AL NATURAL

Antes de que San Isidro echase a volar: tres toreros con méritos para volver a Madrid (y a las Ferias)


sábado 5 julio, 2025

Antes, estos tres nombres ya habían pasado por Las Ventas para dejar claro que el respeto de allí no se compra ni se inventa: se gana. Y duele que no estén anunciados en ninguna Feria este verano.

Lorenzo
Álvaro Lorenzo, el pasado 2 de mayo en Las Ventas. © Luis Sánchez Olmedo

Todavía no se habían colgado los carteles verdes de San Isidro ni la ciudad olía a claveles y a tardes largas cuando tres toreros dibujaron sobre el albero madrileño algo más que la simple obligación de pasar por allí. Fue antes del griterío de los turistas, antes del postureo de las redes y del postureo de los de siempre. Antes de la feria, Madrid se dejó seducir por Álvaro Lorenzo, Juan Leal y Luis Gerpe, tres nombres que sostuvieron el respeto de Las Ventas cuando la feria aún dormía. Y duele que no estén anunciados en ninguna Feria este verano.

A Álvaro Lorenzo le tocó el lujo y el peso de la Goyesca, la del dos de mayo, esa cita distinta que pone el sol en el tendido y las dudas en el ruedo. No llegó a cruzar la Puerta Grande, pero a punto estuvo de reventar la cerradura con una faena cargada de entrega, oficio y esa serenidad que ya se le adivina en el andar. Toreó despacio, sin atropellarse, como quien sabe que los silencios también mandan en Madrid. Quizá faltó la rúbrica afilada de la espada, pero el toreo quedó dicho y el público lo entendió. Con eso le bastó para que la plaza se pusiera de pie y lo despidiera con la ovación que se da a los toreros que acarician la gloria.

Un par de semanas antes, en el Domingo de Resurrección, Juan Leal había devuelto a la memoria venteña la verdad cruda del compromiso. No tuvo un lote cómodo ni Madrid es plaza que regale nada. Pero el francés, tan bullidor siempre, cambió la frivolidad por el temple y la colocación precisa. Fue un Juan Leal distinto, serio, sin atajos, firmando una obra rotunda ante un toro de Palha que exigió carnet de valiente. Allí quedó su nombre apuntado en la libreta invisible de Madrid, esa donde solo figuran los que se juegan la femoral sin pararse a pensarlo dos veces.

Y unos días después, ya casi en puertas del abono isidril, apareció Luis Gerpe para recordarle a la afición que en esto del toro todavía hay sitio para los que van a pecho descubierto. Con los Saltillo se la jugó sin remilgos, sin guardarse nada. La tarde se puso fea por momentos, pero Gerpe estuvo por encima del miedo, de la casta dura, del pitón que busca carne. Salió de Las Ventas sin trofeos, pero con la certeza de haber dejado una impresión de torero honrado, de esos que no regatean el compromiso ni escatiman un muletazo.

Luego llegaron las lentejuelas de San Isidro, los focos encendidos, las figuras reclamando su sitio en los titulares. Madrid se llenó de ruido, de selfies y de bufandas. Pero antes, mucho antes, estos tres nombres ya habían pasado por allí para dejar claro que el respeto de Las Ventas no se compra ni se inventa: se gana. Y a Álvaro Lorenzo, Juan Leal y Luis Gerpe nadie les quita ya ese logro, porque Madrid, cuando se da, no se arrepiente.