La fiesta de los toros sigue ausente del paisaje catalán, aunque no de la memoria de los aficionados como se pudo comprobar hace unos días con la conferencia, en la sede de la Federación Taurina de Catalunya, del arquitecto y muchos años crítico taurino de La Vanguardia, Antoni González- Moreno Navarro, sobre Chamaco, el torero que revolucionó Barcelona a mediados del anterior siglo.
La resistente afición catalana, también la del resto de España, mira con incertidumbres varias el presente y futuro de la tauromaquia, asaetada desde distintos frentes y ella misma instalada en un cainismo que la debilita y con los buitres de la política revoloteando a su alrededor.
En esas, este lunes y al tiempo en que el Canal Toros oficializaba tras rumorología varia su cierre definitivo, los Reyes de España entregaban (con ¡qué cosas! el ministro Iceta palmoteando eufórico a su vera) el Premio Nacional de Tauromaquia, que concede el Ministerio de Cultura, a Morante de la Puebla «por la singular personalidad creativa que recrea y renueva el toreo clásico para el público actual». Y ahí estaba Morante, adalid del debate entre lo viejo y lo nuevo, dándoles la razón ataviado de durse con traje corto, varita en la mano y ese sombrero negro de copa alta que nos lleva a Joselito “El Gallo”.
Y nuevo es OneToro el operador televisivo que se ha hecho y seguirá haciéndose con los derechos de las ferias taurinas, empezando por Sevilla y Madrid, para emitirlas en streaming, abriendo todo tipo de interrogantes (entre ellos y no es poco el posicionamiento de las llamadas figuras, reticentes a la tele) de cuyo desvele depende y mucho el devenir de la fiesta de los toros. Porque, más allá de la adaptación de los aficionados a esa nueva forma de ver los toros, a través de dispositivos con los que parte del target de sus destinatarios no está familiarizado y la calidad de la retransmisión (la España rural, vaciada o no, tiene aún un servicio de internet manifiestamente mejorable) está en entredicho, aún son muchas las sombras que se ciernen sobre OneToro, nuevo en esta plaza y que toma su nombre del original OneFootball, con CEO alemán, sede en paraíso fiscal norteamericano y servidor de señal en Sudáfrica, que emite partidos de la segunda división alemana y la liga de Uruguay.
Pues bien, el sector taurino, los mandamases de éste, ese conglomerado de empresarios-apoderados-ganaderos que hacen y deshacen y allá penas los méritos contraídos ante el toro y los gustos de quienes pasan por taquilla, se ha entregado- y con ellos, la pervivencia del toreo- a ese nuevo Midas que pone millones sobre la mesa augurando que serán cientos de miles los suscriptores que harán viable la aventura y lo adornan con la “internacionalización” de la fiesta que permitirá allende los mares, el acceso- por cierto, previo pago y ya posible con el anterior operador- de aficionados y curiosos, desde Islandia a Australia, un suponer.
¿Y si tal cosa no ocurre? Si ese planteamiento -vamos a llamar optimista- no se trasluce en rendimiento económico ¿qué impediría, más allá de un altruismo infrecuente en tales menesteres, el hasta luego Lucas, esto no es lo que parecía y a ti te encontré en la calle? La fiesta en el alero, claro.
Un alero del que también cuelga el peso político. Sin ir más lejos, ese mismo ministro Iceta tan risueño junto a Morante, negó de primeras el Bono Joven Cultural si de toros se trataba, dislate que la Justicia ha corregido ahora, aunque desde Podemos, socios de Gobierno, ya se han alzado voces para pasarse por el forro el dictamen.
Superada- parece- la pandemia que asoló las ganaderías, obligadas a mal vender a precio de carne sus toros criados como reyes de la dehesa a los mataderos industriales y que llevó a los profesionales, en especial banderilleros y picadores, a penurias económicas agravadas por- otra vez la política- la negativa de la propia Ministra de la cosa, la grácil Yolanda Díaz, a reconocerles ¡qué paradoja! su condición laboral. Recuperada la plena ocupación en los tendidos- otra cosa es que los precios de las entradas y la economía de cada cual lo permita- la fiesta de los toros mira a la nueva temporada entre la esperanza y el recelo, entre la realidad y el deseo. Y tanto profesionales como aficionados, se supone que también quienes manejan el cotarro, conscientes de que el órdago es a la grande.
Eso sí, nada quitará la razón al escritor y periodista francés Jean Cau: «Amar los toros es, cada tarde, a eso de las cinco, creer en los Reyes Magos e ir a su encuentro».
Y si no puede ser en la plaza, que sea por streaming.