Hace ya algunos años, el hoy jefe de redacción de Cultoro, Javier Fernández-Caballero, escribía un artículo que definía con precisión quirúrgica la situación de la plaza de toros de Bilbao y su feria. ‘Bilbao no se muere, a Bilbao lo matan‘, se titulaba, y venía a decir que la falta de trabajo, de atención y de talento de sus gestores estaba condenando al Botxo a su inevitable claudicación. Era verdad entonces, pero lo es mucho más hoy, cuando la empresa BMF, que dirige los destinos de Vistalegre, ha decidido suspender la corrida de rejones que abría las Corridas Generales a seis horas de su comienzo, sin la vergüenza o el decoro de esperar a la hora del festejo. Igual porque a la hora del festejo reinará en Bilbao un sol de justicia…
Porque lo cierto es que, para ser empresarios que participen en el reparto del pastel de poder en el toro no basta con heredar un apodo y una empresa de inmaculada pinta, proveniente del trabajo de uno de los mejores y más acertados taurinos de la historia. De nada sirve que tu padre o abuelo situase el cúlmen de abonados en Las Ventas en la cifra de 18.000, la más alta de la historia. Y porque no le dejaron abonar la plaza entera. De nada vale esa herencia si tú no tienes la voluntad, la necesidad o el talento de trabajar para hacerla aún más grande. Y ese es el problema que hoy se refleja -entre otras- en la plaza de Bilbao.
Ya en la elaboración de los carteles se les recordó que las ausencias eran, tal vez, más importantes que los aciertos, y que eso se iba a reflejar en la taquilla, ya de por sí muy delicada en los últimos años del Botxo. Bien; pues no ha terminado de llegar el primer festejo y ya han pegado la primera ‘espantá’. Lo que se traduce en que Sergio Galán, Leonardo y Guillermo Hermoso de Mendoza se quedan sin actuar en una de las plazas más importantes del orbe taurino. Y no por su culpa -ya está bien de blandir el argumento de que un torero no mete gente-, sino porque el trabajo del empresario, el de meter gente con el cartel que propone, se ha quedado sin hacer. Lo otro, lo de juntar tres tíos con tirón para que apañen el tendido, lo sabe hacer cualquiera.
A lo mejor ese era uno de los errores que cometieron los hijos cuando faltó el padre; pensar que todo era así de fácil. Pero lo de trabajar la afición en las localidades, abonar la semilla que dejaron plantada los que vinieron por delante y facilitar el espectáculo a los que tienen que volver en el futuro… En eso no pensaron. Ni piensan. Ni pensarán, por mucho que ahora les escueza todo lo que les digan. Porque el nuevo espectáculo que debería ser la tauromaquia de este siglo no tiene nada que ver con el que ellos manejaron al faltar don Manuel. Y o no lo entienden, o no se quieren adaptar. Las dos opciones auguran ruina.
Este ‘chocolate’ que ellos conocieron debe dejar de serlo para convertirse en una alternativa de ocio válida para los que deben mantener el espectáculo en los años venideros. Debe hacerse sostenible y trabajarse con los nuevos parámetros que marca una sociedad cada vez más colmada de propuestas atractivas para gastar tiempo y dinero. Y no basta con hacer un tendido joven, abrir un aujero en la pared, ponerle la palabra Taquilla encima y esperar a que la gente se agolpe para dejarse los ahorros. Ese tiempo ya pasó. Por lo tanto, si sólo se sabe hacer eso… no se sabe hacer ya nada.
Todo ello ha sido progresivo en el tiempo, porque fue un auténtico imperio el que construyó Manolo Chopera, gestionando o adquiriendo en propiedad plazas y plazas para amasar una auténtica fortuna. América, Francia, Salamanca, Santander, Madrid, Almería, Palencia… Hasta acabar en los dos cosos gemelos de Illumbe y Logroño, la joya de la corona de -tal vez- el mejor empresario y apoderado que ha existido hasta la fecha. Hoy, con la empresa vendida a Bailleres, la gestión de Bilbao y la carga de tener que organizar siempre Donosti, Logroño y Salamanca, que son suyas, hay infinitamente más terreno perdido que ganado. Como para confiar en ellos está el asunto…
Dadas las circunstancias, pues, no podemos lamentarnos por la muerte de Bilbao, sino denunciar su asesinato. Que comenzó a fraguarse cuando a BMF se le concedió su gestión -aunque fuese la Junta Administrativa quien tuviese la batuta-. Ahora, ¿quién va a mitigar el daño que se le está haciendo al toreo en uno de sus baluartes fundamentales?