Este Domingo de Feria, Ramón Valencia ha consumado lo que sin duda se consolida como el mayor ataque audiovisual al toreo de los últimos tiempos. Una ofensa que ni los toreros, ni los aficionados, ni los ganaderos podrán perdonar, porque va más allá de un desacierto puntual o una mala gestión en la contratación televisiva; va de que la Feria de Abril no se ha abierto al mundo, entendida como una traición al aficionado internacional, que no ha podido seguir por televisión más que tres de los 16 festejos celebrados hasta ahora en la que, más que un edificio, es una catedral para la Fiesta brava. Es parte del alma del aficionado mundial. Y se han quedado sin ella.
El desatino de esta gestión audiovisual, que ha desembocado en una Feria de Abril sin retransmisiones en directo (tan sólo con las citadas tres corridas por Canal Sur), se vuelve más incomprensible tras haber rechazado una oferta con un fijo de 55.000 euros por tarde con un variable de hasta 90.000 euros en las corridas estrella para ofrecer la cobertura de la feria, tal y como avanzó Álvaro Acevedo. Y desechó Ramón Valencia un acuerdo en una ofensa que toreros, aficionados y ganaderos jamás le perdonarán.
No se lo perdonará un Marco Pérez que vio cómo nadie podía atestiguar en directo su tarde de arrestos y máxima inteligencia el lunes de Preferia, mientras que Javier Zulueta, su poderdante, también tendrá que agradecerle a Ramón Valencia que ninguna televisión se haya hecho eco en directo de la novillada del apagón, celebrada el mismo día que España estaba en alerta por esta situación extrema.
Como la Casa Lozano deberá agradecerle a Pagés que nadie viese en directo la corrida de un 30 de abril en el que, aquel cuarto toro de Alcurrucén siguió dando gloria brava al encaste Núñez.
Morante también tendrá que dar las gracias porque el toreo eterno que ofreció el cigarrero se perdió no solo el Lunes, sino también el Viernes de Farolillos de un serial que, más que nunca, debería haber mostrado la magia de la Maestranza en directo.
O Borja Jiménez, pues el toreo profundo y poderoso que dejó ante la media embestida del sexto de Jandilla no pudo ser visto en directo el Viernes de Preferia. El bravo cuarto de vuelta al ruedo de Santiago Domecq, el tremebundo toreo de Roca Rey, o la actuación de David de Miranda, que arrasó el sábado con tres orejas en su camino hacia el Guadalquivir, fueron otros momentos que jamás pudieron ser vistos. ¿Y qué hay del toreo más antiguo y más nuevo de Pablo Aguado, el toreo de siempre que se funde con la innovación más sincera y que nadie siguió en directo?
Lo que no podrán agradecer a Ramón Valencia son Emilio de Justo ni Fernando Adrián. Al primero, se le ofrecieron las lentejas de todas las ferias, mientras que al segundo se le negó el acceso al Mesón de Adriano, un detalle tan revelador como el desprecio por la dignidad de un torero.
La gestión de Pagés se ha alejado del aficionado, ha perdido la credibilidad y la conexión con el alma de este rito. Este ataque es una herida profunda, y el aficionado y el profesional no olvidará nunca esta ofensa.