MANIZALES (COLOMBIA)

Entre mordiscos y mordeduras de Escribano, Pinar y Hernández


miércoles 5 enero, 2022

Así fue la primera corrida del abono de Manizales en la que tomaron parte, con toros de Dosgutiérrez, Manuel Escribano, Rubén Pinar y Juan Sebastián Hernández.

Manizales Pinar

Lo de Manizales es un milagro. Se dice que aquí sólo gustan los «Gutiérrez» de Miguel, los que se pelean las figuras, a pesar de la casi siempre protestada presencia, pero la verdad es que hay público para todo, porque hace mucho tiempo que lo de Dosgutiérrez (propiedad de Jorge, hermano de Miguel) sale pegando “bocaos” y ahí está el público, casi colmando tres cuartos de los tendidos manizalitas.

Y así salió la corrida, una escalera en presencia, con unos toros mansos y otros, más todavía. Alguno, como el primero, parecía una mala persona, por sus fatídicas ideas. Otros, como el tercero, era un sofá con rodamientos que se deslizaba hacia las tablas como si hubiese un desnivel en el suelo de la plaza, mientras que otros, como el quinto y el sexto, se movieron, como pasando por ahí, lo que unido al deseo de ver algo del público y a que los toreros (todos) se jugaron el tipo con el único objetivo de agradar, desencadenó la emoción de ver cómo el pundonor se imponía a los elementos. Porque Rubén Pinar y Juan Sebastián Hernández arrancaron a mordiscos cada oreja obtenida, sorteando ellos, y Manuel Escribano, las mordeduras de los mansos de Dosgutiérrez.

Del sevillano, poco qué decir. Bailó con la más fea. El primero, lo dicho, una mala persona con estudios avanzados en arameo antiguo, al que trató con una honestidad que el toro no merecía, pues ya le había pegado una voltereta a traición. Mientras que, con el cuarto, violento y deslucido, insistió e insistió para justificar su primer paseíllo en esta plaza. Dejó, eso sí, su vistosidad en el segundo tercio y toda su entrega, ante un público que supo valorar el esfuerzo.

El colombiano, Juan Sebastián Hernández, no tenía una papeleta nada fácil. Con apenas un par de años de alternativa y poco más que media docena de paseíllos trenzados, hizo de tripas corazón para intentar sacar partido de su lote. O mejor, de medio lote, porque el tercero fue un buey de arado que se soltó de la yunta y merodeó por la arena mientras el torero lo intentaba todo por, al menos, robar un muletazo. Sí se movió el sexto, y esa fue su gran virtud, porque lo hizo de cualquier manera, soltando la cara, pero repitiendo; sin entrega, pero acudiendo (o huyendo). Eso le valió al torero de Sogamoso para vestir aquello con gracia, mientras el gentío agradecía el hecho de ver un torero dejándoselo todo por buscar el triunfo.

Otra cosa fue lo de Rubén Pinar. Al segundo le recetaron una lidia cartesiana, puyazo medido de Clovis en todo lo alto, tres soberbios capotazos de Benavídez para dejar al toro en suerte (y enseñarle a embestir) en banderillas y tres pares en la yema de Dixon y Pineda. Nada sobró, nada faltó. Y el toro lo agradeció con dos series en las que pareció tener algo de casta dentro. Eso le bastó al albaceteño para encender al tendido con muletazos tan mandones como vibrantes y lucidos. Los justos para el que toro se sintiera podido y renunciara a la pelea. Pero no contaba con que Pinar le cerraría puertas, ventanas y rendijas por las qué huir, y le obligó a pasar. Incluso, cuando no le alcanzaba ni para eso, Rubén se sacaba algún recurso de la chistera para vestir aquello de torero dominio. Era de premio, pero la espada le jugó una mala pasada y todo quedó en una aclamada vuelta al ruedo. El trofeo lo cortaría del quinto, un toro que tuvo aún menos intención de embestir que el segundo, pero que se movió lo suficiente para que Pinar se inventara una faena en la que la honestidad y el oficio fueron sus grandes bazas. Esta vez, el espadazo valió por sí mismo la oreja.

FICHA DEL FESTEJO

Martes 4 de enero. Plaza de toros de Manizales. Cerca de tres cuartos de entrada en tarde agradable y de lluvia al doblar el sexto.

Toros de Dosgutiérrez, desigualmente presentados y de muy pobre juego. Sirvió la movilidad de los dos últimos.

Manuel Escribano (nazareno y azabache): Palmas y silencio tras aviso.

Rubén Pinar (celeste y oro): Vuelta y oreja.

Juan Sebastián Hernández (espuma de mar y oro con remates negros): Silencio tras aviso y oreja.

INCIDENCIAS: Al terminar el paseíllo se guardó un minuto de silencio por los fallecidos por Covid durante el último año. Destacó la brillante lidia del 2º, con un excelente puyazo de Clovis Velázquez, la eficaz brega de Álex Benavídez y las banderillas de Anthony Dixon y Emerson Pineda. También brillaron con los palos Ricardo Santana y Garrido del Puerto en el 3º.

FOTOS: DIEGO ALAIS