En el papel, ese que lo aguanta todo, era la corrida que menos llamaba la atención en los carteles de Cañaveralejo y la que marcaría, según la asistencia de público, el camino del éxito o del fracaso empresarial a la hora de echar las cuentas Y al final de la tarde se juntaron varias buenas noticias.
La primera, que el público caleño demostró que quiere ver toros. Es cierto que la entrada pudo ser mejor, pero esa casi media plaza aparente superó las expectativas de todos, tras un año sin festejos taurinos en la ciudad.
La segunda, la extraordinaria corrida de toros enviada por César Rincón. Cinco de los seis toros (los dedicados a la lidia a pie) tuvieron alta nota, tanto por presentación, con una seriedad y un trapío inmejorables para esta plaza, como por su variado y excelente juego, lleno de virtudes para el buen toreo y alejados de cualquier atisbo de docilidad, esa que aburre a las ovejas. Al final se indultó al sexto de la tarde, “Formal”, un toro que siempre fue a más en su codicia y en su fondo, y que conservó la excelencia de sus embestidas hasta el final con una estremecedora transmisión. Se premió con una vuelta (¿excesiva?) al ruedo a “Cazador”, el primero del lote de El Fandi, y se quedó sin premio otro toro de bandera, el tercero, “Analítico”.
La tercera buena noticia fue la gran tarde de El Fandi, un torero al que pocos le echan cuentas, pero que gracias a su oficio y capacidad supo sacar lo mejor de su buen lote. Porque todo hay que decirlo, sus toros tuvieron buen fondo, intención de embestir por derecho y esa movilidad necesaria para conectar con el público caleño, pero hacía falta una muleta alegre que imprimiera la chispa que podía faltar; mandona para que las embestidas se repitieran con gusto; templada para estirar con ritmo los viajes; y autoritaria para impedir cualquier deseo de renuncia. Y el granadino supo hacerlo todo bien, incluso llegó a gustarse toreando despacio al quinto, con el que firmó muletazos de gran factura por ambos pitones. Sí, también tuvo tiempo para dar espectáculo, ese que gusta tanto al público de estas latitudes, pero sin excesos, todo en su justa medida para conectar con el tendido y ponerle un poco de sal a sus faenas. En definitiva, una tarde en plan maestro de El Fandi, por mucho que a algunos les cueste reconocerlo.
También supo a buena nueva la redención de Adame, que no se le notó ni cómodo ni completamente acertado con el encastado y serio tercero, un toro que terminó por imponerse ante el desconcierto del mexicano, pero que no dejó escapar el triunfo gordo cuando descubrió la mina de oro que tenía entre manos con “Formal”. Joselito llamó la atención con las zapopinas y chicuelinas del quite y, después de un entonado inicio de rodillas que sonaba a declaración de intenciones, comenzó a jugar con las distancias y las pausas para lucir el encendido galope del bonito colorado. La codicia del toro le exigió a Adame una colocación perfecta para recoger cada embestida justo donde terminaba la anterior, allá, detrás de la cadera. Ambos, toro y torero, se entregaron en una pelea que siempre fue a más y que subió como una explosión en los tendidos, porque cada embestida era candela viva, cada muletazo era un nuevo rugido. “Formal” era todo calidad por ambos pitones y Adame estuvo a la altura. El indulto se veía venir y llegó como un verdadero premio a la excelencia.
Asimismo, podríamos quedarnos con la positiva evolución que demuestra el toreo de José Arcila, que viene apostando por un sello, por una búsqueda personal de la diferencia y que, poco a poco, se va dotando de esa naturalidad necesaria para que todo sea auténtico. Pudo alcanzar el premio en el cuarto, después de una faena un tanto irregular, pero animada por muletazos aislados de gran expresión. Lamentablemente, la espada lo emborronó todo. Y no ayudó que la presidencia mantuviera en la arena al inválido séptimo, tampoco el despropósito en el que se convirtió la lidia en el segundo tercio. Aún así, el toro quiso ir para adelante y se encontró un torero dispuesto, más allá de que aquello no durara demasiado.
También a caballo hubo algunos momentos de emoción, más allá de que los toros de Salento no terminaran de romper a galopar con entrega. A Óscar Borjas se le vio animoso y centrado en la lidia, pero no terminó de cuajar una faena sólida más que con el primero y al final, cuando hizo lo mejor a lomos de “Chambao”, con el que puso palos al violín. Sus fallos con el rejón definitivo lo alejaron de los premios.
FICHA DEL FESTEJO
Domingo 26 de diciembre. Plaza de Cali. Menos de media entrada en tarde calurosa.
Toros de Salento, para rejones, bien presentados y de juego potable; y de Las Ventas del Espíritu Santo, de intachable trapío y presentación, y juego superior, excepto el lesionado séptimo. Indultado el bravo 6º, “Formal”, nº 541, colorado ojo de perdiz, de 510 kilos. Y se le dio la vuelta al ruedo al noble 2º, “Cazador”, nº 628, castaño, de 508 kilos.
El rejoneador Óscar Borjas: silencio en ambos (lidió los 1º y 8º).
El Fandi (rioja y oro): dos orejas y dos orejas.
Joselito Adame (turquesa y oro): oreja y dos orejas simbólicas.
José Arcila (azul pavo y oro): silencio y silencio.
FOTOS: DIEGO ALAIS