Miguel Ángel Perera, Cayetano y Ginés Marín hacían el paseíllo, este domingo, en la primera de la Feria de San Blas en un cartel en el que se lidiaba un encierro con el hierro de Montalvo.
Un sólido Perera pasea una oreja del feble pero buen primero de Montalvo
Tuvo más fe Perera en la embestida mortecina del primero que el propio toro en su salida. Con las manos por delante, pensándose mucho cada arrancada y racaneando entrega, hubo que mimar mucho la embestida en un quite por chicuelinas en el que trazó Perera mejor de lo que embistió el feble Montalvo. Sobresalió Curro Javier con los palos, quien saludó, pero sobre todo la brega de un Javier Ambel que lo lidió en seis capotazos. Ni uno más. Por eso llegó a la muleta con el espíritu tan justo como lo traía, pero con la calidad intacta para que la mantuviese el matador. Y ahí apareció Perera; eternamebte templado y por alto comenzó una faena diseñada para ir tan a más como el propio toro en la codicia y en la fijeza. Sobresaliente en los tiempos y en la estructura, fue la dulzura del mando lo que convenció al de Montalvo para seguir en camino que no terminaba en la arena. Seguro, muy seguro un extremeño de zapatilla templada al que sólo la falta de transmisión del animal dejó en una oreja, y no dos, tras la estocada hasta las cintas.
Cayetano pincha una faena al segundo con muletazos sueltos de gran expresión
Cayetano saludó al castaño segundo con verónicas genuflexas muy de su abuelo, Antonio Ordóñez, pero el constante perder pasos y tropezar a que le obligaba la carencia de poder dejó sin remate el saludo. Muy protestado el animal en el primer tercio, resultó docilón en banderillas, donde tardó poco en verlo Rafa Rosa y menos en explicárselo a su matador. Pero comenzó de rodillas Cayetano, a dos manos y exigiendo muy pronto la humillación de un animal que tenía tanta clase como carecía de fuelle. De hecho, hubo muletazos de tremenda expresividad de un Cayetano que pecó, tal vez de emborracharse de toreo en momentos puntuales y apretar d3masiado al animal, que no remontaba tras las pausas, como el anterior. Dos pinchazos y una estocada dejaron en silencio su botín.
Un Ginés profesional se estrella con la falta de virtudes del tercero
El tercero, menos en la apariencia que los dos primeros, se le vino cruzado a Ginés en el saludo y luego volvió al revés y desentendido después de cada verónica, hasta pegarse una costalada que lo mermó más aún de lo que venía. Pero como no tuvo la entrega que les sobró a los hermanos, ni lució la clase, no siquiera se cayó. Se limitó a tirarle tarascadas a la muleta a un Ginés profesional e impecable que se quedó muy quieto y hasta le perdió el respeto en ocasiones por ver si aquello tenía algo que rascar. Pero no hubo nada. Solo una estocada casi entera antes del silencio.
Un soberbio Perera gana la batalla con el encastado cuarto, de vuelta, al que desoreja
El castaño que hizo cuarto salió más montado y siendo más toro que los demás, pero sin humillar ni entregarse en las verónicas que Perera propuso con suavidad. Más a la trágala fue el quite, por tafalleras y chicuelinas, del que no desistió Miguel hasta que no se lo pegó hasta el remate. Soberbio Javier Ambel en banderillas, soberbio Herrera -ambos saludaron- y soberbio Curro Javier en la brega de un toro con más chispa y bravura, y mucho más emotivo para el tendido, que le concedió la vuelta al ruedo en el arrastre. Antes, Perera había impuesto su ley de mando dulce, de 8mperiosa suavidad y de largura para bajar los humos a un animal que no encajaba bien las brusquedades. Hubo tandas de exigencia máxima, de toreo roto y despatarrado, y otras de asiento en la ar3na para que el animal pasase alrededor. Magistral el extremeño, que lo tiró patas arriba de un estoconazo ejemplar y paseó las orejas del de Montalvo tras la vuelta en el arrastre.
Un enrazado Cayetano saluda una ovación con un noble quinto que pedía dulzura
Con más corpachón que cara se presentó en el ruedo el quinto, que repitió en el capote de Cayetano menos de lo que éste hubiese deseado en un largo saludo. Dirigió el brindis a Pedro Trapote padre, Cayetano, y se fue a torear al de Montalvo con más arrojo que pausa, que era lo que demandaba el animal. Tenía nobleza, humillación y colocaba la cara al repetir en el muletazo, pero pedía mejor trato con la tela en la mano. Fue látigo, Cayetano, y llegó al tendido siéndolo, pero nos quedamos con saber qué hubiera ocurrido si se hubiese convertido en caricia. Con la espada fue un cañón, por lo que terminó saludando una ovación.
Ginés anda por encima del sexto, pero lo pincha
El sexto, el más ligero del encierro, fue también el que mejor se movió embistiendo en el capote que manejó Ginés a la verónica con brillante compás. También aprovechó el extremeño ña movilidad del castaño para brillar en el quite, pero cuando llegó el momento de la muleta, se le apagó la luz al castaño. Aún tuvo arrancadas de cierta entidad, pero escasas para la superioridad de Ginés en el ruedo. Siempre por encima, siempre con facilidad, pero siempre con el freno de la condición del animal. Mal con la espada, escuchó silencio.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Valdemorillo, Madrid. Primera de la Feria de San Blas. Corrida de toros. Lleno.
Toros de Montalvo. De gran fijeza y justa raza el buen primero; enclasado pero flojo de fuelle el segundo; desclasado, sin entrega y protestón el tercero; con bravura y motor el encastado cuarto, premiado con la vuelta al ruedo; noble, humillado y repetidor el buen quinto; de acusada movilidad muy a menos el sexto.
Miguel Ángel Perera, oreja y dos orejas.
Cayetano, silencio y ovación.
Ginés Marín, silencio y silencio.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO