Con dos festejos toreados se presentó Ángel Téllez en la primera plaza del mundo; por detrás venían las actuaciones en Mora con una corrida de Santa María y San Agustín de Guadalix, plaza que le abría las puertas de la Copa Chenel, con toros de Baltasar Ibán y Galache. Dos tardes que saldó con una salida en hombros y tres orejas. El 17 de mayo llegó la tarde que le cambió la vida tras cuajar al natural a un bombón de Araúz de Robles, privándole la espada de una oreja de peso. Aquella faena tan breve como exquisita supuso un antes y un después para un torero que se había vaciado con aquel ‘Campiña’ oriundo de tierras jiennenses.
Volvería a Madrid diez días después para salir a hombros con la corrida de Victoriano del Río y volver a refrendar su concepto en Las Ventas. A partir de ahí el teléfono no dejó de sonar, unas veces se tuvo que decir que no y en otras acabaron aceptando la propuesta. Diez han sido los festejos que hasta la fecha ha toreado el toledano, seis tras el zambombazo de Madrid, un número que se queda corto por los méritos contraídos en el ruedo.
De esos seis festejos uno sería dentro de una Copa Chenel en la que no pasaría de fase, el resto en plazas como Torrejón de Ardoz -entre figuras-, Segovia -mano a mano con Luque-, Soria -de nuevo con las figuras-, Valencia -junto a Jesús Duque y Álvaro Lorenzo- y por último Mont de Marsan -anunciado con Ferrera y Ginés Marín-. Una serie de festejos en los que ha lidiado astados de varios encastes y ganaderías en buen momento como La Palmosilla, Pereda, Fuente Ymbro o La Quinta.
Ángel Téllez es uno de esos toreros que necesita fraguarse a fuego lento. Pese a sus innegables cualidades -ya mostradas en plazas de relevancia como Madrid o Mont de Marsan- no se debe tener prisa con un tipo de torero al que debemos exigir, sí, pero en la medida exacta. Ya ha demostrado que no le pesa la presión, que saca su mayor nivel cuando la cuesta se hace dura, pero hay que ser conscientes que el nivel demostrado en Las Ventas es fruto de la paciencia y del trabajo.
Ángel imprime calma a todo lo que hace. Para empezar, cuando un torero es valiente está calmado, los toques son suaves, por eso cuanto más valiente es un torero más suave toca al toro, más ventajas le da al animal. El toreo es sensibilidad, armonía y Téllez eso lo lleva a gala. Es un torero que pese a se muy nuevo tiene cualidades innatas que obligan a todo buen aficionado a esperarlo. Sabemos que vivimos momentos en los que la inmediatez prima sobre todas las cosas, pero en casos como este deberíamos pararnos y bajar el balón suelo.
En el toreo las prisas siempre son malas consejeras, no ayudan en nada, de ahí que sea fundamental tener al lado a alguien que trasmita calma, sosiego, y que sobretodo confía en uno. Por suerte tenemos toreros en el escalafón que necesitan de esa pausa, de lo contrario se pueden convertir en juguetes rotos. Muchas veces llama la atención lo salvaje de un torero, su bisoñez, esa falta de recursos que pule con el corazón, pero el torero como el toro muestran su verdadera cara cuando se acaban las inercias, cuando la calma aparece, ahí es donde se ve si realmente el camino puede ser largo.
Pero Téllez tiene un problema, ese que no le es ajeno a muchos de sus predecesores y que seguirá siendo un dolor de cabeza para los que vienen por detrás. Ese problema se llama espada. El torero, y más en esta época, tiene que refrendar sus faenas con la tizona, de todo lo contrario el abrirse camino se pondrá en chino. Hace tiempo escuché decir a Eduardo Davila Miura lo siguiente: «Qué injusto es que un torero cuaje un toro y que por h o por b lo pinche y todo quede diluido, ahora, como cambia la película cuando un torero hace una faena normalita, pero si le pega un espadazo tiene la oreja ganada. Por eso los que están arriba cuando hay que matar los toros en plazas y días claves los matar, por eso los buenos futbolistas cuando tiran un penalti lo meten y no lo tiran al palo».
De eso precisamente tiene que aprender un Ángel Téllez que debe corregir un error que ya se ha llevado por delante a grandiosos toreros que no lo veían claro con la espada. Toreros que tuvieron en su mano triunfos incontestables pero que se quedaron por el camino debido a no cortar las orejas. Por eso en su carnet pone matadores de toros y no toreros, porque la suerte suprema es vital para colocarte en ese lugar que todo torero sueña. Cierto es que hoy en día lo numérico se valora más que las sensaciones, y no siempre debería ser así, pese a todo ello, el toreo es una carrera de fondo, no de velocidad, de ahí que toreros como Aguado, Ortega o Téllez necesiten de ese fuego lento, de esa maceración y de un tipo de toro que le den confianza. Ya habrá tiempo para esa exigencia extrema, pero todo tiene su tiempo.
De momento Téllez está ilusionando a una afición que ha encontrado una amalgama de toreros de gran interés tras una pandemia que dejó a la Fiesta tiritando. Las figuras siguen arreando, los nuevos piden a golpe cantado su inclusión en los carteles, los más humildes dan motivos para contar con ellos, los toreros de las corridas duran no vuelven la cara ante la adversidad… todo ello suma más que resta, por eso es una pena que un torero con una cualidades tan excelsas pueda verse relegado a un lugar que no le corresponde por no matar a los toros.