OPINIÓN

Damián Castaño y la devoción de un hermano


miércoles 23 julio, 2025

Damián Castaño y su ayuda de mozo de espadas, Víctor Hernández, protagonizaron este martes en Santander una de las imágenes de la temporada

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Víctor Hernández, ayuda de Damián Castaño, reza sin mirar, mientras el diestro salmantino realiza la suerte suprema © Ismael del Prado

Se llama Víctor Hernández. Y no, no es el hermano de Damián Castaño. Pero «como si lo fuera». Dicho por el propio matador de toros de Salamanca. Víctor lleva muchísimos años, «toda la vida», en la cuadrilla de Damián ejerciendo como ayuda de mozo de espadas. Precisamente, el mozo de espadas es Sergio Castaño. Su hermano carnal. Ambos velan tarde tras tarde, paseíllo a paseíllo, porque nada le falta a su torero. Centinelas de sus espadas, sus engaños, sus trastos de torear, sus miedos, sus sueños, sus triunfos. Como tantos otros mozos y ayudas lo hacen en cada festejo de la temporada por toda la geografía española, francesa y portuguesa. Miembros de la cuadrilla por derecho, aunque no vean un pitón a milímetros, tan necesarios, tan de verdad como el resto. Hablando de verdad, pocas fotografías entrañan tanta como la que acompaña este puñado de líneas.

Una imagen que no necesita titular. Su fuerza habla por sí sola. Fue tomada por quién escribe este 22 de julio en el callejón del coso de Cuatro Caminos, en Santander. Durante el Omega de la lidia al tercer toro del mediático retorno -se rozó el lleno en una feria que ya tiene asegurados, al menos, cuatro «No hay billetes»- de Miura a la Feria de Santiago. Damián Castaño se vuelca sobre el morrillo del cárdeno girón en busca de hundir hasta los gavilanes el filo de su acero. Una oreja de ley espera. Merecida. Justa. Tal vez dos. Por eso, su ayuda reza, suplica, implora… Mundano manojo de miedos, se siente diminuto, frágil por unos segundos, aferrado a lo que sea… sin querer ver el destino que hay más allá de las tablas. Sólo uno le vale: la gloria.

Porque Víctor Hernández lo sabe. No sólo ha visto hoy la tiránica exigencia de un «Miura» encastado de verdad, fiero y con poder en el último tercio. De los de antes. Que devoraba la franela en cada muletazo del charro, con ansías de echar mano a su torero. También ha presenciado como su hermano Damián ha llegado horas antes a la enfermería del coqueto coso montañés para curarse la herida, infiltrarse la pierna y, allí mismo, calarse el terno blanco y plata para hacer el paseíllo como si no pasara nada.

Pero claro, sí pasa. Pasa que a Castaño un «Albaserrada» de Escolar le abrió el gemelo derecho por la mitad tras pegarle una cornada en Mont de Marsan (Francia) no hace ni una semana. Desde entonces, trabajo y más trabajo para recuperar la pierna. Primero, para apoyarla, algo que logró hacer apenas 24 horas antes de medirse a «Granujito«.Y eso Víctor también lo conoce.

Como también es consciente de lo importante de un triunfo en esta feria de tropecientos kilates, que convierte a Santander de nuevo en la Feria del Norte. Más si cabe, cuando Víctor también ha sido testigo fiel de la magnífica dimensión que Damián ofreció en el estreno de la temporada en Las Ventas en otra tarde de hiel –herido en el muslo izquierdo– con una tía de Adolfo Martín de casi seis años. Víctor tampoco se perdió la gesta histórica que esta primavera le convirtió en el primer torero en estoquear en solitario seis astados de Dolores Aguirre (en San Agustín de Guadalix, Madrid). Ni faltó en el debut en San Fermín midiéndose a otro par de «Miuras«. Casi se le puede imaginar, arrodillado en el callejón de la vieja Iruña, mientras Castaño recibía al primero de sus oponentes en la puerta de chiqueros.

En varias de estas tardes relatadas y alguna más, la tizona roma alejó al bravo torero salmantino de abrir unas cuantas Puertas Grandes. Suyas, por derecho, se antojaban todas ellas hasta que llegó el fielato del acero. En estos pinchazos, en esas decepciones, en aquellos enfados de rabia, siempre estaba empujando, rogando, su hermano -porque qué más da la sangre después de todo lo compartido- Víctor.

Imposible no empatizar con la devoción de Víctor esta tarde en Santander, con la entrega de Damián, con esa FAMILIA -como tantas otras cuadrillas de los tres escalafones- que, temporada mediante, a las 2 de la mañana aún devoraba kilómetros juntos en una furgoneta para volver al cuartel general de Salamanca. A la espera de otra batalla. De otra epopeya.

Víctor Hernández, ayuda de Damián Castaño, reza sin mirar, mientras el diestro salmantino realiza la suerte suprema
Víctor Hernández, ayuda de Damián Castaño, reza sin mirar, mientras el diestro salmantino realiza la suerte suprema © Ismael del Prado