Javier Fernández-Caballero
El pasado 15 de agosto, el recortador zaragozano David Cortés, de 32 años de edad, sufrió el percance más aciago de su carrera. Perdió un ojo durante un concurso de recortes en Puerto de Sagunto (Valencia), fue operado en el Hospital Clínico Universitario de la capital del Turia y permaneció once días en la UCI. Ahora, Cultoro se ha acercado a la historia de superación de un torero que no lleva traje de luces pero que siente hasta lo más profundo de su alma los valores que este mundo llevan consigo.
«Lo que me ha pasado duele más por la familia que por uno mismo, porque veías las caras que llevaban y eran un libro verlos al entrar a la UCI. Puedo dar gracias a Dios que no tengo amigos de los de salir de fiesta, sino de los que son parte de mi familia. Han estado todos los días con mis padres, apoyándome, y no me han fallado en ningún momento», comienza poniendo en valor el recortador, que hace unos días pasó la última revisión en Valencia.
Así fue el día de la cornada: estuvo a punto de no acudir a Sagunto
Dice que previó el percance, que días antes, en cuanto se vio anunciado en un festejo en la localidad navarra de Fitero, ya tenía claro que lo iba a coger un toro: «Si te digo la verdad, llevaba un tiempo que sabía que me iba a coger. Esas cosas las sientes. No sabía dónde, pero sentía que iba a caer».
David Cortés estuvo a punto de no acudir a Sagunto el día de la cornada: «Tenía al día siguiente un concurso de recortes en Francia. Por la mañana me fui a hacer el test de antígenos para irme allí, y me daba hasta pereza irme hasta Puerto de Sagunto. Incluso llamé para que no contaran conmigo… pero, al final, la palabra es la palabra, y acudí».
El momento de la cornada al recortador
Cuando aquel toro le propinó el primer golpe, éste fue el de la cornada en la pierna y, ya en el suelo, es cuando de nuevo lo embiste y le mete el pitón en el ojo: «Noté como un puñetazo, ya que pegó en el pómulo y luego en toda la órbita, subiendo el pitón hasta milímetros del cerebro. Yo en ningún momento pensaba que llevaba el ojo pinchado, pero sí supe que iba herido porque cuando me fui hasta los barrotes no veía, y luego caí desplomado», describe sobre el momento del fatal percance.
«No veía con el ojo, pero solamente pensaba que llevaba la ceja abierta. Me llevaron a la ambulancia, conseguí sentarme en la camilla por mi propio pie, y fui en todo momento consciente de lo que me estaba ocurriendo», narra el recortador. “Los médicos y enfermeros me preguntaban cosas para que no me durmiese. Yo les decía que el ojo iba mal; llegamos a Sagunto y nos dijeron que tendríamos que ir a Valencia… y allí me operaron durante once horas», explica.
Tras el momento del percance no le anestesiaron: «En todo momento fui consciente de lo que pasaba, tan sólo me pusieron un gotero con suero y yo, con la mano derecha, me tapaba el ojo», detalla. «Me salía sangre y ésta me caía por la cara. En mi cabeza no me entraba, en ese momento, que yo iba a perder un ojo. Creía que llevaba algo pero no que no vería más por ese lado…», añade.
Una operación de once horas en el Hospital Clínico Universitario de Valencia
La operación duró once horas en el Hospital Clínico Universitario de Valencia: «Antes de entrar a quirófano quería saber lo que llevaba, y se lo pregunté a los médicos: me dijeron que el ojo me lo había pinchado como un globo y que ya no existía, que estaba atravesado. Y mi pregunta entonces fue la siguiente: ¿Me van a quedar marcas? Me dijeron que no, que me operarían por dentro del pelo y que no se vería nada. Y así fue”, expone el recortador. “Me rajaron a mitad de la cabeza y me levantaron la piel como si fuese un libro por la mitad para poder intervenir, ya que por dentro el pitón me había roto la base del cráneo, una parte que tuvieron que reconstruir», asegura.
