Era la tradicional primera feria del calendario, cuando el año no había hecho más que romper a nuevo. Era la imagen del frío helador entre las cuadrillas y los toreros, de los cañones de aire que instalaba últimamente el Ayuntamiento en la plaza portátil hasta donde llegaban los encierros de la localidad. Era la curiosa imagen de la nieve irrumpiendo en el escenario al que se le presuponen sol y moscas. Y era también el escenario donde muchos de los meritorios del año anterior iban a sumar paseíllos en su puesta a punto para la temporada nueva. Ajalvir era. Ajalvir servía. Por eso se celebraba. Hasta que la propia estructura del sistema hizo imposible el espectáculo.
Y entonces se cerró el grifo municipal, y se acabaron los festejos. Pero no fue por falta de afición, por olvido de la tradición o por irrupción del animalismo que nos viene tan bien para cargar con todas las culpas. Fue por una cuestión pura y simple de parné. El municipio no podía dedicar a los festejos taurinos un dinero que hacía falta para otras cuestiones. Y entonces se fue muriendo el recuerdo de la localidad madrileña, a la que ya no se le podía exprimir más la teta. Hasta que terminó de morirse hace cinco años.
«De 120.000 a 150.000 euros nos costaba», dice la concejala de Festejos y Seguridad Ciudadana, Mari Carmen Ruiz. De 120.000 a 150.000 lereles, oiga. Lo que significa que Ajalvir no murió; a Ajalvir lo mataron. Lo han matado los mismos que se repartían ese presupuesto, tan legítimo y bien ganado como fuera de toda lógica para un espectáculo que debe adaptarse a su nueva realidad. Por eso es una urgencia vital la renegociación de un Convenio Colectivo Taurino (el estatutario, para que se entienda) que ya no es sostenible -ahora que está tan de moda el término-. Hace ya mucho tiempo que dejó de serlo, mientras el sector no sólo miraba para otro lado, sino que también defendía lo indefendible.
Un convenio colectivo que no le sirve al toreo
En las actuales circunstancias, miren ustedes, NO SE PUEDE SEGUIR DANDO FESTEJOS CON EL MISMO CONVENIO QUE HASTA AHORA. No es viable. Y podemos seguir engañándonos todo el tiempo que queramos con las tasas, los seguros sociales y hasta los veterinarios, pero no solucionaremos el problema hasta que no comprendamos que la partida que realmente quema en el balance de un festejo es la de sueldos y salarios. Cuando terminemos de entenderlo, tal vez deberíamos reunirnos para adaptarlo todo a las nuevas necesidades.
Eso es lo que pesó en Ajalvir, sí. Pero luego no hubo piquetes, ni incidentes a la puerta de la plaza ni del Ayuntamiento, ni sindicatos queriendo exigir explicaciones con las formas de una guerrilla bandolera. Ni profesionales queriendo impedir el desarrollo de los festejos, porque allí no olía a parné. Allí hacía frío, sonaba a lata y salía el toro grande con el billete chico. Y apetecía menos aún ponerse delante que pasar frío con el culo en la gélida chapa. Allí daba pereza ir hasta a manifestarse. Y por eso se murió Ajalvir, porque lo mataron.
Ajalvir no se ha muerto, que a Ajalvir la han matado…
Y terminó siendo el ejemplo de lo que ocurrirá cuando haya que plantearse a qué dedicar un presupuesto en los pueblos que realmente sustentan este espectáculo. O cuando los alcaldes y regidores que se empeñan en mantener una feria de futuro se cansen de que los propios profesionales dinamiten sus intenciones. Sucederá cuando los gobernantes sean lógicos y dejen de apoyar un mundo en el que los propios trabajadores impiden que se generen puestos de trabajo. Muy normal todo, vamos…
Por eso nos parece fundamental -y ahí sí que tendrá un papel de relevancia la Fundación del Toro de Lidia- un congreso, jornada o como se le quiera llamar en el que vayamos todos los que vivimos de este espectáculo, sin excluir a nadie, y pongamos las cartas sobre la mesa a calzón bajao. Y veamos lo que en realidad está poniendo los palos en las ruedas y cómo podemos hacer que deje de ocurrir, pero para eso hay que estar dispuesto a que cambien las cosas. Y eso es más difícil que ver torear a un muerto.
Ajalvir no se ha muerto, que a Ajalvir la han matado…