Hablar de Manuel Rodriguez ‘Manolete’ y de José Tomás es hacerlo de dos toreros que han sobrepasado los límites estrictamente taurinos. Dos hombres de una personalidad tan arrolladora que arrastraban masas tras ellos. Los dos eran -y son, en el caso de José Tomás, que sigue en activo- hombres de pocas palabras, esquivos, algo fríos. Se sentían más cómodos fuera de los focos. Dos toreros que tenían a México como su segunda tierra, dos hombres marcados por un patrón de vida similar tanto fuera como dentro del ruedo.
Fue en 2007 cuando la escritora Carmen esteban publicaba el libro ‘Lupe, el Sino de Manolete‘, y allí se dieron cita dos personajes que se declaran admiradores del Monstruo de Córdoba. Tanto para José Tomás como para Joaquín Sabina, la figura del torero cordobés es tan alargada que incluso 80 años después de su muerte aún sigue vivo. Son contadas las apariciones del genial torero madrileño en público, tan pocas que hay que bucear en la hemeroteca para dar con alguna de ellas. En esta ocasión le preguntaban precisamente sobre Manolete.
«Yo soy José Tomás, no soy Manolete»
«En la pasión que despierta Manuel Rodríguez, el estilo que ha marcado en el toreo, y en todo lo que usted significa en el torero, su concepto se asemeja al de Manolete del siglo XXI, ¿se considera así?», le preguntaban a José Tomás: «Yo soy José Tomás, estoy aquí por mi admiración hacia Manolete, creo que es un genio. Yo soy José Tomás, estoy aquí porque soy amigo personal de Carmen. Ella fue amiga y confidente, nada más. Yo no soy Manolete, yo soy José Tomás. Creo que no debo ser el protagonista, la verdadera protagonista es Carmen y su obra».
A continuación tomó la palabra Sabina para ponerle un poquito más de sal al guiso: «El día de aquella cornada a José Tomás en Madrid, él salió de un hotel donde también iba Manolete; hotel Victoria, el cual ya no es hotel de toreros, lo compraron unos gringos«.
Sin duda los lazos existentes entre el cordobés y el madrileño son estrechos, pese a que puedan existir grandes diferencias entre ellos. Dos toreros geniales que, con su valor y verdad, consiguieron escribir su nombre con letras de oro en la historia de la tauromaquia. Ojalá pronto José Tomás escriba un nuevo capítulo de su obra: los aficionados le esperan.