Fue en ese momento cuando un recortador amigo, Josete, llamó a sus padres para contarles la noticia: «Me desperté a las diez horas, que fue lo que duró la operación. Yo era consciente de todo lo que me había pasado y, al irse la anestesia, me preguntaron cosas y me acordaba de todo. Ellos pensaban que me podía haber afectado algo en el cerebro, que podría tener secuelas diferentes a las del propio ojo, pero al acordarme de todo, lo descartaron», se congratula Cortés sobre ese momento.
Unas 48 horas fundamentales tras la cornada y una posterior neumonía que le impedía respirar
Tras la operación, las 48 primeras horas eran fundamentales, porque la suciedad del pitón le podía derivar en meningitis o incluso la misma herida, pero ese tiempo lo pasó bien, sin ningún tipo de infección: «La complicación fue que, durante los 11 días que estuve en la UCI, se me encharcaron los pulmones y perdí la capacidad de respirar por mí mismo. Y como me dijeron que tenía neumonía, si eso bajaba para abajo no podría aguantarla. Primero me tuvieron que poner las gafas y luego la mascarilla de oxígeno». En ningún momento tuvo fiebre y, cuando consiguió respirar por él mismo, lo trasladaron a planta.
Tras ello, se fue a casa a Zaragoza y, al principio, intentaba hacer una vida todo lo más normal posible «porque es importante para la cabeza y para el cuerpo». «Cuanto antes vuelves a la normalidad, mucho mejor. Y salía a la calle, pero a las dos horas me cansaba». Las grapas de la cornada en la pierna y de la cabeza se las quitaron en Zaragoza: «Me quedaron tres puntos de sutura en el lagrimal y la semana pasada me los quitaron en Valencia», describe.
No guarda rencor al toro: «Él me ha dado mucho en mi vida»
Y, tras la narración del percance, llega una pregunta dura pero necesaria: ¿Volverá a la cara del toro algún día? Y esto responde: «Cuando me desperté, no quería ver a nadie, porque lo primero que te dicen cuando entran es que no vuelvas a salir a la cara del toro. Lo primero que quería hacer es asimilar lo que yo tenía. Yo les pedí a los médicos que no me quería ver en ningún espejo hasta que terminase todo el proceso, por eso no quería saber nada de cómo yo estaba para ser objetivo con mi decisión sobre lo que me tuvieran que hacer, porque yo sabia que si me veía, eso iba a afectar a mi decisión. Un día, se apagó la llamada del móvil, y me vi en la pantalla, y vi que lo que todos decían era verdad. Yo quería saber si le guardaba o no rencor al toro, y me di cuenta que no: si volviese atrás, volvería a hacer lo mismo que he hecho en mi vida», confiesa.
«El toro me ha dado mucho en mi vida, me ha dado los mejores años en mi juventud; el toro no es ganar concursos, sino que conlleva unos valores dentro y fuera de la plaza, que es lo bonito de este espectáculo. Los antitaurinos no entienden esto, pero nuestros valores son muchos, muy fuertes y muy verdaderos», defiende.
Una petición final del recortador: que se trabaje por los derechos y las cotizaciones de los recortadores
Por último, el recortador hace una petición final: que se trabaje por los derechos y las cotizaciones de los recortadores. Él lleva recortando desde 2007, año en el que comenzó y prosiguió con más intensidad hasta 2011. Pero lo dejó. «Aquí no se cotiza; antes sí se ganaba más dinero que ahora, pero no es una estabilidad como para vivir de ello. Te pilaba un toro el primer día de temporada y ya no ganabas nada en el resto del año. Por eso decidí montar mi empresa, y ahora que tengo el negocio estabilizado y tengo el tiempo libre necesario para poder ir a concursos», expone el recortador.
Sobre los premios que se ofrecen en algunos concursos, también habla: “Tendrían que ser más considerables. Lo que no puede ser que un recortador gane el concurso, y el resto de finalistas no se lleven nada. Pero lo que realmente debería haber es una cotización a la seguridad social para poder tener nuestra baja si nos pasa algo. Aquí realmente te estás jugando la vida igual que un torero”, concluye.