Era frase de Martín Arranz para medir la repercusión de algo. Si lo que había sucedido tenía verdadera importancia, había que difundirlo, tan fuerte y tan lejos, que se tenían que enterar “hasta las cucarachas del Metro de Tokio”. Era su manera de poner las pilas al personal para que, en tiempos donde no había ni whatsapp ni redes sociales, los sucesos se propagaran a la misma velocidad a la que ahora llega un mensaje por internet.
Quería el polifacético taurino castellano, usando el énfasis y el carácter que siempre le distinguió, que el suceso en cuestión se extendiera o llegara a sitios distintos de aquel en que se había producido, y además, con la misma fuerza o trascendencia que en el lugar de origen.
Me acordé de él y de su vehemencia ahora que empieza San Isidro, más que una feria, un símbolo, más que una sucesión de corridas de toros, seguramente la marca más reconocible de lo que es, a día de hoy, La Tauromaquia. Y la demostración más palpable de que este espectáculo sigue vigente, y que no sólo no es anacrónico, sino que está a la vanguardia de todas las expresiones artísticas, a pesar de las cacicadas perpetradas casi a diario contra él, de modo tan injusto como interesado.
Por eso, es tiempo de salir del armario, aparcar endogamias y exhibir orgullosos la pasión que nos une. Porque nos une. Gustos al margen. De ir a la plaza sin complejos y además, que se sepa. Que se entere el tendero de la esquina cómo han estado Morante o Roca Rey en Las Ventas, que el taxista conozca que hay toreros como Tomás Rufo o Borja Jiménez que ya se codean con la élite, que el panadero descubra que tenemos la mejor hornada de novilleros de hace muchas temporadas… Hay que hablar de toros en la calle. Y hacerlo, además, con naturalidad.
Sería bueno aprovechar también esa corriente favorable que ha generado la emisión de la feria en abierto. Y usarla como altavoz. Porque, por empeño personal de la Presidenta de la Comunidad, de la mano de Telemadrid y del resto de las autonómicas, los toros van a llegar a todos los hogares gracias a la emisión digital. Y pulverizar las audiencias, como hizo Canal Sur la pasada semana. Más de un millón de espectadores vieron a Morante, Ortega y Aguado en Sevilla a través de distintos soportes, y el ente andaluz obtuvo ese primero de mayo un 19,1 % de cuota de pantalla. ¿Hasta cuando se van a ocultar veladamente los datos de las audiencias?
Ya puede YouTube seguir atentando contra La Tauromaquia, al suprimir de modo tan torticero como infructuoso el original spot (por cierto sin imagen alguna de la lidia) que la Plaza de Las Ventas había diseñado para promocionar la feria, o que Más Madrid siga con sus ocurrencias descabelladas, la última, una proposición no de ley en la que, entre otras lindezas, solicita la supresión del Premio Nacional de Tauromaquia que auspicia la Comunidad de Madrid, o la derogación de la Categoría de Bien de Interés Cultural de la Fiesta de los Toros, además de proponer que las plazas de toros se conviertan en espacios multifuncionales como «galerías de arte» (¿Es que acaso no lo son ya?)
Estamos de enhorabuena. Tenemos un mes de toros por delante en el mayor escenario con que cuenta La Tauromaquia. Todo un alarde. Valorémoslo primero y disfrutémoslo después. Y hagamos de profetas. Contemos que Las Ventas se llena un mes seguido. Que hay bofetadas por conseguir una boleta. Que abuelos y nietos se agolparán cada tarde frente al televisor para seguir, más allá de un espectáculo taurino de primer nivel, un acto social que genera económicamente lo que cualquier evento deportivo máximo rango. Se llama San Isidro. Y todo el mundo debe saberlo. Hasta las cucarachas del Metro de Tokio. Feliz feria.