Borja Jiménez, David de Miranda —en sustitución de Emilio de Justo— y Marco Pérez hacían el paseíllo este 31 de julio, en la tercera de la Feria de Colombinas de Huelva, dentro de su Feria de la Merced. Un festejo en el que se lidiaron varios ejemplares de Juan Pedro Domecq, con esas virtudes necesarias para hacer toreo. El gato al agua se lo llevó el triguereño, tras hacer pleno con el corte de cuatro orejas en una tarde donde refrendó el gran momento por el que atraviesa. Dos se llevó un Marco Pérez que, ni mucho menos, acusó el tiempo de baja sufrido desde el percance de Alicante. Sin la foto de la puerta grande se quedó un Borja Jiménez que marró con los aceros dos faenas de calado.
La ambición y el respeto que se tienen estos tres espadas se palpaba ya desde su llegada al patio de cuadrillas; sus miradas y el silencio reinante denotaban la importancia de una tarde donde la exigencia no se negociaba. Ni un paso atrás dio una terna que se sabe con sobrados argumentos para ser el relevo generacional que tanto demanda una afición que los tiene marcados en rojo. Hoy no era un día más, no era una tarde cualquiera: era la primera en la que estos tres gallos compartían un mismo corral.
Borja se de deja el premio con los aceros tras una profunda y entregada labor al primero
Se fue Borja Jiménez a la puerta de chiqueros a recibir al bajo y armónico primero, un toro que acometió con disparo en la larga de recibo y en un posterior saludo capotero rodilla en tierra, donde entremezcló verónica y chicuelinas. Tras medírsele el castigo en el jaco, el espartinero dejó un garboso quite por chicuelinas que llegó una enormidad a los tendidos. Comenzó de hinojos por ayudados por alto junto a la puerta grande, para posteriormente dejar una tanda en redondo donde entendió perfectamente aquello que pedía el codicioso astado de Juan Pedro. Borja sabía que no podía bajarle la mano en exceso, de ahí que buscara no quebrantarlo en los primeros muletazos. El colorao, venido de Lo Álvaro, tuvo prontitud, fijeza y transmisión, pero también una desigual embestida que impidió ver una labor mucho más compacta. Acertó en terrenos y alturas para acrecentar las ganas de embestir de un astado con disparo. Se apretó con el animal en tandas donde siempre buscó llevar pulseado al astado, pero este, pese a mostrar virtudes, se dolía en el sometimiento. Al natural también dibujó muletazos de su personal corte sin que estos tuviera la ligazón esperada. Viendo que su labor perdía intensidad, le apretó al de Juan Pedro en una serie final donde buscó someter al toro en muletazos largos y poderosos. Aquello que iba camino de premio, se quedó en una ovación desde el tercio tras marrar con los aceros.
De Miranda desoreja al interesante segundo de Juan Pedro
Y sonaron las palmas por Huelva cuando los clarines y timbales del Coso de la Merced anunciaban la salida del segundo de la tarde, otro animal bajo y en tipo de la casa, que embistió con templanza y clase al capote del onubense. Lo lanceó por verónicas el triguereño antes de llevarlo al jaco. Tras empujar con nobleza el peto, David lo citó con el capote a la espalda desde larga distancia para dibujar un ajustadísimo quite, con el animal acometiendo con celo. Toreó con las yemas el onubense; pulseó la enclasada embestida de un toro que se reducía cuando venía enganchado. David disfrutó de la humillada y codiciosa embestida de un astado que tuvo esa continuidad que le faltó al toro de Jiménez. Miranda hizo pivotar la embestida del animal a su vertical figura en muletazos que llegaron rápidamente arriba. Al natural también dejó pasajes de toreo reposado antes de tomar nuevamente la el toreo en redondo. Pecó David de acortar las distancias; ahí el toro embestía de una forma más desordenada y arrendo en alguna ocasión al verse al espada muy encima. Pese a ello, Miranda demostró que se siente como pez en el agua pisando esos terrenos. Se trajo al toro prácticamente a la taleguilla en un final de obra que gustó mucho a sus paisanos. Enterró la espada al primer intento, y para él fueron las primeras dos orejas del festejo.
Marco Pérez, por encima del desrazado tercero
Se montó literalmente encima Marco Pérez de un tercero muy justo de presencia, un animal con nobleza pero con el depósito de raza en reserva. Lo lanceó con suavidad a la verónica, ganándole siempre un paso, para realizar posteriormente el conocido como ‘Quite de oro’, Pérez , conocedor del toro que tenía delante, nunca le apretó, toreándolo a media altura y siempre a favor del Juan Pedro. Pese a no ser un astado al que se le pudiera exigir, el salmantino fue siempre fiel a su concepción, buscando torear al animal pivotando sobre su cintura. No le importó que el astado tuviera media embestida; él se puso en el sitio para alargar siempre el muletazo, pese a que algunos de ellos salieran algo atropellados. Lo mejor de su actuación vino al natural: por ahí pulseó al toro, cincelando un ramillete de muletazos de fino trazo pese a venírsele el colorao encima. Tras un pinchazo y una estocada trasera y perpendicular, saludó una cariñosa ovación tras una labor brindada a Juan Antonio Ruiz ‘Espartaco’.
