CARTAS AL DIRECTOR

La dura carta de un abonado a la empresa Pagés


lunes 17 marzo, 2025

Teniendo usted un restaurante cinco estrellas, nos sirve cada año platos de bar de carretera, llenos de fritanga

Ramon Valencia Sevilla
Ramón Valencia y La Maestranza tras él. © Toros

La Redacción de Cultoro ha recibido, con ruego de publicación, una carta de un abonado de Sevilla que nos remite la Unión de Abonados por su reflejo del sentimiento general del cliente de La Maestranza. Por ello, procedemos a su reproducción íntegra -puliendo las erratas-:

Querido Ramón:

Cómo cada año por estas fechas me encuentro en la tesitura de renovar mi abono del tendido 8. Y cada vez se me hace más cuesta arriba. Faltan cada vez más amigos en el tendido (Salvador y Manolo éste último año, además del inolvidable Enrique Bayort, descansen en paz), pero, sobre todo, porque el plato que me sirve la empresa Pagés es el mismo de todos los años, por mucha «categoría» que diga usted que tiene el menú que me pone delante pues, teniendo usted un restaurante cinco estrellas, nos sirve platos de bar de carretera, llenos de fritanga.

En su restaurante, usted no da un producto fresco, sino congelado año tras año (las mismas ganaderías de siempre, para que no se le enfaden las figuras) que hará que, un año más, no aparezca la casta por el precioso albero alcalareño. Este año, con la novedad de Fuente Ymbro, que siempre se agradece, aunque no podré verla por coincidirme con otro acto taurino, en donde si sale el toro de verdad.

Y en cuanto a toreros, ahí sí tiene usted un chef de «categoría» en la persona de Antonio Matilla, que le elabora el menú al gusto de la afición sevillana y suyo propio, dónde no falta un mucho de Manzanares (que a mí me sienta peor al estómago que el picante); un poquito de El Fandi (que es como la sal del Himalaya, no da sabor ninguno); y el resto de figuras insípidas.

Capitulo aparte, en mi caso, merecen Morante (ojalá esté un poquito recuperado de su dolencia mental) y Juan Ortega, los dos únicos condimentos del menú por los que uno va a su restaurante con ilusión, aunque tenga que tragarse otros platos a disgusto. Y de postre, Ramón, la subida de precio del cubierto, de por sí ya el más caro de España, que -encima- nos lo pone al mismo precio a los que vamos todos los días a comer que al que va un día a emborracharse.

Con todo ésto, lo malo que es el menú, lo peor de los últimos años en su restaurante, son los jueces que le juzgan su menú (presidentes que deberían de mirar por la calidad del producto y la seriedad del lugar, en vez de por el bolsillo del empresario y entregados al triunfalismo barato) que le han dado el máximo de estrellas Michelín, cuando su restaurante pasa por ser uno más de los que pueblan nuestra querida Piel de Toro.

A pesar de todo, me tendrá de nuevo éste año en la mesa, protestando por lo mal que sabe el guiso, a ver si algún año lo cambia o -cómo se rumorea- sus caseros (que mantienen el edificio como los chorros del oro) no le renuevan el contrato.

Sin más, se despide atentamente un sufrido comensal.

José Luís Miguel, abonado de La Maestranza