Fue el mejor -para muchos- preparador de toreros que ha habido en la historia. Fue un genio. Muchas veces incomprendido por adelantarse a su tiempo o por explorar caminos ignotos para la mayoría. Antonio Corbacho se fue demasiado pronto para toda una pléyade de toreros que le quedaban por descubrir. Otros se convirtieron en historia a partir de sus enseñanzas. Y en todos dejó su sello grabado a fuego. Pero tal vez hubo uno en particular que guardó a buen recaudo los secretos que le quedaron del maestro: Alejandro Talavante, que junto a José Tomás fue su gran torero.
Era el propio apoderado, antes cotizado torero de plata, quien aseguraba en una entrevista en Tendido Cero que al principio creyó que José Tomás tenía «la cabeza muy gorda» y Alejandro «los pies muy grandes», por lo que no servían para toreros. «Eso demuestra que siempre me equivoco». La realidad los superó a todos. Una realidad que, sin embargo, nunca le fue ajena al genio, perfectamente consciente de sus limitaciones para poner en práctica lo que almacenaba en su cabeza.
«Yo he sido una persona incapaz de hacer lo que he querido por mi falta de capacidad», explicaba Corbacho cuando apoderaba y preparaba a un joven Talavante, «he tenido muchos conocimientos, pero no los suficientes testículos -por decirlo con una palabra suave- para conseguir las metas que me había marcado». Sin embargo, supo aprovechar sus conocimientos para hacer que rompiesen en figurones dos de los toreros más importantes de la historia.
Un genio que sacó adelante a José Tomás y Talavante: «Mi filosofía de la vida es que estás vivo y te puedes morir»
«Mi filosofía de la vida es que estás vivo y te puedes morir», sentenciaba Corbacho, «y eso conlleva hacerte un montón de preguntas. Y algunas de las respuestas se te quedan en el aire. Nos creemos que somos eternos y, además, que somos imprescindibles y que somos importantes y en relación con el cosmos, por ejemplo, no somos nada. Incluso el que sale por la Puerta del Príncipe, por la Puerta Grande de Madrid y por las puertas grandes de las plazas de toros que haya».
Esa entrevista la recordaba Alejandro en su cuenta de Instagram con el siguiente mensaje: «Que voy a decir para ser lo más general posible… para no molestar, para conseguir tantos likes como sea posible, para conseguir más seguidores o para complacer a amigos para que no se aparten de mi… Solo digo mi verdad, es mi identidad. Miente para ganar más dinero, miente para identificarte con pequeños sistemas creados por otros… La gente es débil».
Talavante y la filosofía del samurai
Es muy conocida la relación de Alejandro Talavante con el Bushido, la filosofía de vida de los samurais. Y fue precisamente Corbacho quien lo introdujo en ella. «En mi corto conocimiento de los samurais, están dentro del concepto del toreo. O al menos de esa forma de entender la vida en la que está Talavante», aseguraba el apoderado. «Un samurai tiene un sentido estético de la muerte. Hay cosas que un samurai no se puede permitir, como los gestos de dolor, por ejemplo; no se pueden enseñar. Esto confronta mucho con los valores de ahora, donde se busca cómo engañar a la gente, como hacen los futbolistas cuando se tiran en el área. Y entonces logran marcar un gol gracias a una picardía. Pero en el toro eso no existe. Al toro, o le haces las cosas bien o puedes perder incluso la vida».
Alejandro analizaba diversos aspectos de su carrera de esta forma en una entrevista concedida el pasado año a Jot Down Magazine: «Esta profesión te hace un hombre antes de tiempo, y eso acarrea consecuencias. Hay partes en las que luego te notas inmaduro, y otras en las que te sientes más seguro. Yo de niño era un chico muy familiar. Luego salía con mis amigos, que hablaban de cosas distintas a las que yo escuchaba cuando estaba entre adultos, y me sentía fuera de lugar. Tenía un pie con ellos y otro en el mundo de gente mayor que yo».
También se refería a todas esas enseñanzas que aprendió de Antonio Corbacho cuando se estaba preparando para reaparecer en Arles. «Ahora estoy trabajando tan duro como aquellos años de Antonio Corbacho, aunque no tengo horario en el entrenamiento. Alguna vez quedo con compañeros y alguno me pregunta, porque me conoce, a qué hora me levanto. Y yo digo: «A las once, que para eso soy torero, ¿no?» [Risas]. Me acuesto tarde, a las tres o a las cuatro. Ellos llevan horarios más ordenados. Yo no soy nada ordenado en el entrenamiento, pero antes de acostarme, cuando ya está la casa tranquila, me pongo a ello», explica el torero. No deja atrás, además, un posible planteamiento de temporada: «Cuando torea José Tomás, ¿se ven peligrar las corridas de toros? No. Pues entonces habrá que torear como José Tomás».