Importante Borja Jiménez: una oreja que sabe a poco tras una faena de profundidad y temple al cuarto
Volvió a arrear Jiménez en el cuarto, un toro bajo y con la cara bien colocada que mantuvo siempre su condición de mansito en los primeros tercios. Lo lanceó con limpieza en un sedoso saludo a la verónica antes de comenzar por alto una labor que fue a más ante un toro que acabó rompiendo en las telas. Inteligente estuvo el de Espartinas, buscando siempre torear a favor del toro. Le dio ventajas al inicio para luego apretarle cuando la tanda lo requería. Lo pulseó en series marcadas por el temple, con muletazos largos en los que aprovechó las querencias del animal para alargar siempre el muletazo. Pese a amagar con querer salirse suelto en la primera tanda, el toro aguantó la exigencia muletera de un espada que ve toros en todos lados. Jiménez empapó siempre de pañosa la embestida de un astado que tuvo nobleza, aunque le costó humillar de mitad de muletazo hacia adelante, un toro con buen embroque pero el celo justito. Poco a poco, Borja fue metiéndolo en el canasto, llegando a relajarse en una serie de muletazos en redondo, con las zapatillas atornilladas al albero y toreando siempre con la cintura. Disfrutó del toro de Juan Pedro en una faena donde el conocimiento de los terrenos y las alturas fue fundamental. Pese a la movilidad del astado, éste requirió de toques precisos —nunca bruscos— y mucho sentido del temple para que rompiera hacia adelante. Tras una última serie en terrenos de sol con varios remates de bella factura se fue a por la espada, dejando un pinchazo previo a una estocada —mientras sonaba un aviso—. La oreja otorgada por el usía supo a poco tras su poderosa labor.
David de Miranda hace pleno tras pasear las dos orejas del quinto
En quinto lugar saltó al ruedo un negro salpicado de Juan Pedro, al que le costó entregarse tanto de salida como en el caballo. Lo cuidaron, sin llegar este a entrar en su turno de quites. Ya con la muleta, poco a poco fue metiendo en el canasto a un animal que acusó su falta de fortaleza. Se la presentó perfecta el de Trigueros, para que el astado únicamente tuviera que deslizarse tras la pañosa, pero este le costó un mundo entregarse por abajo. Pese a ello, David fue puliendo los defectos de un astado con aristas. Basó su trasteo en el toreo lineal y a media altura. Nunca quiso apretar de verdad a un toro que quería más que podía. Una vez tomada la muleta con ambas manos, decidió acortar distancias para caldear el ambiente. Pero la tanda donde de verdad toreó suelto y abandonado fue con la zocata. Atornilló las zapatillas en el albero, dejando volar la muleta en naturales de figura vertical en el mismo centro del ruedo. Allí enterró la tizona al primer encuentro, siendo premiado con dos generosas orejas.
Marco Pérez mete en el canasto al sexto y lo desoreja
Estuvo técnicamente perfecto Marco Pérez en el sexto, un voluminoso ejemplar de Juan Pedro con buen embroque, pero al que le faltaron finales. Ya desde que se abrió de capa, lanceó con temple y buen gusto al astado. Al igual que sus hermanos, no se le castigó en exceso en varas. Ya con la muleta, siempre buscó los resortes necesarios para meter al animal en las telas. Inteligentemente, eligió la zona del ruedo donde el de Juan Pedro se sentía más cómodo embistiendo. En redondo, dejó claro que los muletazos no iban a ser de exigencia, toreando a media altura y sin llevárselo atrás de la cadera. A zurda dejó pasajes sueltos donde buscó acariciar al toro. Se colocó dándole los frentes para correrle la mano con temple en naturales de su personal concepto. Volvió al toreo en redondo apretándose aun más con un animal que no siempre fue hasta el final. Anduvo fresco de mente y suelto de muñecas, Acertó en los terrenos, jugando con las querencias y las alturas. Aprovechó las inercias del de Juan Pedro para alargar el muletazo de este en derechazos donde pudo relajarse toreando con la cintura. Todo lo hizo con una apabullante seguridad ante un toro manejable, pero al que había que entender y no apretar en exceso por su justeza de fortaleza. Tras un final de faena en la distancia corta, enterró el acero, siendo premiado con las dos orejas.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de La Merced, Huelva. Tercera de la feria de Colombinas. Corrida de toros. Dos tercios de entrada.
Toros de Juan Pedro Domecq. Muy bien presentados —el tercero muy justo para esta plaza— y en tipo de la casa. De interesante juego pero medidos en su fortaleza. Destacó el importante segundo y el boyante cuarto.
Borja Jiménez, de grana y oro: ovación y oreja tras aviso
David de Miranda, de azul marino y oro: dos orejas y dos orejas.
Marco Pérez, de blanco y oro: ovación y dos orejas.
CUADRILLAS: Se desmonteraron Fernando Pereira y Fernando Sánchez en el segundo de la tarde y Elías Martín y José Antonio Prestel en el que cerraba plaza.