi seis años era el mulato que hizo cuarto, un toro de Jandilla bajo y con cuello pero que no acabó nunca de entregarse. Un astado al que Morante quiso sacarse a los medios para quitarle cualquier tipo de querencia, pero el animal embestía a media altura sin transmitir absolutamente nada. Todo fue en línea recta y por alto en una labor corta que no tuvo conexión con los tendidos. Tras un mete y saca y una media estocada se vio obligado a decabellar. Finalmente todo quedó en silencio tras escuchar un aviso.
La primorosa pulcritud y templanza de Urdiales sale ovacionada ante otro Jandilla quinto muy a menos
Más alto que sus hermanos fue el quinto, un animal que hizo cositas de manso ya desde salida. Lo enganchó siempre hacia adelante un Urdiales que toreó componiendo la figura y cargando la suerte a la verónica . Un toro que se movió sin mucho celo durante el tercio de banderillas y que llegó a la muleta sin definir. Un astado que humilló más por el derecho, pero sin embargo cuando salía del muletazo lo hacía sueltecito. Bravucón este quinto que tendió en ocasiones a arrollar. Ya en la muleta le hizo las cosas perfectas el riojano, todo muy despacio y a favor de un Jandilla que duró dos tandas. Todo se lo hizo con mucho gusto y a favor de obra a un animal que fue perdiendo el poco celo que tenía. Viendo que el toro iba a durar muy poco le apretó en una serie de mayor exigencia, esa donde los muletazos fueron semicirculares y sacando el pecho. El trincherazo final paró los relojes. Todo lo hizo componiendo la figura, incluso en naturales con el toro embistiendo con con la cara por las nubes. Astado con buenos principios pero si raza necesaria para empujar en el tramo final del muletazo. Una faena en la que Diego buscó siempre pulsear al animal, haciéndolo todo muy despacio y con la mayor naturalidad posible. Pero pese a ello el toro acabó aburriendose. Tras una gran esticada en todo lo alto saludó desde el tercio.
Manzanares pasea la oreja de un sexto con transmisión
Un zapato fue el sexto de la tarde, un animal con una expresión muy sevillana. Relajado salió Manzanares a recibirlo, toreándolo con medio capotito en el templado recibo. Digno de destacar fueron los dos grandes puyazos de Paco María así como los dos pares de un sensacional ‘Mambrú’. El primero se fue ovacionado mientras que el segundo saludó montera en mano. Un toro que en esos primeros tercios colocó la cara pero al igual que a sus hermanos le faltaron finales. Un animal que pese a lo desordenado de sus embestidas todo lo hizo con una gran trasmisión. Se vio muy seguro a un Manzanares que toreó siempre a favor de un toro que cuanto más le apretabas por abajo más se entregaba. Dominó sus embestidas en un trasteo que caló rápido en los tendidos. Manzanares tuvo la virtud de no dejar pensar al animal, dejándosela siempre en la cara y tirando del encastrado cierraplaza. Faena en la que estuvo técnicamente perfecto, dominando las alturas, distancias y querencias de un toro que pese a no rajarse si tendía a sentirse más cómodo en lo terrenos de sol. No fue un animal fácil, todo lo contrario, fue un astado que al no salirse de la muleta muchas veces reponía en exceso. Nunca le giró la muñeca para soltar el muletazo, ligando los muletazos sin perderle un paso. Mató de una estocada casi entera y paseó una merecida oreja.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Quinta de abono. Corrida de toros. Lleno de No Hay Billetes.
Toros de Jandilla y Vegahermosa. Muy bien predentados y con armonía en sus hechuras. De gran ritmo y entrega el enclasado aunque medido de fuerzas primero; con nobleza pero muy justo de fuerzas el sosote segundo; con movilidad y cierta chispa el noble pero a menos tercero; falto de vida el desrazado cuarto; con nobleza y cierto ritmo a derechas el desrazadito quinto; con disparo y emoción el encastado y exigente sexto.
Morante de la Puebla, ovación tras aviso y silencio tras aviso.
Diego Urdiales, silencio y ovación.
José María Manzanares, ovación y oreja.
INCIDENCIAS: Daniel Duarte y Mambrú saludaron montera en mano en el segundo y sexto de la tarde, mientas que Paco María fue ovacionado tras dos grandes varas al sexto.