La ilusión no es artificial. Ahí están los datos y sobre todo, las sensaciones. El suceso de este inicio de curso viene del escalafón menor. Y de la hornada que se está cociendo ahí abajo. Hacía tiempo que una generación de novilleros no reunía tanto interés, y sobre todo tantas posibilidades. Porque tan cierto es que aún están en fase de formación como que se les adivina recorrido y se les intuye proyección.
Todos saben torear, pero es que además dicen el toreo con expresión y lo declaman con personalidad. Van más allá de la capacidad, la actitud o la solvencia, virtudes (y vicios) de la moderna tauromaquia. Por eso, sus triunfos tienen mensaje. Y dejan huella. En Valdemorillo, Olivenza y Fallas, los primeros escaparates de 2025, ya se han hecho oír, a veces incluso más que sus mayores.
El Mene, que arrasó su escalafón el pasado mes de septiembre, quizá sea quien más virtudes reúna. Tantas, que con apenas una docena de novilladas a sus espaldas, ya empiezan a salirle detractores que lo tildan de frío y lo acusan de quedarse al hilo. Torero aragonés, pero con la reciedumbre y la austeridad castellana, donde se ha hecho torero, de su concepto clásico emerge una zurda de las que de verdad cotizan. Tiene además una asombrosa facilidad para torear con el capote, se adorna con gusto clásico y se va detrás de la espada sin titubeos. Las orejas que cortó en Valencia, en tarde de climatología antitaurina, revelan que ni se arruga ni se amilana ante los contratiempos.
En esa misma novillada, y aún sin cortar orejas, también reclamó focos Javier Zulueta, el más artista de esta baraja, a quien algunos tildan de frágil. No están entre ellos quienes le vieron imponerse -ojo, y sin salirse de su concepto- a un temperamental astado de Camino de Santiago con cuajo y pitones, una mañana en Dax, cuando aún estaba sin caballos, o la dimensión que dio el pasado año en Colmenar Viejo frente a una seria y buena novillada de la familia Telles. Se destapó en su debut el pasado año en Olivenza pero, más maduro y cuajado, hace poco más de un mes en Valdemorillo se expresó con más rotundidad y contundencia. Porque le busca las vueltas con paciencia a sus novillos, sin aburrirse, y cuando los recluta para la causa los torea con estética y gracia sevillana.
También en Valencia salió la gente hablando de Aarón Palacio, un torero aragonés atípico, pues se sale del palo y la vertiente de los toreros oriundos de la Ribera del Ebro. Palacio tiene plasticidad y elegancia manejando las telas, pero no renuncia a remangarse si la situación lo requiere. Su toreo de apertura en los prólogos de faena resultan exquisitos, sus naturales presumen de composición y dibujo y sus obras, de armonía y ritmo. Bilbao le cogió la matrícula la pasada Aste Nagusia y Arnedo le calzó su Zapato de Oro apenas un mes después.
El más joven del cuarteto es el portugués Tomás Bastos, novillero de dinastía -sobrino nieto del singular José Júlio- que nació con el toreo metido en la cabeza. Tiene intuición y desparpajo, pero sobre todo, tiene carisma, una virtud que ni se compra ni se alquila y que resulta determinante para el público que se acerca a una taquilla. En Olivenza impactó su dominio de los terrenos de cercanías, sobre todo porque su superioridad fue serena, sin alharacas ni ostentaciones, pues todos sus ademanes estuvieron presididos por la suavidad y el temple que surgieron de sus muñecas. Aunque interviene en todos los tercios, no es el de banderillas el que mejor domina, pero tampoco le hace falta, porque se adivina en él a un muletero sólido y convincente.
Estos son los cuatro “evangelistas” principales, pero no los únicos apóstoles que actualmente tiene un escalafón para tenerle fe, entre ellos, el extremeño Sergio Sánchez, ganador de la pasada Liga Nacional de Novilladas que organiza la FTL y que hace unos días cortó tres orejas en Olivenza. Allí también triunfó El Mella, igualmente de la factoría pacense, como Julio Méndez, que recién ha debutado con picadores. Dos toreros con ambición y recursos. Tampoco hay que olvidarse de Álvaro Serrano, madrileño de Navas del Rey, que apunta a ser un virtuoso capotero, una rara avis, y más, en estos tiempos. De fuera de nuestras fronteras destaca el valor sin cuentos del peruano Pedro Luis y la delicadeza interpretativa del mexicano Emiliano Osornio. Media docena de novilleros que han sembrado esperanza a pesar de que, entre todos, no reúnen ni treinta novilladas picadas. No conviene olvidar este dato. Sobre todo a la hora de enjuiciarlos.
Junto a aquellos que apenas suman unos meses como matadores (Jarocho, Navalón…) otros que están a punto de dar el salto (Chicharro, Tristán Barroso, Marco Pérez, que es caso aparte y apunta a líder de esta generación…) y los recién debutados o que se encuentran a las puertas de su presentación con los montados (Olga Casado, Julio Norte…) conforman una baraja de profetas más que interesante para relevar de modo progresivo, pero urgente, a un Antiguo Testamento, que anquilosa ferias y abonos. Su presencia, señores empresarios, y la paciencia, amigos aficionados, es la mejor garantía para no llegar al apocalipsis.